El pianista mexicano graba nueve obras de las 21 del autor polaco
Sábado 30 de agosto de 2014, p. 6
Hablar de nocturnos en música es referirse por antonomasia a Frédéric Chopin (1810-1849). Y no porque él haya iniciado ese género, sino que lo llevó a su máxima expresión y el mayor refinamiento.
Así lo sostiene el pianista Alberto Cruzprieto (DF, 1958), quien grabó nueve de las 21 piezas del compositor polaco dentro de ese género, cuyas características fueron definidas originalmente por el pianista y compositor irlandés John Field (1782-1837).
Ese material integra el más reciente disco compacto del intérprete, Nocturnos, editado por Quindecim recordings, que mañana será presentado en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), a las 12 horas.
Los comentarios estarán a cargo del crítico Juan Arturo Brennan, colaborador de La Jornada, y el poeta Hernán Bravo Varela, así como una intervención musical del pianista. Entrada libre.
Cúspides del repertorio pianístico
De acuerdo con Cruzprieto, los nocturnos de Chopin son de las cúspides señeras del repertorio pianístico universal; por eso, al mencionar tal término, uno lo asocia de inmediato con ese autor.
“Chopin es por, definición, piano, música para piano. Es insoslayable para un pianista interpretarlo, de otro modo no existe consagración en el gremio. Si ya Chopin es un jardín interior en la historia de la música –como apunta Brennan en el cuaderno del disco–, los nocturnos son su propio jardín interior”, dice el intérprete en entrevista.
Son el espacio más recóndito, íntimo posible, las entrañas mismas del compositor; un espacio reservado al que se acude, al menos como intérprete, con una devoción religiosa.
El pianista aclara que hubiera deseado grabar los 21 nocturnos del autor polaco, aunque fue imposible por razones prácticas. Por ello, debió realizar una selección la cual abarca desde la primera hasta la última de esas piezas; eso posibilita una panorámica de la vida del compositor.
“Esta selección revela todo el espectro posible de Chopin. Tuvo su estilo perfectamente definido desde las primeras obras. Incluso, un nocturno como el Opus 9 número uno, con el que inicia la serie, es una sofisticación armónica sorprendente”, indica.
“Algo fascinante es que, compartiendo una premisa en la que se trata de composiciones que en principio establecen una atmósfera asociada con la noche y todos sus elementos, conforme pasa la vida de Chopin se vuelven obras sumamente abstractas.
“Los dos últimos nocturnos, e incluso otros más intermedios, no sólo presagian, sino que ponen en evidencia que (Gabriel) Fauré está por llegar; la armonía es muy sofisticada, muy inestable, y de un refinamiento extraordinario.
Hacer un disco como éste representa una cita pendiente para Cruzprieto: Era un proyecto añorado durante muchos años, pero esperé hasta el momento justo que consideré ya mi momento como intérprete para encarar este repertorio. Son obras que deben ser interpretadas en la madurez
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Además de los nueve nocturnos, incluyó la transcripción hecha por Earl Wild del movimiento central del Segundo concierto para piano de Chopin, por tratarse, dice, de un gran nocturno
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