Donald Trump en su laberinto
ingún millonario en Estados Unidos es tan adicto a los pleitos dentro y fuera de los tribunales como Donald Trump. Lo mismo con las tres esposas que ha tenido que con sus cinco hijos y algunos de sus socios. Cabe señalar que se ha declarado en quiebra financiera cuatro veces por su necedad de sacar adelante proyectos faraónicos. Pero supo aprovechar esas bancarrotas al restructurar sus adeudos y salir fortalecido económicamente.
Demandó a una candidata a Miss Universo, el negocio que le ha dado fama internacional pero también revelado su pensamiento ultraconservador. Estafó a centenas de incautos que pensaron que en la universidad que fundó y lleva su nombre recibirían una capacitación de alto nivel que les garantizaría éxito empresarial en el mundo inmobiliario. Le llovieron las demandas y él se defendió con razonamientos fuera de lugar y exigiendo indemnización a los que lo acusaron de abuso de confianza.
Como no perdona el éxito ajeno, y menos si es de un mexicano, cuando Alejandro González Iñárritu obtuvo el Óscar por su multipremiada película Birdman, el señor Trump escribió: Los Óscares fueron una gran noche para México, y cómo no si están estafando a Estados Unidos más que cualquier otra nación
. Mostró su enfado porque el laureado director y los que participaron en dicha cinta recibieron otros reconocimientos: “¿Qué está haciendo? ¿Se va a llevar todo el oro? ¿Tan buena es la película? Yo no he escuchado eso… Los Óscares son un mal chiste, casi como nuestro presidente. ¡Tantas cosas están mal!”
Ahora aspira a ocupar la Casa Blanca en enero de 2017. Con 69 años y una fortuna que sobrepasa los 4 mil millones de dólares, lleva su campaña por la nominación del Partido Republicano montado en el racismo más rampante y con llamados a sellar las fronteras contra la migración indocumentada.
En aras de obtener publicidad y votos, optó por acusarla de todos los males que padece la gran potencia. A los migrantes los señala de violadores, propagar el crimen, la violencia y las drogas. Pero aclara que no todos son así y que ama a los mexicanos. Pero no a Columba, esposa de Jef Bush, que es de Guanajuato.
Mas su discurso racista le pega donde más le duele: en sus negocios. Una de las tiendas tradicionales de Nueva York no venderá sus corbatas y camisas. Grandes cadenas de televisión no transmitirán el concurso de belleza que él controla. Y el alcalde de Nueva York , Bill de Blasio, revisará los contratos que tiene con el empresario, entre ellos el campo de golf que explota en el Bronx.
En cambio, las declaraciones del millonario despiertan a la América profunda, como ayer el Tea Party. No obtendrá la nominación de su partido. Bien lo definen los medios estadunidenses: es un ladrador de carnaval, adicto a llamar la atención sobre sí mismo
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