Dice la campeona mundial Jessica Aguilar
Miércoles 19 de noviembre de 2014, p. a14
Jessica Aguilar, una de las mejores peleadoras de artes marciales mixtas, encaró decidida a Dana White, presidente de la UFC (Ultimate Figthing Championship), la empresa más grande de esta disciplina, y le entregó una tarjeta. Junto a la presentación impresa con los datos personales también le soltó una declaración con ecos de pronóstico: Yo seré su próxima campeona del mundo
.
White no titubeó al darle respuesta: Lo siento, pero en UFC no hay lugar para mujeres
.
Ese fugaz intercambio de declaraciones ocurrió en 2008, cuando Aguilar apenas tenía un par de años practicando artes marciales mixtas. En enero de 2014, la misma peleadora nacida en Poza Rica, Veracruz, pero que vive en Estados Unidos desde los tres años, conquistó su primer título mundial en peso paja de la World Series of Fighting, que compite directamente con UFC en el mercado de las artes marciales mixtas.
Cuando entré a este mundo a algunos les pareció extraño
, refiere la peleadora en el lobby de un hotel de la Zona Rosa de la Ciudad de México: Había algunos entrenadores que me dijeron que ellos no entrenaban mujeres
. Otros, abunda, hicieron caso a su olfato comercial e intuyeron que las féminas podían ofrecer combates técnicos y crudos como los hombres, y el ingreso de peleadoras a esta disciplina fue inevitable.
La UFC había aceptado la participación de mujeres en sus funciones un año antes de que Jessica ganara su campeonato mundial en 2014, por lo que conquistar el título en un deporte que no fue amable con la participación femenina le dio mayor significado.
Jessica tuerce la boca, el orgullo de ser pionera y campeona se esfuma cuando habla de la desigualdad entre hombres y mujeres en las artes marciales mixtas.
Un campeón como Caín Velázquez puede ganar unos 250 mil dólares en una pelea; yo no gano ni la mitad de lo que le pagan a él
, señala, pero como pionera y campeona quiero cambiar esa situación. Tengo una voz reconocida en este deporte, quiero luchar para que se reconozca que merecemos un trato igualitario.