l Congreso griego aprobó ayer, por amplia mayoría, el proyecto de referendo propuesto por el primer ministro Alexis Tsipras para que los ciudadanos de la nación mediterránea decidan el próximo 5 de julio si aceptan la última oferta realizada por los acreedores de ese país –la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional–, la cual consiste en extender por cinco meses su programa de rescate, con un financiamiento de al menos 12 mil millones de euros, a cambio de un programa de ajustes fiscales y más reformas de cuño neoliberal. Al exponer la iniciativa, Tsipras instó a sus conciudadanos a que digan un gran NO al ultimátum
de los acreedores.
El precedente ineludible de esta convocatoria a definir el rumbo de Grecia –y de Europa, en buena medida– mediante el voto popular, es la falta de acuerdo entre el gobierno de Atenas y la troika europea para buscar una salida a la difícil situación económica del país helénico: a pesar de que Atenas puso sobre la mesa la posibilidad de realizar ajustes adicionales que no implicaran un sacrificio mayúsculo de su población, los poderes que dominan de hecho la definición de la política económica en naciones europeas occidentales mantuvieron una postura irreductible y sostuvieron que no sería aceptable ninguna fórmula que se alejara de la preceptiva neoliberal, que consiste precisamente en procurar la salud de los indicadores macroeconómicos aun a costa del sufrimiento de las mayorías.
En ese sentido, mientras que algunos medios internacionales al servicio de los intereses financieros acreedores afirman que la postura del gobierno heleno implica abortar
la posibilidad de una solución negociada entre Grecia y sus acreedores, la realidad es que han sido éstos los que han colocado a Atenas ante la perspectiva indeseable de asumir el desgarrador costo social de permanecer en la zona euro o enfrentar la perspectiva de salir de ella.
El gobierno griego, por su parte, no ha hecho sino refrendar el sentido del mandato popular que colocó en el poder a una coalición de izquierdas como Syriza: el rechazo a la mansedumbre que mostraron en su momento los gobiernos de Nueva Democracia y el Partido Socialista Panhelénico (Pasok) frente a la política económica dictada desde Bruselas.
Esa misma vocación democrática se expresará ahora con la consulta sobre la aceptación o no de las condiciones impuestas por la troika europea. En caso de que la mayoría de los griegos se incline por el no
, Grecia podría enviar al mundo un mensaje de autodeterminación que más temprano que tarde cundiría entre las sociedades de otras naciones europeas con problemas de endeudamiento.
Al día de hoy están a la vista el dramático y brusco descenso de los niveles de vida, la furia social y la inestabilidad política que producen las recetas emanadas de Bruselas y Washington. Cabe preguntarse si los griegos transigirán ante las campañas internacionales de linchamiento contra su gobierno o si harán valer una soberanía nacional que por ahora se mantiene en un plano meramente teórico y de obligada supeditación a los designios de entidades financieras trasnacionales, acreedores privados y gobiernos de países poderosos.