En entrevista con La Jornada, el fotógrafo italiano habla de su primera exposición en México
El libro medio tenderá a desaparecer, pero el libro-objeto vive un auge, opina el artista
Adelanta que realizará un volumen por los 80 años del Instituto Nacional de Bellas Artes
Sábado 25 de enero de 2014, p. 3
Florencia.
Con motivo de la primera muestra del fotógrafo Massimo Listri (1954) montada en México, en el Museo Nacional de San Carlos –junto al editor Franco Maria Ricci–, La Jornada lo visita en su habitación florentina para hablar de su arte, de la colaboración con el gran editor, del contacto que ha tenido con México y de sus proyectos.
Listri nació como fotógrafo editorial cuando trabajó para las mayores firmas italianas e internacionales y publicó 64 libros.
Aunque ha desarrollado una producción de fotografía artística a lo largo de su carrera, fue hasta 2007 cuando comenzó a exhibirla y en América Latina sólo la ha mostrado en Colombia, Argentina, Chile y República Dominicana.
La crítica lo ha acogido con favor y ha expuesto en los espacios más prestigiosos como Palazzo Reale, en Milán; Palazzo Pitti, en Florencia, y la próxima primavera en los Museos Vaticanos que por primera vez en siglos abrirán sus puertas a un artista contemporáneo.
Y es que Listri es un fotógrafo clásico, un humanista caído quizás por error en nuestra era, un cazador ecléctico de aquella arquitectura que representa los valores humanos más elevados: el conocimiento, el pensamiento, el arte, la reflexión y la espiritualidad, que el fotógrafo clasifica por series como las famosas bibliotecas, los museos, las iglesias, las fisonomías exaltando su monumentalidad con absoluto equilibrio y limpieza.
La persona humana es el centro de su obra, pero no como presencia física, perecedera, sino inmaterial, eterna y universal. Esta es la mayor cualidad artística de Listri: su capacidad para transmitir la vitalidad de los espacios, la presencia del hombre implícita, metafísica.
Gran coleccionista de arte
Entrar en la casa de Massimo Listri es como saltar dentro a una de sus fotografías; es una obra de arte en sí misma, en la cual ha trabajado por decenios al lado de su esposa, Marianna Gagliardi.
El umbral de la puerta es el margen divisorio entre dos mundos: el cotidiano y el asombroso. Listri es un gran coleccionista de arte –el último número de la revista española Ars le dedicó un artículo a su casa–, y cada rincón refleja su personalidad y estilo. No obstante el eclecticismo, mantiene un aspecto homogéneo y armónico.
Cada objeto tiene una función precisa en el lugar que le fue asignado: bajorrelieves de papas conversan con cuadros de nobles renacentistas y con estatuas de la época romana; bronces de Canova, con frescos neorrenacentistas y neoclásicos, huevos de avestruz y corales; tapetes, tapices y sillones de seda, con pieles de tigre; un Legér con estatuas orientales y libros… siempre libros en cada estancia, perfectamente ordenados.
Listri me ofrece un té en una taza de porcelana de San Petersburgo y entre sorbo y mordida a una galleta savoiardo conversamos sobre su carrera.
–¿Cuál fue el espíritu que lo unió a Franco María Ricci cuando empezó la revista FMR?
–Hacer cosas curiosas, nuevas y, aunque conocidas, fotografiarlas como nadie las había visto.
–¿Cual será el futuro de la industria editorial?
–El libro medio tenderá a desaparecer pero no el libro-objeto. Es extraño, pero los caros, de ediciones limitadas, numerados, hechos para coleccionistas, de más de 2 mil euros, están en auge.
–¿Cómo se inició en la fotografía artística?
–Fue natural, lo hice sin darme cuenta. Nazco como un observador, un esteta que utiliza la cámara fotográfica como modo de expresión ideal por ser inmediato. Tengo un entrenamiento de 40 años, donde he aprendido a ver la luz.
Mis fotos las contemplo con objetivos exactos, de lo contrario se convertirían en imágenes ilustrativas. Tengo un archivo de cien mil fotografías de arquitectura y sólo algunas son perfectas.
–Una de sus últimas series la dedica a Brasil
–Sí, el gobierno me invitó el año pasado. Estuve dos semanas, hice 25 fotografías y las expusimos en Roma. Ahora me han invitado a exponer mi obra europea en Brasil.
Muestra en la ciudad de México
–¿Cuál fue su primer contacto con México?
–Llegué por primera vez hace 20 años para hacer un servicio fotográfico sobre las mansiones de Careyes. Recientemente he regresado para realizar el libro Casa mexicana, editado en ocho idiomas.
–¿Cuántas fotos expone en el Museo de San Carlos?
–Treinta, de las cuales tres son de gran formato y ocupan dos de las tres salas de la exposición. Desafortunadamente algunas se quedaron en bodega por falta de espacio.
–Debió de haber expuesto hace un par de años en una galería de la colonia Roma, ¿por qué no lo hizo?
–Probablemente por desorganización. Las fotos se quedaron dos meses en la aduana. La idea nació por iniciativa de la revista AD México tras la premiación que recibí del concurso anual que organizan. Era una excepción, porque normalmente no expongo en galerías sino en museos o instituciones culturales.
–Usted fotografió a Rufino Tamayo. ¿Cómo lo conoció?
–En Italia, mi padre es un crítico literario y periodista. Un día lo acompañé a la entrevista. Fue así como retraté a intelectuales, pintores y escultores.
–¿Cuáles son sus proyectos?
–Un libro dedicado a Bellas Artes para celebrar sus 80 años, por encargo de Miguel Fernández Félix, y la exposición de la serie Museos Vaticanos, que me ha pedido Rafael Tovar.