Jueves 21 de mayo de 2015, p. 8
Por el concepto, la entrega; por ser durante casi tres horas un largo e intenso meddley sin pausas ni ruidos, ni uso de recursos tramposos para que corra el tiempo, el primer concierto en el Auditorio Nacional del Amo Tour de Miguel Bosé, merece un adjetivo: ¡chingón!
Fue una presentación plena de dadivosidad con la que el cantante marca un antes y un después respecto de sí mismo.
Lo había anunciado: hay que olvidar el Papitour y centrarse en adelante en Amo, que considera su mejor disco. Bosé ha capitalizado su obra y el formato de sus conciertos es para que brillen las canciones, sean cobijadas por los coros, con los arreglos originales.
Fueron 23 de sus éxitos, uno tras otro, sin apagar las luces del foro. En este caso, el inicio de cada tema era motivo para chocar las palmas. Estaban sus seguidores, sus contemporáneos, quienes lo han seguido desde su famosa canción Linda. Hoy habla de ligues, de ser él el objeto de deseo.
A las 20:36 comenzó el rosario de sentimentales, con la cadencia que marca el estilo Bosé, un beat tranquilo, relajado. Comenzó con Amo, rola que da título a su nuevo disco y a su actual gira. Ha explicado que es una pieza con la que transmite todas las ciencias y artes que han estado presentes en su vida.
Esto lo ha hecho definirse como curioso incansable, buscador de respuestas, investigador de lo que no se ve a simple vista.
Encanto y Libre ya de amores, para intercalar El hijo del capitán Trueno, donde cita lo que el padre espera del vástago, a manera de un cuento. Hace que el Auditorio se cimbre con Salamandra, que lo hace caminar de costado. Sus músicos siguen el baile, en la coreografía; lo mismo hacen cientos de los asistentes. Nena, que habla de ámbar y arena, boca insaciable. Aire soy, que anima a bailar a los tullidos y a una mujer que empuja a los que tiene al lado. Soy aire, viento no. ¡Fiuuuu!
Horizonte de las estrellas, Sólo si, Te comería el corazón... ¡Sevilla! El orgullo sin chovinismos. Un himno boseísta. Abajo el ritmo: Si tú no vuelves, que regresa a la cadencia, al ritmo y latido del hijo del torero.
Tú mi salvación, Dame argumentos, Nada particular, en la que la utopía llega a la mitomanía de Robinson Crusoe; Partisano, en cuya interpretación las luces robóticas se alinean y crean un escudo para el guerrero. Como un lobo, Morenita mía, en la que aclara que no está dedicada en exclusiva para las morenas, sino para las rubias. negras y... todas, pues todas son hermosas. Cierra con Sí se puede.
Segundo encore: Te amaré... ¡Te amaré, México!
, para cerrar con Por ti, un reconocimiento al hecho de amor de hacer todo por alguien. Por ti.