Viernes 5 de diciembre de 2014, p. 32
Santiago.
Cuatro ex prisioneras políticas sacaron del olvido un espantoso cuadro de violaciones, vejaciones y torturas a que fueron sometidas durante el régimen militar de Augusto Pinochet (1973-1990), al prestar declaraciones esta semana ante un juez en demanda de reparaciones por parte del Estado chileno.
Las querellas fueron presentadas en mayo, aun cuando los hechos ocurrieron en los primeros años de la dictadura pinochetista que derrocó al presidente socialista Salvador Allende, sobre la base de que Chile es parte de un acuerdo internacional de derechos humanos que impide que estos delitos prescriban, ya que desde 1993 quedaron clasificados como crímenes de lesa humanidad.
Las cuatro querellantes: Alejandra Holzapfel, Nieves Ayress, Soledad Castillo y Nora Brito, dijeron que en este juicio esperan se pueda establecer que la violencia política sexual y la tortura son dos crímenes diferentes, por lo que queremos que en este país se incorporen estos delitos al Código Penal y los responsables puedan ser castigados
.
Holzapfel, quien viajó desde Estados Unidos para presentar su testimonio ante el juez especial Mario Carroza, dijo a Radio Bio Bio: nuestro objetivo es que los jóvenes que hoy día salgan a manifestarse no sean objeto de violencia política sexual
. Sus compañeras agregaron que se debe perder el miedo y denunciar las vejaciones sexuales que sufrieron durante su detención.
El horror
Estas activistas de izquierda relataron haber vivido estos horrores en lugares como la Venda Sexy de Londres 38, en pleno centro de la ciudad, y un ex local del Partido Socialista frente al templo de San Francisco, entre otros.
Nieves Ayress, militante socialista y después en las filas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, fue detenida en 1974 cuando tenía 25 años, al igual que su padre Carlos y un hermano del mismo nombre, por la policía militarizada de Carabineros y luego por la Dirección Nacional de Inteligencia. Fueron llevados al centro de torturas en Londres 38.
Nieves denunció: colocaban ratas en mi vagina, y luego me daban choques con electricidad. Al recibir el choque, las ratas se desesperaban y hundían sus garras en la carne de mi vagina. Se orinaban y defecaban en mi cuerpo, introduciéndome el virus toxo plasmosis. Los torturadores me violaron, insultándome y forzándome a tener sexo oral con ellos.