l Círculo Teatral cumple diez años de haber sido constituido por Alberto Estrella y Víctor Carpinteiro y lo festeja haciendo teatro, como es natural. En esos diez años ha tenido escenificaciones de diferentes autores, mexicanos y extranjeros –que incluyen una versión hecha por Marta Luna a Macbeth de William Shakespeare–, publicados algunos en coproducción con la editorial Esperando a Godot. La fructífera labor del Círculo combina clases de actuación con montajes escénicos, presentación de libros y otras actividades. Esto el lector lo sabe y yo solamente lo enumero para recordar lo que significa esta celebración, cuya temporada actual se realiza como homenaje a la fallecida actriz Alma Muriel que estuvo muy presente en este foro.
Perdida en los Apalaches es la obra elegida para el arranque de esta celebración. Su autor, el dramaturgo y teórico español José Sanchis Sinisterra es un escritor cuyos textos son bien conocidos y celebrados en México, tanto los libros de teoría (puntualmente publicados por la editorial Paso de gato) como los de dramaturgia que han sido representados por algunos de los más destacados actores y actrices nacionales. En esta obra se presenta a la doctora Greñuela (Emoé de la Parra) que dará una conferencia acerca de las paradojas del tiempo y del espacio, pero antes, en una especie de preámbulo, está el subsecretario de un club de divulgación cultural de un municipio español (Alberto Estrella) que espera a la científica quejándose todo el tiempo de sus superiores que no fueron capaces de presentar a la doctora y que arregla el espacio, consistente en un piso blanco que asciende hasta el techo y allí se alarga, conteniendo una mesa y una silla, que luego es desaparecida, de acrílico transparente –en escenografía de Mónica Kubli– reteniendo una canasta de huevos; se trata de un hombre extremadamente pagado de sí mismo e indignado, y da lugar a que en las escenas del principio y del final el autor, la directora y el mismo Estrella hagan gala de una gran comicidad; el actor incluso baila con soltura unos pasos de tap engalanado con un chaleco con foquitos relucientes.
Greñuela empieza su conferencia interrumpida sin cesar por el subsecretario, mientras un extraño (Víctor Carpinteiro) se exhibe envuelto en una toalla por detrás del escenario y se ve cómo se va vistiendo hasta quedar impecable antes de su viaje a Praga. La conferencia de pronto y gracias a un juego de luz se convierte en otra cosa. Ejemplifica las tesis de la doctora acerca de las paradojas del tiempo y la distancia. La conferencista ya no luce elegante en el vestuario de Cristina Sauza, sino que se arrastra con el mismo vestido, pero ahora roto y desgarrado, por los Apalaches. En ese mundo en el que se ha perdido, mientras la esperan en España, se topa en una posibilidad amorosa con el viajero a Praga –alojado en el mismo hotel del que no encuentra la salida– quien pierde un zapato, como pierde el avioncito de papel que lanza a quien lo atrape, zapato y avioncito que aparecerán en otra transición, El amor no se da en ninguno de los universos posibles.
El texto tiene muchos vericuetos solucionados por la directora con la inteligente participación del elenco y el apoyo de la música original de Salev Setra y Guillermo Atisha. Alberto Estrella, quien ya ha mostrado la amplitud de su capacidad actoral, ahora es un excelente actor cómico. Emoé de la Parra es la científica que transita a los Apalaches, preguntándose si se trata de un experimento de su maestro y amante, y sus transiciones de un estado de ánimo a otro son muy buenas. Víctor Carpinteiro, formal y poco cómico, como ha de ser su papel de viajero a Praga trasladado sin que intervenga su voluntad a un mundo que desconoce.
Se trata de una obra y un montaje que tratan de un tema científico y difícil, pero sin fatuidad y con gracia, por lo que cualquier espectador atento, sin necesidad de una formación académica en física (de los que carece sin duda el propio dramaturgo) logra entender de qué se trata, sobre todo tras de las explicaciones iniciales, aun con el chiste de la mosca.