Editorial
Ver día anteriorJueves 17 de abril de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ucrania: frenar la intervención
E

l secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Anders Fogh Rasmussen, dijo ayer que esa alianza militar incrementará su presencia en el este de Europa a consecuencia de los recientes hechos de violencia en la región suroriental de Ucrania, particularmente en las regiones de Donetsk y Luhansk, donde se han presentado choques violentos entre los contingentes militares enviados por las autoridades de Kiev y manifestantes pro rusos, cuyas demandas van desde el fortalecimiento del federalismo en ese país hasta la celebración de referendos secesionistas.

Debe recordarse que el pasado martes fuerzas ucranianas asaltaron instalaciones de un aeródromo, en la localidad de Kramatorsk, que había sido tomado por contingentes que rechazan al gobierno actual de Kiev. La operación arrojó un saldo preliminar de cuatro muertos. En tanto, ayer en la ciudad de Slaviansk una columna de seis vehículos blindados del gobierno ucranio se rindió ante los manifestantes pro rusos a la entrada de la ciudad de Slaviansk, uno de los focos de sublevación contra Kiev.

La explosiva situación que se desarrolla en Ucrania adquiere tintes alarmantes por partida doble: por un lado se corre el riesgo de que los choques entre militares ucranios y contingentes pro rusos se acentúen y multipliquen hasta derivar en una guerra civil; por otro lado, a juzgar por la advertencia de la OTAN, es evidente que la situación está conduciendo a una escalada de las tensiones internacionales que podría desembocar, a su vez, en una confrontación bélica de dimensiones y consecuencias incalculables.

Ante el agravamiento de la situación en territorio ucranio, Estados Unidos llamó ayer a Rusia para que ponga fin a la provocación y retire el apoyo a las milicias pro rusas que se han sublevado contra el gobierno encabezado por Arseni Yatseniuk. Ese reclamo, que en sí mismo resulta atendible y procedente, constituye un acto de hipocresía expresado en boca de Washington: a fin de cuentas, fue la propia Casa Blanca, en conjunto con la Unión Europea, la que atizó la primera oleada de manifestaciones contra el depuesto régimen de Viktor Yanukovich; intervino para apoyar a la minoría pro europea de ese país y no vaciló en exacerbar las confrontaciones entre ésta y la población pro rusa, sin otro afán que favorecer los intereses geopolíticos y minar la influencia de Moscú en el este de Europa.

Ahora que la historia se repite en sentido contrario –con el evidente apoyo del Kremlin a las movilizaciones opositoras a Kiev en el sureste de Ucrania–, es importante reiterar el carácter indeseable del injerencismo que uno y otro bloques han venido practicando en ese país: en lo interno, la intromisión de Washington-Bruselas y Moscú mina la posibilidad de que los ucranios resuelvan sus diferencias en paz y construyan una institucionalidad capaz de gestionar sus diferencias; en lo externo, se corre el riesgo de reactivar una confrontación bipolar que se creía extinta y que resulta sumamente indeseable y peligrosa.