La colaboradora de La Jornada participó en un coloquio en la Universidad Iberoamericana
En las calles de la ciudad de México y en muchos lugares de la República campea la violencia, dijo la escritora
De ustedes, los jóvenes, depende el futuro de México, expresó a estudiantes
la Vde la victoria. La fotografía fue captada el 14 de noviembre de 1968 y forma parte del Archivo Gráfico de El Nacional, que consta de 170 mil imágenes que fueron donadas al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México
Viernes 3 de octubre de 2014, p. 5
A 46 años del movimiento estudiantil de 1968 no han terminado los balazos en las calles de la ciudad de México ni en muchos lugares de la República, donde campea la violencia
, dijo la escritora y periodista Elena Poniatowska en el coloquio Memoria del 2 de octubre: reflexiones filosóficas y culturales, que el jueves se realizó en la Universidad Iberoamericana (Uia).
La colaboradora de La Jornada hizo una crónica, ayudada por testimonios de participantes y testigos de esa gesta, como el de la periodista italiana Oriana Fallaci (1929-2006), sobre los sucesos que se iniciaron con la represión contra estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y terminaron en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.
Asimismo, Poniatowska habló de Raúl Álvarez Garín, fallecido hace unos días, uno de los líderes más relevantes del movimiento del 68.
Al finalizar su alocución, la ganadora del Premio Cervantes de Literatura fue ovacionada.
Esta tragedia escindió la vida de muchos mexicanos: antes y después del 2 de octubre. 1968 fue un año que nos marcó a sangre y fuego (...) El fuego intenso duró 29 minutos, luego los disparos decrecieron pero no terminaron. Hoy, en 2014, a 46 años del movimiento estudiantil, ¿han terminado los balazos? Desde luego que no. No en las calles de la ciudad de México y no en muchos lugares de la República, donde campea la violencia.
Álvarez Garín, líder del 68 –afirmó la cronista– murió “en los días del asesinato de 22 personas en Tlatlaya, estado de México; cuando otros 22 mueren en dos días en Chihuahua; cuando aparecen cinco normalistas muertos en Ayotzinapa.
“Raúl Álvarez Garín muere en un país en manos de la guerra sucia contra el narcotráfico, en un país que nos hostiga, en el que se encarcela a los adolescentes, se les acusa, se les considera violentos, alcohólicos, drogadictos, desertores de la escuela, ignorantes, inservibles”, afirmó Poniatowska, acompañada por David Fernández Dávalos, rector de la Uia, y Alejandro Mendoza Dávalos, director de la División de Humanidades y Comunicación de esa casa de estudios.
“¿Qué diría de un país en el que se mata a los chavos?, de un país despiadado con su gente pobre, contra los migrantes, implacable con los niños, que daña a sus habitantes, en el que todos los mexicanos podrían preguntarse, ¿quién nos protege?, ¿qué diría de las modificaciones al reglamento y plan de estudios en el Poli, que disminuye el grado académico de ingeniero a técnico y convierte a cada muchacho en mano de obra barata?”
La autora del libro La noche de Tlatelolco afirmó que “de los jóvenes, de ustedes, depende México. Ustedes son el futuro y ya dieron la muestra de lo que pueden hacer con su movimiento #YoSoy132 (...) Nada mejor pudo unirlos como universitarios que esa declaración en el momento en que enseñaron con entereza sus credenciales, aclarando que eran estudiantes y no porros o gente pagada, como pretendió divulgar el PRI.
Con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, ustedes cumplen con su responsabilidad ciudadana, sólo con decir que no, como lo hicieron en 2012, se comprometen con la salud política de nuestro país.
Persisten incógnitas
Elena Poniatowska recordó también que hace más de cuatro décadas, “los 146 días, para los muchachos del Poli fueron de persecución policiaca, temor, falta de oportunidades, rechazo total (...) Toda esta larga marcha, a veces jubilosa, otras aterradora, porque ya había muertos y encarcelados, terminó en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968 a las seis y media de la tarde bajo la lluvia, con la entrada del Ejército que comandaba el general Hernández Toledo y el batallón Olimpia”.
“El movimiento estudiantil desafiaba al orden establecido y ponía en peligro la autoridad del gobierno, la de los empresarios y jefazos. Los embotellamientos, el súbito incendio de un autobús a la mitad de San Juan de Letrán, hoy Eje Central, la tea encendida de los transportes públicos, las vitrinas hechas pedazos, las interrupciones de tránsito, las colectas en la calle, las porras y los estribillos estudiantiles.
“Sólo una revuelta de jóvenes ilusos que creían que la ciudad era suya, que podían cantar de alegría y dejar salir al poeta que llevaban dentro, a su ángel de la guarda, al ego, al subconsciente, a la entrega al amor por el otro, a las fuerzas del bien y del mal. Adolescentes ingenuos que se imaginaron que las 500 mil personas que marcharon junto a ellos en las grandes manifestaciones los iban a proteger siempre, que apoyados por la multitud serían invencibles, jóvenes alucinados y espléndidos.
“Fue la punta de flecha de otros movimientos (...) Otros escritores José Revueltas, otros ingenieros Heberto Castillo, otros Gilberto Guevara Niebla, otros Raúl Álvarez Garín, otras Roberta Avendaña, La Tita, otras Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha, otros Salvador Martínez della Roca, El Pino, han aparecido en nuestro país. Quedan varias incógnitas. Nunca se ha revelado el número exacto de muertos, aunque The Guardian, en Londres, informó que fueron 250.”