Violín, quinta huapanguera y jarana acompañaron el zapateado
Miércoles 12 de agosto de 2015, p. a11
Jaltocán, Hgo.
Hacia las 11 de la noche del pasado sábado, el programa oficial de la edición 20 del Festival de la Huasteca estaba por terminar. Entre el escenario y la sillería, en un tablado, parejas de todas edades zapateaban el huapango con maestría, apretados los cuerpos por tantos que daban sus mejores pasos, aprendidos desde que eran niños. Nadie se iba a ir y no se preocupaban, porque fuera del plan de las autoridades llegaron de diferentes puntos de la geografía para sumarse a la fiesta 22 grupos de artistas del pueblo para que el fandango siga vivo.
La plaza central era un hormiguero y los niños corren, comen, toman agua de jobo. En el día los tienen en sus casas en la sombra para que no les dé golpe de calor. Pero cuando el sol se mete la gente sale.
Una y otra vez el trío clásico de violín, quinta huapanguera y jarana se repite. Ir a un festival de este tipo es un encuentro, siempre, con un talento inagotable, versadores y poetas, músicos por gusto y tradición que consideran que saber dar música es un don divino.
Los lugareños se meten en los comercios que venden cerveza, y músicos les ambientan los tragos, sus historias.
Gente mayor aconseja que se visite esta localidad en octubre para presenciar la tradicional manifestación de Xantolo, en la que el pueblo engaña al Diablo. Ellas usan máscaras de hombres y éstos, de mujeres. Eso desquicia al maligno, que no sabe a quién llevarse.
Cosa hermosa
Es un jolgorio eterno. El festival 21 de la Huasteca será en Ciudad Mante, Tamaulipas, cuyas autoridades recibieron la estafeta con gusto y se comprometieron a que será tanto o mejor que el que finalizaba en Jaltocán.
Juan Valleja, maestro en la quinta huapanguera del trío Alegría Huasteca, expresó: Los organizadores han hecho una cosa muy hermosa con este festival. Cuando a uno le gusta un instrumento no se le hace difícil tocarlo, e igual pasa con el violín y la jarana. Yo comencé a tocar hace unos 40 años; aunque al principio me dediqué a la jarana, tuve después necesidad de entrarle a este instrumento. Ya no se me hizo muy difícil
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Crecenciano Silva García, de Tampico, dijo que este trío lleva 18 años de trabajo. Más tocamos huapangos, pero también rancheras, boleros. A veces escasea el trabajo, pero va saliendo. Nosotros no andamos en las cantinas. Puro evento, fiestas, festivales. Ser músico para mí es un privilegio. La armonía en un trío es difícil, porque no siempre estamos todos de acuerdo. Se batalla. La familia me apoya. Un problema es el gusto entre los jóvenes, pues a la mayoría no le gusta. Están por otras modas.