El poderoso metal de la banda británica fue más rápido que la luz y trastocó a seguidores
Los 12 mil asistentes al Palacio de los Deportes lucieron con orgullo su vestimenta oscura y se rindieron a temas como Dragonaut, Metal Gods y Breaking the Law
Ágora, digno telonero
Domingo 10 de mayo de 2015, p. 5
La noche del pasado viernes, el sonido de Judas Priest fue más rápido que la luz y el fuego flameaba más; el viaje sonoro llevó al público a mundos aún vedados a la ciencia, a planetas rojos, paisajes marcianos, seres difusos y hundidos en un vértigo, ojerosos y con la mirada fija.
Es el poder del heavy metal de cinco estrellas del grupo británico fundado en 1969, pero que la historia ubica como un río que se desborda en 1974. Son más de 40 años de experiencia, desde que nacieron casi a la par del fin de la agrupación Los Beatles.
José Fors ha dicho que los roqueros ingleses y gringos le llevan un buen rato de ventaja a sus colegas de países como México. No se trata de malinchismo, sino de un hecho.
Del Palacio de los Deportes miles de voces se hicieron una y la emoción se conjuntó en roqueros de viejo cuño, quienes ahora irán a Puebla a seguir la fiesta con Deep Purple, para otro vértigo con humo en el agua.
Los mexicanos del grupo Ágora hicieron su labor de teloneros y dejaron el escenario caliente. El dato, la experiencia, ya forma parte de su currículo.
La hora de la verdad llegó. Las luces robóticas comenzaron a girar y Battle Cry fue un intro adhoc. Impulsados por un resorte, miles se levantaron y ya no se sentaron durante dos horas y media. Dragonaut y la emblemática y autobiográfica Metal Gods, en una invocación sacerdotal provocadora.
Los 12 mil asistentes, la mayoría roqueros que no transigen, lucían con orgullo su vestimenta oscura, sus chamarras de cuero, actitud alivianada, contraria a la idea que despiertan en gente descontextualizada. Son más tranquilos que otros públicos de otra música.
Respondieron a la convocatoria para ser parte de la gira Reedemer of Souls Tour. Rob Halford, vocalista capaz de lastimar tímpanos, saludó a la banda azteca: ¡Hola, México, ¿están listos para rockear? ¡Pues vamos!
La serie de éxitos incluyó Devil Child y Victim of Changes.
Pequeña jactancia
Papás que llevaron a sus hijos con la esperanza de que les guste el metal cruzaban los brazos con una pequeña jactancia.
Tres periodistas que son hermanos de sangre compartían las chelas ante el sonido del sacerdote y acercaban el cáliz. Love Bites fue una bomba que estalló en los cerebros. ¡A moverse! Los largos solos de guitarra parecen infinitos y los dedos danzan por todo el diapasón. El Palacio de los Deportes se trastoca. Es una cueva con ecos. Así, hasta el clásico de metal Breaking the Law. El zombi tiene la mirada perdida. Su mente está en otro mundo. Los pistones suben y bajan engrasados, los engranes giran como piezas de un reloj. En las pantallas el ritmo no cesa y miles hacen el martinete, el movimiento hacia adelante y atrás que agita neuronas.
El metal es mental y rechina en los dientes. Paintkiller exige a Rob Halford. Su garganta es una sirena durante un bombardeo de luz y de sonido, cuyos artífices son Glenn Tipton y Richie Faulkner, más la bataca de Scott Travis y el bajo de Ian Hill.
Rob Halford se despidió: México es una ciudad hermosa. Muchas gracias, amigos
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