Violencia tricolor
El recurso del método
En el DF, partido a la deriva
propósito del rechazo que la jefa delegacional de Gustavo A. Madero, Nora Arias, ha mostrado a los intentos priístas por ejercer en esa demarcación sus proyectos proselitistas disfrazados de programas sociales, el líder de ese partido en el Distrito Federal, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, ha pedido, amparado en los también innegables hechos de violencia ocurridos en el territorio de la GAM a últimas fechas, la entrada del Ejército.
De nadie mejor calificado se podía pedir violencia para combatir la violencia. Los hechos que han marcado su trayectoria en el quehacer político no hablan de otra cosa más que de violencia. Así que pedir que se eche fuego al fuego no es nada inusual para quien como diputado federal, una vez, y como local, en dos ocasiones, no pudo o no supo presentar ni una sola iniciativa de ley en favor de la ciudad. Pero hoy quiere que se la coma la violencia.
Se ampara en los crímenes que hace algunos días ocurrieron en la Gustavo A. Madero, pero antes que exigir la ampliación de algunos programas especiales del gobierno de la ciudad que prevengan y eviten los hechos de violencia, pide la intervención del Ejército, como si esa acción hubiera servido de algo en entidades como Michoacán o Tamaulipas, donde la presencia militar no ha frenado los continuos hechos de sangre.
Pero por si Gutiérrez de la Torre no lo sabe, en esta capital, concretamente en Iztapalapa, ya se experimentó con el Ejército en las calles. Fue durante el mandato de René Arce, por cierto ahora muy cercano a los priístas, que los de uniforme verde pisaron suelo delegacional. Nada pasó.
Fue hasta el gobierno de Clara Brugada, quien arrancó la delegación al cacicazgo de los Arce (el otro es Víctor Hugo), en el que se extendieron los programas sociales, cuando la violencia bajó sensiblemente. No hubo necesidad de soldados ni de atemorizar a la población, sólo se requirió de un gobierno atento a lo que sus gobernados demandaban.
Y hasta ahora, con Jesús Valencia al frente de la demarcación, no se ha requerido de proyectos dictatoriales –como los que acostumbra Gutiérrez de la Torre– para alcanzar la tranquilidad que necesita Iztapalapa para caminar hacia su desarrollo.
Pero también hay que entender al líder priísta. En esta ciudad su partido está desecho, y en buena parte se lo debe a él, que jugó, durante años, a una oposición destructiva que no puede recoger frutos del terreno yermo, y busca en el escándalo la presencia que no le dan ni los antecedentes políticos ni las formas de gobierno que mantiene su partido en el país.
Sin embargo, ya contagiado del absurdo azul –contagio que le ha dado el panismo a los tricolores– se lanza a señalar que el método es la violencia. Fácil.
Total, unos muertos más o menos en la contabilidad del terror que iniciaron los mismos panistas, y que sigue el PRI, podría no ofender a nadie, pero en el DF la idea es resolver los problemas, no hacerlos más agudos.
Gutiérrez de la Torre lanza su grito desesperado porque el PRI naufraga en casi toda la ciudad de México, particularmente en la Gustavo A. Madero, donde, pese a los hechos, se trabaja por llevar seguridad a toda la delegación, y con ese fin se creó un gabinete de seguridad que deberá estar muy ligado a los programas de desarrollo social, para que no triunfe nada más la estrategia de la violencia. Ya veremos.
De pasadita
La sucesión en la Comisión de Derechos Humanos del DF tendrá que resolverse a más tardar hoy, si no es que nos despertamos con el nombre del sucesor o la sucesora del Luis González Placencia. Todo indica que Perla Gómez Gallardo saldrá triunfadora. Es, hasta donde se sabe, la que mayor puntuación obtuvo del análisis que realizó la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa del DF, que encabeza la diputada Dinorah Pizano. Y es de verdad ejemplo de limpieza en la elección, sea cual sea la decisión final.
De cualquier forma, Gómez Gallardo, una académica de altos vuelos, experta en transparencia y derecho a la información, no tiene, hasta donde se sabe, ligas con los partidos políticos y puede conservar la autonomía de la CDHDF, que a últimas fechas se vio muy amenazada. Ahí está el detalle.