Opinión
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Nosotros ya no somos los mismos

Margarita Zavala, única airosa de un mundo de tinieblas

Mensaje a José Emilio: la patria te ama

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Los escritores José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Carlos MonsiváisFoto Arturo Campos Cedillo
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is amigos están preocupados. Dicen: no es saludable caminar siempre al filo de la navaja ni correr riesgos innecesarios. ¿Te vas a meter con Margarita Zavala, que es de lo poco salvable del pasado sexenio? ¿No te das cuenta que ella es la única que sale airosa de ese mundo de tinieblas, y que aun personas del círculo rojísimo le reconocen su moderación y low profile durante el sexenio de las estridencias? Perdón, ese fue el anterior. Corrijo: el de los traspiés y las nebulosidades. Agradezco el amistoso susidio que por mi causa experimentan, pero, aclaro: primero, sería incapaz de hacer referencia alguna a la señora Zavala, sin más motivo que ser la esposa de quien detentó la Presidencia de nuestro país. Ella, diría alguna de mis abuelas reciclables, en el pecado llevó la penitencia. Segundo: si hay razones, no hay intocables, a menos, claro, que se trate de Robert Stack, o séase, al mismísimo Eliot Ness. Yo me concreto a recronicar lo que les aconteció a los cándidos funcionarios de la CFE que, como ilusos quinceañeros, llegaron hasta la Secretaría de la Función Pública convencidos de que don Germán –Alonso Quijada-Martínez– saldría lanza en ristre a desfacer entuertos y regresar a la Comisión Federal de Electricidad su blasón de empresa de calidad mundial. Pues simple y sencillamente no pasó nada. Muy probablemente don Germán de las calzas albiazules ni siquiera los recibió. Se enteró de su absurda pretensión para que enfrentara a unos molinos de viento que se querían disfrazar de empresas trasnacionales y hasta su renuncia adelantó. Cansado del arduo trabajo como secretario de la Función Pública prefirió ser presidente del PAN. Hasta hoy no se sabe qué fue mayor, si el número de sufragios que conquistó para su partido, o el de peces gordos de la administración pública a los que, en su ímproba cruzada moralizadora, consignó ante las autoridades. Los denunciantes comprendieron que las posibilidades de alcanzar justicia se agostaban. Revisaron sus opciones y solamente encontraron dos: encomendarse a la virgen del Sagrado Corazón, cuyo lema publicitario reza: Abogada de las causas difíciles y desesperadas, o tratar de entrevistar a la señora Margarita Zavala. No era fácil la elección pues ambas gozaban de muy buen cartel. Desconozco las razones, pero los quejosos optaron por la señora Zavala (tal vez simplemente consideraron las facilidades de acceso). Yo hubiera decidido igual, pues aunque era devoto fiel de la primera y, además, presidente de la Congregación Mariana, en una ocasión que solicité su intervención no recibí la atención esperada. Los quejosos se apersonaron en la residencia presidencial (agosto de 2007), y entregaron tantos de todos los documentos probatorios de las múltiples tropelías a Dionisio Pérez Jácome, coordinador de asesores de Felipe de Jesús, y la sicóloga Silvia Esther Pérez Ceballos, diplomada en Estudios Políticos y Liderazgo y, faltaba más, en la ciencia avant garde: marketing político. Ella fue integrante de primera línea en el equipo de transición de Felipe de Jesús: asesora del Proyecto 20-30 y titular de Logística y Protocolo, de la dirección de apoyo a las actividades de la esposa del Presidente. Hay afirmaciones dignas de crédito que aseguran que estos documentos fueron puestos directamente en las primeras manos (femeninas) del país, pero este hecho resulta peccata minuta: ¿Qué acaso el señor lo ignoraba? Entonces la intención de involucrarla no era ayudarla a develar una conjura, un secreto que él desconocía, sino cimbrarla, comprometerla al reclamo de ser fieles a las conductas, coherentes con el evangelio que ellos habían jurado asumir unidos desde 1994, cuando decidieron convertirse en un solo ser, capaz de multiplicarse en los hijos que el Señor decidiera donarles (hasta hoy, María, Luis Felipe y Juan Pablo). La esperanza era que Margarita planteara la disyuntiva: ¿Somos, o no, la familia de la moral cristiana y digna, el ejemplo para este país, corrompido durante 80 años por ateos, liberales, masones, corruptos y en los tiempos recientes hasta por súcubos e íncubos (a los que hasta nosotros servimos)?

