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Reportaje /Exclusión educativa

A sus 76 años, la ENAH vive una diversificación temática

Justificable, formar más antropólogos en México

La serie Indiana Jones incrementó la demanda de arqueólogos

Sólo dispone de 560 lugares, informa el director de la escuela

En contraste con las escuelas de arte del Instituto Nacional de Bellas Artes, la Escuela Nacional de Antropología e Historia presume que su índice de aspirantes rechazados es apenas de poco más de 50 por ciento

 
Periódico La Jornada
Jueves 12 de junio de 2014, p. a10

La Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) es una institución educativa grande, de prestigio internacional, que a 76 años de su creación presume lo que no pueden hacer las escuelas de arte del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y ni siquiera algunas universidades: su índice de aspirantes rechazados es apenas de poco más de 50 por ciento.

El director de la ENAH, José Luis Vera Cortés (DF, 1964), prefiere hablar de alumnos aceptados. Hay 560 lugares disponibles este año para jóvenes interesados en ser antropólogos, arqueólogos, etnólogos, historiadores y lingüistas.

“Por supuesto, existen licenciaturas que tienen más demanda y eso a veces ocurre en función de si la telenovela o película de moda desató una vocación, por ejemplo, cuando se estrenó Indiana Jones, en los años 80, aumentaron los aspirantes a arqueología. Parece mentira, pero ese tipo de cosas, pasan”, añade.

Sin edad límite

Hace unos días, a través de Internet, se registraron alrededor de 2 mil cien aspirantes. Pero sólo mil 309 cumplieron con toda la documentación y los trámites para presentar el examen. Sobre ese número se repartirán las 560 plazas.

En contraste con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuyo índice de rechazados es de más de 90 por ciento, nosotros tenemos una buena cobertura, no está nada mal, indica Vera Cortés, quien hace unos días participó en una reunión de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), en la que se informó que la cobertura de las escuelas de educación superior en el país era de alrededor de 31 o 32 por ciento, y que el reto del sexenio era llegar a 40 por ciento. Nosotros, por el momento, ya estamos cubriendo ese porcentaje.

Hace algunos años, a la ENAH ingresaban jóvenes que no habían aprobado el examen de admisión, pero cumplían con la cuota de plazas disponibles. Ahora eso ha cambiado, afirma José Luis Vera Cortés: No sólo es que los chavos quizá llegan mejor preparados, sino que sincronizamos el proceso de ingreso con la UNAM, pues a veces venían aspirantes para quienes nuestra escuela era su segunda o tercera opción.

Explica que no se pide un límite de edad para recibir alumnos de nuevo ingreso en licenciatura. Para presentar el examen se les solicita bachillerato con promedio mínimo de siete y se queda quien consigue mayor puntaje en el examen de admisión. Para posgrados sí es necesario que los solicitantes tengan promedio mínimo de ocho, pues siete de los 10 programas están en el padrón de calidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), lo cual significa también que los alumnos están becados.

Masificación desde 1979

La ENAH se comenzó a masificar, detalla Vera, cuando se instaló en 1979 en la colonia Isidro Fabela de Tlalpan, casi sobre Periférico Sur, a un costado de la sala de conciertos Ollin Yoliztli. Venía de tener su sede, primero en la calle de Moneda, en el Centro Histórico, luego estuvo un tiempo en el Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec.

En sus primeros años, las generaciones eran muy pequeñas, de 20 o 30 estudiantes que incluso comenzaban a trabajar en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) antes de concluir sus carreras, pues no existían concursos de oposición.

“Es a inicios de los años 80 cuando creció la demanda por la escuela, algunos maestros hasta dejaron de dar clases porque decían que había demasiados alumnos, y eso que los egresados de esa época eran muchos menos que los que salen ahora; había generaciones de 400 o 500 estudiantes. Hoy tenemos más de 2 mil 500 alumnos, entre licenciatura y posgrado. Es un escenario completamente distinto al que tenía la escuela en sus inicios.

La planta docente ha crecido, claro, nunca en la magnitud que se requiere, pero pasamos de tener 30 investigadores de tiempo completo, a 100 de base, más los profesores de asignatura, unos 250 o 300, explica José Luis Vera Cortés.

–¿Por qué la ENAH no acepta más alumnos?

–En principio, es un asunto de espacio físico y de planta docente, pero también tiene que ver el mercado laboral.

