uan Belmonte, el iniciador del toreo heterodoxo que no podía correr, tuvo que fiar a los brazos lo que le negaban las piernas. Belmonte no pudo limitarse a que los toros pasaran. Tenía que dejarlos en el sitio, en el lugar preciso y eslabonarlos al siguiente paso. Lo que resolvió con el mando de su toreo. Seguramente, lo más importante en el toreo. Lo más extraordinario en Belmonte, según los críticos, en especial don Gregorio Corrochano, de quien tomo estas ideas, no eran sus pases, sino los remates de sus pases. Ese momento en que el toro vuelve y el torero debe seguir toreando. Ese momento en que se decide quien manda: el toro o el torero.
Los toros en la actualidad tienen otras características que los que toreaba Belmonte. La tarde de ayer, nuevamente, toros descastados: unos mansos–mensos y otros mansos complicados y además débiles y rodando por el suelo. Lo mismo los de Bernaldo de Quirós, además de muy jóvenes, Obviamente, los últimos fueron de regalo. Uno de ellos tocó en suerte a Miguel Ángel Pereda, que pasó al toro sin picar y confió a su mando la faena. Metido entre los pitones de los toros, dio pases y pases a los que remataba quedando en el mismo sitio a eslabonar el siguiente. Bien aprendió el torero de Badajoz las enseñanzas del trianero don Juan Belmonte. Un toreo temerario que tenía que ser ensimismado por la debilidad del toro. Es decir, ajustó su toreo a las condiciones del astado. Consiguió romper el hielo de otra aburrida corrida. Una estocada entera pero desprendida fue el colofón y el otorgamiento de dos orejas que paseó por el redondel entre protestas por la segunda oreja. El triunfador de España en el verano pasado refrendó las actuaciones de Madrid y Bilbao, entre otras.
La tarde en que tomó la alternativa Fermín Espinosa Armillita demostrando clase y torería y que puede caminar en el mundo de los toros. No en balde cortó oreja y sumó la simpatía de los aficionados. Siguiendo la línea de la familia, a los 18 años alterna al lado de las figuras. Herencia de su abuelo, don Fermín Espinosa Armillita, quien a los 16 años podía con los toros que se lidiaban en España en los años 20 del siglo pasado. En la misma época, los hermanos Bienvenida –otra dinastía torera– de la misma edad eran becerristas.
Miguel Ángel Perera a hombros por el mando de su toreo.