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Las etapas del PAN
E

l PAN cumplió tres cuartos de siglo; en colaboración anterior me referí a su primera etapa y a sus principios de doctrina. En ésta considero las otras tres etapas por las que, en mi opinión, ha pasado este partido, hoy convertido en un engranaje y no el principal, del sistema que lleva a México hacia la pérdida de su soberanía ecómica y política.

La segunda etapa se inició 10 años después de la fundación, cuando Gómez Morín deja la jefatura y lo sustituyen sucesivamente tres presidentes, provenientes todos de Acción Católica: Juan Gutiérrez Lascuráin el primero; Alfonso Ituarte Servín, quien estructuró la economía del partido, y José González Torres (nada que ver con los venales del Partido Verde), líder moral y a quien se debe la consolidación de la estructura territorial de Acción Nacional y la afirmación del partido como un organismo de principios sólidos y base ética; fueron tiempos de escasez económica, de viajes en autobuses de segunda, hospedaje en casas de correligionarios, campañas modestas, pero de gran dignidad y alteza de miras.

En la tercera etapa, continuación de la anterior presidieron al partido profesionistas de clase media, que repartían su tiempo entre sus despachos y su labor política. Adolfo Christleib mantuvo una actitud valiente durante el movimiento de 1968, defendió a la universidad y encaró al gobierno; encabezó la primera etapa de los diputados plurinominales y redactó junto con Efraín González Morfín la Proyección de los Principios de Doctrina con un lenguaje moderno y el acento más marcado en la doctrina social. A esta etapa pertenecen Manuel González Hinojosa, abogado de gran valor civil que enfrentó en San Luís Potosí al tiranuelo Gonzalo M. Santos, y José Ángel Conchello, panista sui generis, que dio un gran impulso al partido en todo el país y casi sin recursos peleó batallas memorables por la democracia en comunidades medianas como Compostela, Nayarit; Tulancingo, Hidalgo, y Tehuacán, Puebla; en su tiempo se empezaron a cosechar triunfos y se renovaron esperanzas; son de esta etapa también el abogado de Acción Católica Abel Vicencio Tovar y el ingeniero Pablo Emilio Madero.

Madero, sin recursos, hizo una gran campaña en 1982, en la que logró más votos que los del Maquío Clouthier seis años después y con 20 veces más presupuesto; en la época de Madero no hubo componendas con el régimen y el partido creció y se le reconocieron triunfos importantes. Lemas de entonces muestran la independencia y el compromiso: México no tiene otras manos que las tuyas, No te enojes: empadrónate, Cuando Madero habla el pueblo entiende y El PRI todo lo controla, menos tu voto.

La cuarta y última etapa se inicia con la llegada de los empresarios que, aturdidos por la expropiación de la banca, buscaron espacio para su política. Antes de este hecho estuvieron cerca del poder, pero actuaban en la trastienda, negociando con el gobierno y actuando en favor de sus intereses particulares y no del bien común. Fueron su avanzada los bárbaros del norte, impulsaron al partido hasta llevarlo al poder, pero renunciaron en el camino a los principios que lo habían guiado y negociaron con el PRI, al que han servido a cambio de poco y se mantienen sin consistencia, sin respeto popular ni dignidad.

Llevaron, con el PRI y los empresarios, a la Presidencia de la República al patético personaje que es Vicente Fox y posteriormente a Felipe Calderón, que, desorientado y rodeado de neopanistas inconsistentes, nunca pudo, como quizás hubiera querido, enderezar el rumbo.

El PAN está tocando fondo de su decadencia, en medio de escándalos, fraudes, negocios privados al amparo del poder, moches, intrigas y pleitos no por ideales o principios si no por posiciones y canonjías. Pese a todo, se debe reconocer el papel que este organismo político tuvo durante sus primeras etapas, llevó los principios al debate político y proporcionó a los votantes una opción con matices socialcristianos y liberales; representó un papel importante durante los largos años de los gobiernos priístas en los que no era nada fácil militar en un partido democrático, con recursos económicos limitados y enfrentando a un sistema totalitario, que convocaba a elecciones, pero que no estaba dispuesto a jugar limpio.

En esa época, los partidos extremistas de derecha e izquierda no participaban en los comicios y despreciaban a quienes lo hacían; el que resiste apoya, decían. Los marxistas hablaban de una revolución que nunca iniciaron, mientras el PAN abría caminos de participación; tuvieron que venir personajes como Heberto Castillo y Arnoldo Martínez Verdugo para convencer a los progresistas de que la vía pacífica y democrática era viable.

El PAN anda muy mal y no merece mucha atención, pero es de justicia reconocer el importante papel que jugó en el camino a la democracia, manteniendo la fe en la vía electoral y formando ciudadanos.

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