Añoranza
l gobierno de Estados Unidos terminó la semana con dos mayúsculos dolores de cabeza. La página electrónica de la Secretaría de Salud naufragó en un mar de solicitudes de millones de personas interesadas en afiliarse en alguno de los planes médicos a los que la reforma de salud obliga. Los principales críticos por lo sucedido fueron aquellos que por todos los medios han tratado de boicotear dicha iniciativa.
Una vez más han encontrado un motivo para atacar a la reforma y al presidente. Valga decir que por lamentable que haya sido la falla técnica, de ninguna manera justifica la avalancha de críticas al programa de beneficio social más importante que en más de 60 años se ha instrumentado en el país, y mucho menos los llamados a su cancelación. Pareciera que los conservadores en el Congreso han encontrado una forma de reivindicar su maltrecha imagen después de su desatino al provocar el cierre del gobierno por dos semanas.
El otro dolor de cabeza es la noticia de que la Agencia de Seguridad estadunidense ha espiado desde hace tiempo a los líderes de casi todos los gobiernos del orbe. Entre ellos los de Alemania, Francia y España. Es justa la protesta de esos países, pero tal vez debería preocuparles más aún la grave falla de sus servicios de inteligencia que no detectaron que los correos electrónicos y los teléfonos celulares de sus superiores han estado conectados directamente con la agencia de seguridad estadunidense. ¿O, cabe especular si no hay un sobrentendido al respecto entre la inteligencia
de espías y espiados?
En todo caso el espionaje moderno, mediante el uso de diablitos electrónicos en Internet y mediante la tarea de hurgar en los cajones de datos de Google, es mucho menos excitante que en los tiempos cundo los espías regresaban del frío y lúgubre Berlín oriental. Es difícil imaginar a Smiley, el famoso personaje de John le Carré, sentado al frente de una computadora espiando las conversaciones de la señora Merkel con Mariano Rajoy. Seguramente se moriría de tedio y con él todos los que crecimos en ese mundo de intrigas y complots entre seres de carne y hueso.
Habrá que esperar a la semana que empieza para saber qué dolores de cabeza esperan al gobierno de Obama, buena parte de ellos necesarios para distraer la atención de los problemas de fondo, como el de la creciente pobreza y desigualdad en el país más poderoso del orbe.