La Orquesta y Coro Sinfónico Juvenil Don Bosco realizan gira en Estados Unidos
A capella interpretaron Te quiero, poema de Mario Benedetti, en una iglesia de Washington
Más de 500 estudiantes participan en esa iniciativa similar al Sistema de Venezuela
Sábado 2 de mayo de 2015, p. 3
Washington.
Es un gran orgullo, dice Verónica, una abuela salvadoreña, a punto de escuchar un concierto de niños de su país que buscan en la música el escape a la violencia, esa misma que los empuja por miles a emigrar a Estados Unidos.
La noche del pasado miércoles los bancos de la iglesia santuario del Sagrado Corazón de Jesús en Washington se llenaron casi exclusivamente con familias salvadoreñas, la comunidad de latinos más numerosa de la capital estadunidense.
La Orquesta y Coro Sinfónico Juvenil Don Bosco iban a presentarse.
Integrados por niños de 60 escuelas públicas de las zonas más pobres y violentas de San Salvador, la orquesta y el coro pretenden a través del estudio de la música levantar la autoestima de más de medio millar de muchachos y hacerles descubrir talentos que posiblemente desconocían.
Y en el camino evitar que caigan en manos de las peligrosas pandillas o maras, que controlan territorios y se enfrentan a sangre y fuego con las fuerzas policiales.
Tras un concierto a casa llena el lunes en el prestigioso Centro Kennedy de la capital estadunidense y antes de cerrar sus presentaciones el pasado jueves en el Banco Mundial, el grupo interpretó un repertorio más íntimo en la iglesia.
El coro mixto de niños y niñas abrió a capella con el poema Te quiero, de Mario Benedetti, y siguió con obras de Mozart y Schubert.
Una soprano llena el templo de bóvedas azules con su interpretación de Bambino Caro, de Giacomo Puccini, y otra joven ofrece un solo de violín.
Pobreza y criminalidad
La comunidad salvadoreña en Washington observó alarmada el año pasado cómo las duras situaciones de pobreza y criminalidad en su país –al igual que en Honduras y Guatemala– empujaron a un número inédito de niños a intentar cruzar solos la frontera estadunidense.
Para Carlos Muñoz, un trabajador de una clínica, de 65 años, y un tercio de su vida pasada en Estados Unidos, la orquesta es un rayo de esperanza.
Es un buen aliciente para los salvadoreños que vivimos aquí, porque vemos que hay personas que se están esforzando por ayudar a estos niños que están en peligro de caer en problemas
, expresa.
Son dos realidades distintas pero nos une un solo corazón
, afirma unos bancos más adelante Verónica, emocionada por el concierto.
La orquesta se creó en 2011 bajo la batuta del sacerdote español José Moratalla. Los instrumentos sólo llegaron después de un año, con los aportes de un millón de dólares de Japón, administrados por el Banco Mundial.
La filosofía es similar al renombrado programa público de educación venezolano El Sistema
, pero Moratalla no admite una influencia directa y advierte de diferencias evidentes en tamaño y presupuesto gubernamental.
Cuatro años después, 300 niños integran el coro y otros 250 la orquesta. Moratalla se felicita de los logros: Se percibe en ellos seguridad, autoestima, sociabilidad, intercambio muy grande y preocupación por el trabajo en equipo
, señala.
Pero estar de gira en Washington, con todos los gastos pagos gracias a patrocinadores privados era difícil de pronosticar, señalan los organizadores.
Milagroso
Es milagroso
, dice el director del conjunto orquestal, Bryan Cea, detrás de un confesionario.
Un milagro del trabajo
, matiza Cea, quien a sus 26 años no es mucho mayor que sus alumnos y su historia personal es muy similar.
Se crió en la populosa y caótica barriada de Soyapango, territorio de las maras en la capital salvadoreña. No puede entrar nunca a una colonia de ese tipo solo. Porque si entra no va a salir
, advierte.
Cea dice que tuvo la fortuna de crecer junto a unos vecinos brasileños que fundaron una iglesia, donde aprendió piano y violín.
Cuando se integró a la orquesta no había dinero aún y todo era una ilusión, afirma. Ahora cree que con sus indicaciones los jóvenes pueden llegar a un nivel profesional.
Lo que mejor hace un músico es escuchar
, añade.