Tercera llamada
e cumplen dos años del sexenio y ya se escucha la tercera llamada, tercera llamada... Mañana lunes, a escena. Pero ya aparecieron los combates de fieras y domadores, y a caballo los jinetes que no saben o fingen no saber que no es lo mismo atrás que en ancas; hubo drama y melodrama, insistentes espectáculos de luz y sonido en el Zócalo y un impactante festejo veracruzano que revivió las glorias del Quince Uñas y la nostalgia por las sonrisas de Sayula.
Afuera, en la penumbra, la violencia que no cesa y la ausencia espantosa de la justicia. De la desigualdad, ni hablar. Pero el impacto bestial de Ayotzinapa dio la vuelta al mundo. Tsunami que destapa tumbas colectivas y mueve a las conciencias ajenas a condenar al México Bárbaro que no se ha ido, que es el mismo que narró John Kenneth Turner en los fundos henequeneros de Yucatán, donde los peones acasillados eran esclavos y un día estalló la guerra de castas. Dos años de activismo reformista y cayó la noche. Enrique Peña Nieto acudió al método del persistente sistema. El nuestro es un régimen presidencial en toda la línea, todavía. Cuando el lugar común de México, estado fallido
llega hasta Uruguay, aunque el presidente Mujica recupere después el reconocimiento debido a México, al estado refugio de perseguidos y heraldo de los derechos sociales, es tiempo de que el titular del Poder Ejecutivo asuma la responsabilidad del cargo.
Poder que se deposita en una sola persona. Peña Nieto tropezó con la misma piedra en tiempos cortos y sucesivos. Cayó la noche y acudió al método probado, aunque el vicio de estructurar decálogos deslave el tinte republicano y deje insistente rastro de mandamientos bíblicos. En Palacio Nacional tomaron su lugar los espectadores que, como los de Pirandello van en busca de autor. Y aplauden. Son parte y comparten únicamente lo que a cada uno halague o anticipe beneficios materiales en lo individual y potencial remedio colectivo. Afuera, en la lluvia, en el hambre, en el reino de la desconfianza y el descrédito de la clase política, se imponía, se impuso, aceptar que Peña Nieto reconocía públicamente las fallas y errores, las gravísimas consecuencias del dejar hacer, dejar pasar, a ras de tierra, donde los caciques políticos y los capos del crimen organizado han llenado el vacío que deja el abandono del poder constituido.
Eso y nada más. Que no es poca cosa. En el circo de la política la inconsciencia repite el llamado a la inmediata renuncia de Enrique Peña Nieto a la Presidencia. A pesar de la tímida pregunta de los que buscan refugio en lo racional: “Y después qué, ¿quién asumirá el poder que durante tantos años creímos omnímodo y así lo convertimos en fetiche? A pesar de eso y de todo, se impone el hartazgo. Y con él, la oratoria de la desmesura que pregona razones que la razón no entiende. Andrés Manuel López Obrador tiene de esas razones en abundancia: que renuncie Peña Nieto ya, antes del primero de diciembre para que no tenga que recurrirse a la elección en el Congreso que la Constitución señala, afirma. Y suma dividendos adicionales: con dicha renuncia se acaba la corrupción.
Hay que volver al discurso del método y el quizás único acierto del pronunciado en Palacio Nacional por Enrique Peña Nieto el jueves pasado: aceptar la realidad, reconocer el imperativo de enfrentar la fuerza desbordada de la impunidad; intentar la restauración del imperio de la ley; confesar que la desigualdad que agobia a la nación tiene trazos y linderos geográficos, además de los impuestos por el dominio del capital acumulado en pocas manos y el hambre que padecen más de la mitad de los mexicanos. Ante todo: escuchamos viejos argumentos y enunciados breves, casi apuntes sobre problemas complejos y de infinitas facetas; faltó el cómo a lo apuntado de qué. Es natural, pero debió preverse y así exponerlo. En cuanto vinieron las críticas agrias y duras, salió el vocero de la República y, luego, obligadamente, acertadamente, el propio expositor: casi todo lo propuesto lo ha sido anteriormente; hay temas que ya están ante el Congreso.
Menos mal. Porque en el otro extremo de la desmesura tropical, los pregoneros de la derecha y el derecho natural que es dogma, mandamiento y resabios de lógica tomista, hicieron repicar la campanas para reivindicar la paternidad del combate a la corrupción y la iniciativa presentada, en la más reciente versión, por Gustavo Madero, el aspirante. Así ha de ser. Pero la corrupción está con nosotros desde siempre. Hoy asume rostro y estilo adecuados a la contemporánea complicidad entre poseedores y detentadores del poder, del constituido, de los poderes reales y fácticos; del poderoso caballero don Dinero que hoy dispone del que está tras la mira de un cuerno de chivo y de la alquimia que hace de la amapola, goma de opio, heroína y millones de dólares.
Por cierto, ahora que de Estados Unidos ofrece ayuda para localizar e identificar a los 43 desaparecidos
de Ayotzinapa, además de agradecerla, hay que recordar que la droga se hace invisible en cuanto cruza la frontera norte. Y lo que escribe en estos días Bill Moyers sobre la corrupción, el dinero, la política y los togados ministros de la Corte Suprema, de allá de aquel lado: “Los constituyentes debatieron el significado, el sentido, de la corrupción en la Convención Constitucional de 1787. Los regalos a políticos que eran llamados soborno, peculado, los llaman hoy día contribuciones
. Y la Corte Suprema concede a las grandes corporaciones los derechos que la Constitución reservara para el pueblo, al decirles que pueden dar lo que quieran para elegir a políticos que favorezcan sus intereses.”
Que son personas morales
, dicen. En el INE, ajuste centralista del federalismo que ha hecho a los estados dependientes del poder central, de lo que recauda la Secretaría de Hacienda, ya han establecido el monitoreo de radio y televisión, fundos a los que van a dar los fondos públicos destinados a evitar que las corporaciones
o los lavadores de dinero paguen las campañas y propaganda de los partidos políticos. ¿Cohechos, sobornos? No, el acierto consistió en que fueran financiados por el Estado. Hace años, Pablo Gómez supo decirles que eran concesionarios y no dueños. De las reformas aprobadas surgió ya la concesión de dos cadenas de televisión abierta.
Del pasmo de los asistentes a Palacio Nacional hace dos años, por el aviso del retorno de la rectoría del Estado en materia económica y en telecomunicaciones, a la calma con la que se acepta la resolución en puerta y el ambiente de apoyo a ese estado rector en la 56 Semana Nacional de Radio y Televisión, donde Tristán Canales, con experiencia política en el ámbito público y privado, expuso el respaldo a las reformas y el papel de la CIRT en el logro de las mismas. Ventajas de lo que los anglosajones llaman la puerta revolvente
.
Cuauhtémoc Cárdenas demandó la renuncia de Carlos Navarrete a la conducción del PRD. Navarrete invocó al Consejo. Cuauhtémoc aceptó reunirse en público con Navarrete. Plática de consecuencias previstas, ineludibles: los Chuchos no dejan el partido y sus prebendas. El hijo del Tata deja el PRD y anuncia que seguirá activo en defensa de sus convicciones.
El PRI ante el dilema de la desmemoria y el fantasma de viejas pesadillas. El PAN y el PRD en ruinas. Elecciones en circo de tres pistas y aparecen los payasos. Alguien tendría que parafrasear a Clemenceau y, ante la crisis angustiosa del país, decirles que la política es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de estos políticos.