n el imaginario de los países centrales
(o sea, imperialistas) América Latina continúa siendo un exótico paisaje plagado de militares golpistas, líderes populistas, políticos corruptos, narcos de novela, periodistas independientes
que trabajan en medios dependientes, y de intelectuales cosmopolitas
que se avergüenzan de lo nacional y popular.
Hace unos años, un jurado elegido a modo por la Casa de Contratación de Madrid, otorgó un premio iberoamericano
al texto El insomnio de Bolívar, en el que el propio autor amenaza, desde el prólogo, dar cuenta de “…las inesperadas razones que lo movieron a iniciar esta empresa y cómo descubrió que, siendo mexicano, también era –ay– latinoamericano”.
La plañidera interjección resume la visión de un autor reacio a mirarse en el espejo para no gritar ¡ay! Y así como otro más insidioso aún, Redentores
, la Casa de Contratación
promovió El insomnio
en las principales librerías y supermercados del continente. Cabe reconocer, con todo, que a más de imaginativos ambos libros calzaron con esa necesidad de las derechas para oponerse a todo cuanto huela a cambio social y orgullo. Anhelo que, como es sabido, sólo es válido en los países centrales
.
En sentido contrario marchan las jornadas del primer Congreso Iberoamericano de Historia, convocado en Buenos Aires por el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego (IMD). Evento auspiciado por la Secretaría de Cultura del gobierno argentino y que, por sus características, se propone revisar (valga la redundancia) “…el sentido de la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”.
Surgido en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario, el IMD es una institución pública desconcentrada, creada por un decreto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y publicado el 21 de noviembre de 2011 en el Boletín Oficial. Entre sus objetivos, el IMD establece profundizar el conocimiento de la vida y obra de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalista e iberoamericano
, así como el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de la historia argentina e iberoamericana.
Previsiblemente, la creación del IMD provocó la reacción de reconocidos historiadores que andan preocupados frente a la posibilidad de que se instaure en Argentina un pensamiento único
del pasado. Luis Alberto Romero, por ejemplo, escribió en el centenario y golpista diario La Nación (28/11/11), que el IMD podría adoptar la versión revisionista del pasado como doctrina oficial del Estado
, y luego inculcarla con métodos que recuerdan a las prácticas totalitarias
.
No obstante, tales críticas
caen por su propio peso, cuando se recuerda que un decreto presidencial de 1944 decía en su artículo segundo que el Instituto Sanmartiniano “…rectificará públicamente por comunicaciones, escritos, conferencias o cualquier otro medio de difusión todo error que se ponga de manifiesto en publicaciones, obras, conferencias, etcétera, con respecto a la verdad histórica sobre la vida del prócer y hechos en que intervino”.
En un divertido artículo, el sociólogo Luis Alberto Quevedo da cuenta del diálogo sostenido con un grupo de docentes indignados
que alzaban una pancarta diciendo: No renunciaremos a nuestro punto de vista
.
–¿Conocen ustedes el decreto que en 1992 firmó el presidente Carlos Menem para la creación del Instituto Belgraniano Central de la República Argentina?
–¡No! –dijeron a coro–. Pero seguramente era menos totalitario que el de este gobierno.
–¿Ustedes consultaron a ese instituto cada vez que hablaron de Belgrano, y cambiaron su punto de vista sobre este héroe nacional?
–¡Por supuesto que no! –dijeron a coro–. Porque ese instituto seguramente es independiente… ¡y no está en manos del pensamiento único!
¿Pueden los historiadores ser neutrales
? En 1982, durante la guerra de Malvinas (1982), Margaret Thatcher se reunió el 2 de mayo con su gabinete de guerra, y ordenó al submarino nuclear Conqueror el hundimiento del viejo crucero y buque escuela General Belgrano. Murieron 323 tripulantes.
Ningún historiador ha puesto en cuestión que la nave se hallaba fuera del área de exclusión militar de 200 millas, establecidas por el propio Reino Unido. Sin embargo, 30 años después, Meryl Streep protagonizó a la Thatcher en La dama de hierro.
En una de las escenas, se muestra a Meryl-Thatcher con lágrimas, preguntándose si era realmente necesario
(sic), ordenar el hundimiento.