Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No sólo de pan...

De gratitud

A

cabas de comer y das las gracias a quien te preparó la comida y/o te la sirvió (si eres una persona normal). Yo con frecuencia escucho en boca de nuestra gente humilde la respuesta A Dios le demos. Sería lo mismo decir a Natura y Cultura les demos las gracias, y pensar al tiempo: yo, como todo mi pueblo, somos parte de ellas y merecemos gratitud. Pero no de la que espera el amo del perro, como sucede en el asistencialismo no desinteresado, sino de la que habita a cada persona cuando abre los ojos y está viva, sana y satisfecha material, emocional y espiritualmente. Lo que sólo se consigue en una sociedad justa, con un gobierno que en los tres niveles y en los tres poderes sea honesto y esté a la escucha de su pueblo.

Esta reflexión viene a cuento por muchas razones, una de ellas por el mundialmente conocido Día de Acción de Gracias que celebran los estadunidenses, y porque éstos parecen haber sacado de la historia a los norteamericanos o, ¿sabrán aún las generaciones presentes de todo origen étnico que al desembarcar de uno de los muchos Mayflower del siglo XVII, en el Cabo Cod, hoy estado de Massachusetts, los padres peregrinos que, refugiados en Holanda de la persecución que sufrían por parte de la Iglesia anglicana, se embarcaron en nombre de aspiraciones puritanas para su vida cotidiana, y encontraron en este continente seres de carne y hueso dispuestos a darles maíz para comer y cobijo en sus aldeas?

¿Qué sucedió en la historia oficial reciente para que las últimas noticias de ese trágico desembarco, donde la mitad de los pasajeros y tripulantes había muerto en el camino o estaba a punto de fallecer por falta de alimentos y agua en el brutal frío del paralelo 42º N, fuera salvada por cinco tripulantes que bajaron a tierra y encontraron una aldea vacía con montículos donde se conservaban milagrosamente abandonados maíz y frijol? ¿Será posible que el único humano a quien los ingleses puritanos puedan agradecer el final de su travesía atlántica haya sido Squanto, único sobreviviente de la tribu patuxet, misteriosamente exterminada en su ausencia por una enfermedad de la que se salvó gracias a haber sido capturado y vendido como esclavo, convertido al cristianismo y vuelto intérprete? ¿Y por qué no agradecer también, en ese caso, a Samoset, alto dignatario abenaki que llevó a Squanto a los peregrinos desde su llegada en 1620? ¿Por qué en este día no se agradece a Hobomock, algonquino de la Confederación Iraquesa, también converso al cristianismo y embajador de los padres peregrinos ingleses ante su propio pueblo? ¿Y al jefe Wampanoag, Ousamequin o Pluma Amarilla la ayuda que les dio? ¿Por qué no existen los pueblos originarios en este día?

¿Y en qué quedamos: o los peregrinos puritanos, fundadores de la democracia estadunidense, encontraron una gran casa europea abandonada y una tetera de hierro y ahí se instalaron, o se apropiaron del pueblo patuxet, que estaba desierto por muertes infecciosas?

¿Qué salvó a fin de cuentas a los recordados fundadores de las 13 colonias, si no es el aprendizaje de la siembra de las Tres Hermanas: maíz, frijol y calabaza, y de los tubérculos como el camote, la recolección de nueces, bayas y frutos rojos silvestres, las técnicas locales de pesca de mariscos y caza de guajolotes salvajes, castores y cérvidos, enseñados tanto por las mujeres como por hombres?

Tal vez no sea el Thanksgiving un día apropiado para recordar que los padres peregrinos comenzaron por robar el maíz de las ofrendas, como en Nauset, situado en el Cabo Cod, donde desembarcaron, ni traer a cuento la masacre del año siguiente, en las mismas fechas en que se celebra el desembarco, contra alguna de las tribus que los habían recibido, usando los cañones y las piezas de artillería que trajeron a América consigo para defenderse de los europeos y los nativos en caso necesario… porque, en el fondo, no deja de ser conmovedor que varios millones de personas se sienten en familia a celebrar alrededor de una mesa bien servida, con un pavo al horno, puré de manzana bañado con el jugo del pavo, camotes, verduras americanas como frijoles verdes en sus vainas y, desde luego, maíz tostado o cocido y que la gente inunde las calles con máscaras de carnaval invernal… para dar las gracias por un evento feliz de su propia historia. Tienen derecho. Aunque en la otra cara de la moneda habrá quienes no tengan nada que festejar el mismo día.

¿Cuántos podremos sentarnos alrededor de la mesa de Nochebuena en México sin pensar en los 43 + 11 + (signo de infinito)? Y cuántos otros no nos sentaremos porque Ayotzinapa y México doliente somos todos. ¡Vivos y libres los queremos de regreso antes de Navidad!

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