“Siempre ha habido áreas laborales, digamos tradicionales, para nuestros egresados, por ejemplo en el INAH o en el sector salud. Pero ya desde los años 80 nos decían a los antropólogos: “hay mucho trabajo por hacer en el país, pero no muchas instituciones que los contraten’. Mi generación fue de 64 estudiantes, de los cuales en la actualidad estamos insertados en el mercado laboral de la antropología unos 10 o 12.

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Alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y aspirantes a cursar una de las licenciaturas impartidas en la institución que dirige el antropólogo José Luis Vera CortésFoto María Meléndrez Parada
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Estudiantes de licenciatura de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, durante una práctica consistente en limpiar, con sumo cuidado, vestigios arqueológicosFoto María Meléndrez Parada

“En este momento, el escenario del desempleo para nuestros egresados se ha agudizado, pero también se debe a la misma situación del país, estamos padeciendo lo mismo que las carreras de ingeniería, medicina y derecho que tradicionalmente no tenían ese desfase entre el mercado laboral y el número de egresados.

“Por eso, la Anuies propone que cambiemos la concepción de lo que es el mercado laboral. Es paradójico, pero la propuesta es que tenemos que empezar a educar estudiantes para crear espacios laborales.

“Tener más antropólogos en un país como México es perfectamente justificable. Siempre se ha hablado de la antropología como una disciplina formada en Occidente, que iba a lugares remotos a estudiar al otro, porque los formadores de esta ciencia en Inglaterra y Francia así la gestaron.

“Pero en países como el nuestro, ese otro está aquí, tenemos un pasado indígena muy presente, además de un enorme patrimonio arqueológico: 200 zonas abiertas al público, cerca de 40 mil identificadas, y estimadas unas 400 mil.

También está el hecho de que más de 10 millones de personas en México hablan alguna lengua indígena, por tanto, la antropología juega un papel muy importante, como en ninguna otra nación, pues también hay una situación muy fuerte en términos de deterioro del patrimonio, de pérdida de esas lenguas.

A todos interesa lo humano

José Luis Vera, quien cursó un doctorado en antropología física, recuerda que durante muchos años, para bien y para mal, la ENAH fue la única opción para estudiar antropología.

“En los años 80, incluso, Octavio Paz dijo que esta escuela debía ser cerrada. Hoy ya no es la única institución en México que forma antropólogos, hay una escuela en Chihuahua, pero con maestros que salieron de aquí hace 25 años; también la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, ofrece la opción.

“Sin embargo, nadie ofrece tantas áreas de la antropología como la ENAH, y en tal volumen. La UNAM misma, aunque cuenta con un Instituto de Investigaciones Antropológicas donde forma a alumnos de posgrado, no tiene una licenciatura en ninguna de nuestras áreas. Aquí vienen muchos antropólogos latinoamericanos a formarse.

La escuela también ha tenido una vocación políticamente muy activa que ha generado una especie de imaginario de antropólogos aguerridos, y lo han sido. Una escuela que pretende formar científicos sociales, tiene que formar personas críticas. Si uno ve la lista de egresados vemos que siete de ellos han sido premios nacionales de ciencias y artes, además de que muchos más son los santones de la antropología.

La ENAH se encuentra hoy, reitera con entusiasmo su director Vera Cortés, “en un momento de diversificación temática, es decir, cuando uno termina una licenciatura, busca un mercado laboral dónde insertarse. A veces este mercado no ofrece posibilidades temáticas. Lo que ocurre aquí es que están surgiendo exploraciones de nuevos temas, porque los alumnos hacen sus tesis en función del interés real que tienen por determinada temática y por la pertinencia social.

Estamos formando egresados para que tengan una salida en espacios no tradicionales, por ejemplo en consultoras u organizaciones no gubernamentales.

–¿Qué dice a los muchachos con vocación para ser científicos sociales que este año no tendrán un lugar en la ENAH?

–Que lo sigan intentando. Todo mundo tiene vocación de antropólogo, pues a todo mundo le interesa lo humano. Algunos deciden vivir de ello.

Aquí tenemos alumnos que ingresaron hasta el cuarto intento. Es un viacrucis, cierto, porque nuestra cobertura no es de 100 por ciento, pero ahora se ha pulido mucho el proceso de admisión. Un chavo que no pudo entrar o que se quedó a pocos puntos de lograrlo, que lo vuelva a intentar.