Pero los quejosos se equivocaron de nueva cuenta. No tuvieron mejor suerte que la del puberto Ortiz con sus ruegos y oraciones ante la abogada tan publicitada a que hice referencia renglones atrás. O séase: ni los vieron ni los oyeron y ningún caso les hicieron. Supongo que cauta, fría, serena, calculadora y sapiente, doña Margarita, al ver los folios incriminadores pudo haber recordado algunas de las prédicas del colegio Asunción donde ella se formó: Con la vara que midas serás medido. No desees a tu prójimo lo que no quieras para ti mismo. El que esté libre de pecado que tire la primera licitación. Posiblemente, reflexiva, pensó en los hermanitos Zavala, y no precisamente en el conjunto musical con el que se inició la bellísima Tere Presmanes, para sus fans Daniela Romo, sino en sus seis colactáneos (MZ es la quinta de siete hermanos). De entrada, en el sesudo investigador, académico, literato, editorialista, estratega y audaz piloto aviador, Juan Ignacio, en cuyas asesorías no se pone el sol. Luego en Hildebrando (príncipe del algoritmo y hacedor del milagro de la multiplicación de los panes, los peces y los sufragios), sí, el de los jugosos contratos en Pemex, IMSS, Sedesol (¿O no, señora Vázquez Mota?), y, ¡Oh sorpresa!, nada menos que la Comisión Federal de Electricidad. En los primitos: Luis y Marianita Gómez del Campo. El primero era el director de finanzas de la, en un tiempo, boyante empresa automotriz Andrade, misma que en el momento atravesaba por graves quebrantos económicos. Pues con una sola intervención de don Luis Zavala (las malas lenguas señalan que la intervención salvadora fue la del cuñado), regresó la empresa al camino de la prosperidad de un solo golpe (que por cierto convirtió a Og Mandino en un modesto vendedor ambulante): vendió la modesta cantidad de mil pipas a Petróleos Mexicanos (¿Eficacia extrema u otra intervención del Altísimo?). Marianita sí no tiene desperdicio. Es la joven panista más activa del condado. Rijosa, protagónica. En un table dance blanquiazul sería una espléndida cadenera. Su carácter y moditos están en el extremo opuesto a su apacible prima. Es, en síntesis, una mezcla de Döring y Gordillo. Pero gracias, precisamente, a que es una auténtica fajadora (me refiero al quehacer político, por supuesto) ha llegado a ser diputada a la Asamblea y, actualmente, senadora. Tiene la pretensión de ser jefa de Gobierno, pero ahí sí no hay algoritmo que la ayude: las dos elecciones a puestos de representación las ha perdido, y su acceso solamente ha sido posible por una vía que no existe en ese encargo, la plurinominal. Todas las acusaciones que han presentado en su contra sus opositores, y que se han documentado ampliamente gracias a informaciones proporcionadas por miembros de su equipo más cercano de colaboradores (peculado, tráfico de influencias y desviación de recursos públicos), le preocupan menos que el éxito de su beauty parlor (vulgo peluquería o salón de belleza). Pero, ¿quién le manda hacer público que ella es la dueña? Con autogoles nadie gana.

La nómina familiar es enorme: papá Diego, más primos y más sobrinos para los que el erario ha sido la Tierra Prometida… y alcanzada. El próximo lunes haré referencia nada más a los muy importantes, o no podremos cambiar de tema hasta mitad de año. Además, quiero exponer mi teoría sobre dos reflectores de la llamada luz negra, que se centraron sobre MZ, y que fueron factores clave para su consagración. Por favor adquieran La Jornada el próximo día 3 del pequeño febrero.

Nada fácil conjugar en unos renglones la sapiencia, el humanismo, el bagaje cultural, la expresión lúcida, brillante. La voz, el tono, el ademán preciso, la elegancia. Ser fiel a la historia personal y con lucidez formular para mañana planteamientos consecuentes, reflejo de esa vida vivida a cabalidad. Guardar el protocolo, pero sin mellar las convicciones. Nada fácil, ciertamente y, sin embargo, pienso que a Hugo Gutiérrez Vega, no le resultó difícil.

Al cerrar esta columneta, la información sobre la salud de José Emilio es confusa. Además de una enorme desolación, ¡que terrible ironía su accidente! Él, que jamás trastabilló en su paso, que nunca dudó del camino por el que había de transitar, como lo ha hecho siempre: hermoso, genial, rotundo y tan humilde. Una caída no puede dañar a quien siempre ha estado erguido, y comelón y sonriente. Cristina: cuando haya un momento, coméntale un secreto a voces: que dice la patria que lo ama.

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