uando hay referencias al estado de Sonora, se suele mencionar que es un emporio agropecuario y cuna de la revolución verde, la que prometía acabar con el hambre y la desigualdad en el campo. Que es asiento de culturas milenarias tan importantes como la de los yaquis (perseguidos por el régimen porfirista), mayos, cucapás, pimas y seris; que allí nacieron dos dirigentes de la Revolución, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. Se citan sus explotaciones mineras que la gente recuerda por las tragedias, la contaminación que ocasionan a las corrientes de agua y al medio en general y, no por el aporte al bienestar de los obreros que trabajan en ellas o a los pueblos donde están ubicadas.
La gran transformación económica, social y cultural de Sonora comenzó con las magnas obras de irrigación realizadas el siglo pasado por el sector público para abrir al cultivo cientos de miles de hectáreas antes desérticas. Se aprovechó para ello el agua de sus principales ríos y la de sus acuíferos, hoy sobrexplotados al extremo. Todo ello transformó poblaciones y alentó la presencia de numerosas actividades económicas.
Pero lo que todavía es desierto en Sonora sobresale por su rica biodiversidad, por ser el más importante de los situados en América del Norte. Los investigadores señalan que contiene más de 2 mil especies de plantas, mil de abejas y 450 de vertebrados. Que está ligado con el ecosistema marino del Golfo de California, que figura entre los más productivos del planeta.
En cuanto a la minería, se remonta a mediados del siglo XVII, cuando se descubren los yacimientos en Nacozari, entonces los más ricos del norte de México. Luego se sumaron los de Magdalena, Álamos, Cumpas, Oposura, Altar y otros que dieron lugar a la creación de poblaciones importantes como Hermosillo, La Colorada, Caborca, Rayón, Nacozari, Cananea y Cumpas.
Hoy la entidad ocupa el primer lugar en el contexto minero nacional, con más de 33 empresas que tienen concesionada casi la tercera parte de la superficie total del estado. Pero casi sin excepción esos negocios representan un alto riesgo social y ambiental. Es el caso de Los Cardones, ubicado en la Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna. O El Arco, del Grupo México, en el Área de Protección de Flora y Fauna Valle de Cirios, en los límites de Baja California y Baja California Sur. A estos dos se agregan los que existen en la región de Cananea, hoy en la mira de la opinión pública por el reciente desastre en la mina Buenavista del Cobre.
Contra esa minería depredadora que atenta contra la riqueza biológica del desierto sonorense, que contamina tierra, aire y agua, acaban de establecer un frente común investigadores de diversas instituciones nacionales (http://www.nextgensd.com ). Se trata de una nueva generación de especialistas encabezada por Alberto Búrquez, Nemer Narchi y Ben Wilder. Ellos exigen un cambio de rumbo por parte del gobierno federal en cuanto a la forma en que funciona la minería nacional. Entre otras cosas llaman a revisar la legislación vigente en la materia a fin de contar con una que realmente proteja a la población y al medio ambiente. No como en la actualidad.
México es el mayor productor de plata del mundo, el undécimo en oro y el duodécimo en cobre. El segundo mayor de fluorita, el tercero más grande de bismuto (utilizado en la industria farmacéutica y cosmética) y el quinto en plomo. El sector minero es la cuarta mayor fuente de divisas del país. En los últimos 15 años obtuvo, gracias a la tecnología, casi el doble de oro y la mitad de la plata que se extrajo en los siglos de la Colonia. Pero a su vez, las dos terceras partes de las emisiones tóxicas generadas por Mexico, Canadá y Estados Unidos se originan en la minería. Y buena parte de esas emisiones se localizan en Sonora y afectan no solamente sus recursos naturales, en especial el agua, sino también a la población.
Como expresan los especialistas que defienden la riqueza del desierto sonorense, la minería no debe ser más la actividad depredadora que despierta oposición por doquier, sino una actividad que sirva para el verdadero desarrollo del país, de sus habitantes y sin deteriorar el medio ambiente.