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Ver día anteriorMartes 15 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Exilio y surrealismo
E

sta nota en cierto modo continúa la aparecida la semana anterior a propósito del aniversario luctuoso de Remedios Varo. Ella amó y se asimiló a México, pero sí fue una exiliada.

De haber podido regresar a España después de su estancia parisiense con Benjamin Péret, y de los hechos que la sucedieron, tal vez lo hubiera hecho pues tenía en mucho a su familia de origen, pero como bien se sabe la ocupación nazi determinó la etapa de Marsella, no ocupada por las huestes de Petain.

En una ocasión me propuse hablar sobre Remedios Varo con quien fue mi maestro y asesor en el doctorado: Adolfo Sánchez Vázquez, en la Facultad de Filosofía y Letras. Le pregunté sobre ella debido a que entre sus escritos sobre estética, que forman uno de los ejes en su obra, no encontré mención de su persona. Tanto como admiré y admiro su obra, nunca escribí sobre la misma, ni me acerqué a su persona, me dijo textualmente.

La división entre los exilios filosóficos y el exilio surrealista siempre me ha llamado la atención, pues el segundo, aunque internacional, al mismo tiempo pareció integrar cenáculo, a diferencia del primero. Consulté a Luis Rius Caso, quien experimentó la situación en su propia familia paterna, porque su padre, el poeta y muy admirado profesor universitario Luis Rius Azcoitia, llegó a México con sus padres, a los nueve años en 1939.

Ese mismo año, el 13 de junio, el barco Sinaia, que traía, entre otros, a Adolfo Sánchez Vázquez y a Pedro Garfias, ancló en Veracruz. El exilio, para ellos, fue según palabras de Sánchez Vázquez en Vida y filosofía, un desgarrón que no acaba de desgarrarse.

Después del franquismo, don Adolfo regresó a España varias veces, fue homenajeado e invitado a permanecer, pero prefirió regresar siempre a nuestro país, donde murió aclamado por todos. Aquí hizo familia, con Aurora, a quien conoció durante su estancia de tres años en Morelia, mismos en los que su vocación tomó un ya prefigurado desplazamiento de la poesía (sin abandonarla nunca del todo) a la filosofía siempre bajo postura marxista, aunque sin carácter dogmático.

El exilio español se encontraba dividido en dos o más bandos, situación que se reflejaba en los espacios culturales y también en los familiares. En muchas familias, aunque no pertenecieran propiamente hablando al exilio, no se podía hablar de política. Por ejemplo en la mía, comenta Luis Rius Caso, “para no herir susceptibilidades de republicanos del centro, de izquierda, socialistas, anarquistas, mejor no se hablaba… Los exiliados formaban grupos cerrados, endogámicos. Los filósofos, pensadores y científicos, quienes más influyeron en el ámbito mexicano, solían guardar poca relación con las artes plásticas del propio exilio…”

Sólo Margarita Nelken, Ceferino Palencia y otros especializados la tenían, pero no los teóricos, como José Gaos o Nicol. No obstante, Miguel Prieto, Enrique Climent, Antonio Rodríguez Luna y José Moreno Villa, quien según su propio decir se mexicanizó, la tuvieron.

Parece que los quehaceres y posturas de cada quien determinaban la expansión o la concentración en grupos. Por ejemplo: Gunther Gerzso sin ser exiliado, fue amigo y confidente de Remedios hasta la muerte de la pintora.

Hay vasta investigación publicada al respecto, por lo que me limito ahora a mencionar primero a Jesús y Rosita Bal y Gay, ya que en la Galería Diana, Remedios exhibió por primera vez en una colectiva.

Rosita era pianista y en vísperas de viajar a México fue discípula de Nadia Boulanger, además de que llegó a ser alumna de Manuel de Falla.

Tal vez pocos recuerden al inglés Gordon Onslow Ford (1912-2003), a quien se debe un núcleo de surrealismo en exilio, ubicado en Erongarícuaro, pueblo tarasco cercano al lago de Pátzcuaro, donde vivió con su esposa entre 1941 y 1947.

Muy cercana a Paalen y a Alice Rahon esta pareja fue con frecuencia visitada por César Moro, Remedios, Péret, Eva Sulzer, Jean Charlot, hasta Frida y Diego les fueron cercanos, según una notificación que encontré. Martika Sawin lo ha recordado, pero de la estancia mexicana de Onslow Ford se sabe casi nada con todo y que aparece mencionada en el libro auspiciado por Artes de México: Cinco claves, cuya compiladora fue Tere Arq.

Otra pareja, mucho más conocida y conspicua en relación con el exilio surrealista es la de los Horna. Como puede verse, este tema da para mucho más, ojalá lo tomen en cuenta los jóvenes investigadores que preparan proyectos de tesis.

Por su parte César Moro, quizá el poeta-pintor latinoamericano mayormente surrealista (porque el surrealismo es de grados), vivió aquí muchos años y fue amigo de Agustín Lazo, de Salvador Novo, de Gilberto Owen, coautor de la exposición surrealista que montó Inés Amor en su galería en enero de 1940. Además de que colaboró en la revista El hijo pródigo y ayudó a Paalen con Dyn.