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Las intermitencias de la muerte

Con 43 piezas, Maribel Portela aborda el inexorable momento de partir
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de enero de 2015, p. 3

No se pensó así, sin embargo, 43 fueron los personajes, todos diferentes entre sí, salidos de los hornos de Maribel Portela. La escultora en cerámica asegura que nunca quiso decir cuántas piezas iba a hacer para la instalación Las intermitencias de la muerte, título tomado de la novela de José Saramago, que exhibe desde finales de octubre en el Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), sin embargo, tenía pensado que fueran entre 40 y 50 figuras. No quiso decir el número total ya que también preparaba una exposición para Monterrey en la galería Drexel y no sabía hasta dónde podría llegar.

Pero salieron 43, el mismo número que los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, de allí que la artista decidiera dedicar su instalación a sus familiares.

La obra se exhibe en un espacio sui géneris del Antiguo Palacio del Arzobispado: la llamada ventana arqueológica del Museo de Sitio, que revela un fragmento del templo dedicado a Tecaztlipoca. Como la parte de la escalinata queda debajo del nivel del espectador, para que ésta sea más visible es reflejada en un espejo. Fue en la pequeña escalinata donde Portela colocó el conjunto de obras que personifican la inexorable transición entre la vida y la muerte. La obra más bien se aprecia mediante su reflejo.

Como no era su intención hacer la típica ofrenda de muertos, invitó a participar en el proyecto a El Colegio Invisible, colectivo independiente formado por jóvenes biólogos, bioquímicos, biotecnólogos, médicos, ingenieros, economistas y fotógrafos que fomentan la conciencia, el interés y la participación ciudadana en proyectos educativos, ecológicos, sociales y culturales, por medio de la difusión, el trabajo multidisciplinario y la labor altruista.

Al contarles el proyecto, los biólogos y bioquímicos, en particular, le sugirieron hacer algunos sustratos preparados por ellos con diferentes materias vivas, que después se aplicaron a algunas esculturas teniendo como resultado hongos, musgos y plantas.

Mientras por un lado el cuerpo humano está lleno de vida, por el otro Portela siente que todos los días morimos un poco. Además, estamos llenos de hongos, bichos y bacterias. El investigador Juan Coronel Rivera escribió en tono jocoso para el catálogo de la muestra: “Soy uno de esos dioses de Maribel –todos lo somos–, me estoy quedando calvo porque un hongo seborreico crece en mi cuero capilar.

Otro hongo crea un olor a gorgonzola en mis pies, eso sí, del muy caro. Todos somos portadores de más de 100 gramos de microorganismos que habitan en nuestra piel, estómago, boca y oídos. Y si no lo hicieran, seguro moriríamos.

Agrega: Maribel propone una ofrenda mortuoria en los términos más puros del concepto. La muerte, el sacrificio por excelencia, dará continuidad al mundo; estas esculturas son el cordón umbilical de aquel círculo: el ouroboros.

Las intermitencias de la muerte se exhibirá hasta el 28 de febrero en el Museo de Arte de la SHCP, Moneda 4, Centro Histórico.