Opinión
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Dinero público frente a problemas urgentes
C

on motivo del último Campeonato Mundial de Futbol, conocidos escritores se ocuparon de resaltar su importancia. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, lo citó como factor de cohesión social y humana. El Nobel aprovechó uno de sus textos para decir que el derrumbe de la selección brasileña, que deslumbró su juventud, no le sorprendió y nada funcionó bien, pues había algo artificioso y antinatural en ese esfuerzo, que se traducía en un desangelado rendimiento de todo el cuadro, incluido el de su estrella máxima, Neymar. A su análisis futbolístico siguió el político. Sostuvo que lo ocurrido con la selección es un fenómeno que, desde hace algún tiempo, representa todo el Brasil: vivir una ficción que es brutalmente desmentida por una realidad profunda. No hubo ningún milagro en los años de Lula, sino un espejismo que ahora comienza a despejarse. Luego predijo que Dilma Rousseff sería relegida, con lo cual el pueblo brasileño estará labrando su propia ruina, pues tanto con Lula como con Dilma ha vivido una mentira que irán pagando sus hijos y sus nietos, cuando tengan que empezar a reedificar desde las raíces una sociedad a la que aquellas políticas hundieron todavía más en el subdesarrollo. Esperemos que, como en otros casos en que el Nobel se viste de pitoniso, se equivoque.

Sin embargo, ni él ni otros escritores refieren cómo el futbol encierra corrupción y prácticas indeseables. Comenzando por el organismo rector, la FIFA, señalada de vender las sedes de los próximos mundiales en Rusia y Qatar. Y continuando con Colombia, donde los capos del narco se apoderaron en el pasado de la dirección de algunos equipos. Luego la forma poco clara en que la selección argentina ganó el Mundial de 1978 para júbilo de la dictadura militar. Siguiendo con Italia, donde equipos y jugadores han sido acusados de evadir impuestos o arreglar resultados de partidos.

O España, donde el futbol es la diversión por excelencia, casi una religión desde tiempos del dictador Franco. Leo Messi, para muchos el mejor jugador del mundo, sigue en la mira de las autoridades hacendarias de ese país. Evadió, junto con su padre que le lleva sus negocios, impuestos superiores a los 13 millones de dó­lares por los ingresos que recibió en tres años por publicitar mercancías de grandes empresas. Las autoridades también sospechan que por ese mismo concepto son evasores otros ídolos: Ramos, Casillas, Alonso, Iniesta, Hernández y Piqué. Mientras, el club en el que juega Messi, el Barcelona, también está en problemas por ocultar el monto real de la contratación de otra estrella: el brasileño Neymar. Nada extraño en un país cuyos habitantes ven indignados el grado de corrupción de notables dirigentes del partido en el gobierno y de empresarios.

En México, el futbol profesional es una actividad marcada por la opacidad. En varias ocasiones se ha denunciado a los gobiernos de Puebla, Veracruz, Chiapas, Quintana Roo y Michoacán, por ejemplo, de utilizar dinero público para apoyar los equipos que dicen representar a la afición local. Igual el de Torreón. Menos se sabe de los pagos que los jugadores estrella deben hacer al fisco por el dinero que reciben al publicitar algunos productos. Mientras, los ingresos derivados del futbol para directivos, televisoras y patrocinadores privados, como las compañías cerveceras, van en ascenso. Ese dinero público destinado a una actividad profesional manejada por grupos empresariales, se necesita para atender problemas urgentes del medio ambiente y los recursos naturales; para poner la basura en su lugar; o evitar la contaminación y mal uso del agua, como en La Laguna, También para evitar la deforestación en Chiapas, Veracruz y Puebla.

Como el cuidado del medio ambiente no es asunto prioritario en la agenda de quienes gobiernan esas y otras entidades, el dinero que entregan a los equipos profesionales de futbol daría mejores resultados si se invirtiera en impulsar el deporte entre los jóvenes. Una forma de mejorar, junto con la educación, el trabajo y la cultura su situación física y mental, de alejarlos de la delincuencia. Y además, de ganar medallas en las competencias nacionales e internacionales y destacar en el deporte más popular del planeta.