Opinión
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Jazz

Festivales y homenajes

F

estivales de todos tamaños, pretensiones, emociones y densidades se celebran en el país. Simultáneamente, el 31 de julio comenzaron las fiestas del jazz en los estados de Hidalgo y Jalisco. Previamente, del 15 al 19 del mismo mes, la ciudad de Córdoba celebró la segunda edición de su encuentro. Y en julio también, el Festival de Rock Progresivo y Jazz Fusión detonó en Iztapalapa.

En Córdoba, bajo la batuta y la tenacidad de Luis Calatayud –saxofonista cordobés sobrino nieto de Juan José Calatayud (1939-2003)– se dieron cita una decena de bandas, entre las que destacó la presencia de Iraida Noriega, A Love Electric y el trío de Hernán Hecht.

Sin embargo, las mayores dosis de emotividad aparecieron con Tommy Rodríguez, saxofonista veracruzano de 84 años que ofreció un concierto estelar el viernes 17, para después participar en un jam con Calatayud y otros chavales cordobeses y, finalmente, el sábado 18, desvelado pero sonriente, ser objeto de un homenaje en la Casa de la Cultura, donde se hizo patente (una vez más) que don Tomás es uno de los pilares que dieron vida y marcaron rumbo en el jazz mexicano.

La Fonoteca Nacional se sumó al homenaje por medio de Pablo Iván Argüello, quien proyectó fragmentos de películas, fotografías, pulsó algunos audios y sintetizó ágilmente una biografía. A mí también me tocó hablar y me fui directo a la sobriedad con que el maestro ha fraseado desde siempre en su sax tenor (eventualmente el alto) y su flauta, sin asomos siquiera de desenfreno, apenas con la cantidad justa de notas para trazar los diferentes perfiles de la belleza. Todos aplaudimos de pie.

La noche de la clausura, cuando Iraida Noriega y la Groove Band estaban por comenzar su presentación, un gigantesco apagón dejó sin electricidad a Córdoba, Orizaba y otras tantas ciudades de aquellas montañas. En lo que Luis Calatayud se iba a conseguir una planta de luz, y lejos de sacarse de onda, Iraida salió a las puertas del teatro Pedro Díaz para platicar y cotorrear y bailar con el público. Una vez instalada la planta de emergencia, la luz volvió a irse, pero Iraida siguió cantando a capela. Después de dos horas, en medio de los claroscuros contenidos y la emoción desbordada, concluyó el Festival de Jazz de Córdoba. La luz llegó después de medianoche.

Otro homenaje a un pionero veracruzano de nuestro jazz se llevó a cabo en medio de la enorme oferta del Jalisco Jazz Festival, conocido también como Festival Tónica. Este año, Gilberto Cervantes y Sara Valenzuela, culpables confesos de la fiesta, eligieron a Víctor Ruiz Pazos Vitillo, contrabajista en virtual retiro de los escenarios, para reconocer y agradecer su trayectoria en los escenarios del jazz.

Aunque ya Vitillo ha declarado en múltiples ocasiones (autobiografía incluida) que él no se considera un músico de jazz, pues trabajó y grabó con infinidad de orquestas, cantantes populares, grupos tropicales y demás, todos los que hemos andado de una u otra forma los caminos del jazz sabemos que el maestro ha escrito una de las páginas más significativas en la historia de la síncopa nacional.

Alain Derbez, el escritor invitado para hablar en este homenaje, nos comenta que todo transcurrió bien y en calma, que fue un acto muy sentido, muy íntimo y que, a pesar de que no se trató de una ceremonia abierta al público, el teatro Degollado se vio bastante concurrido. Vitillo tocó cuatro temas acompañado de Leo Corona al piano, Alejandro Campos en el sax y Salvador Agüero, el célebre Rabito, en la batería. Por cierto, que este último debiera ser considerado para un futuro homenaje. Le sobran méritos y musicalidad. Salud.