ace unos días la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión fijó una fecha en el calendario de nuestra historia como nación. Después de escuchar a un universo de actores que incluyó a los representantes de los trabajadores de las instituciones emblemáticas, a los titulares de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a destacados académicos, artistas y editores, decidió de manera unánime crear la Secretaría de Cultura. Abrió la puerta a una gran oportunidad.
Es el momento para que en México la idea de cultura se conjugue con las ideas de libertad, de equidad, de diversidad. Para que se conjugue con la idea de grandeza.
En los tiempos que corren es urgente que en todos los rincones de nuestra geografía la política pública en materia de cultura genere mayor capital simbólico a México y los mexicanos. Porque la cultura estructura la vida social, es el momento para que la política cultural impulse la generación de desarrollo social.
Las estrategias de política pública en materia cultural deben así impulsar el desarrollo, reducir desigualdades, cerrar brechas, atender la equidad, realizar mejoras sustanciales que recuperen la expresión de la población y le otorguen viabilidad a derechos colectivos e individuales. Es el momento de participar de esta comprensión. La Secretaría de Cultura ha de erigirse como la articuladora de una política pública de esta naturaleza.
México cuenta con el patrimonio arqueológico, histórico y artístico, así como el capital cultural y humano para convertirse en ejemplo regional de desarrollo cultural integral. Estas son razones para cimentar una propuesta cultural con visión de Estado que nos permita romper inercias de muchos años. Es el momento de la renovación. Innovación, calidad y profesionalización son las divisas que se han de enarbolar desde la Secretaría de Cultura.
Y es que existe una dispersión estructural actual en materia de política cultural que genera duplicidades, costos innecesarios, ruidos, desconciertos. La confusión estructural dificulta capitalizar la inversión y la rica generación de contenidos de carácter simbólico.
La política cultural con perspectiva de futuro que se impulse desde la Secretaría de Cultura ha de capitalizar el trabajo ya realizado en materia de investigación y conservación, creación y difusión del patrimonio, producción editorial e impulso al hábito de la lectura, promoción artística y artesanal, entre otros muchos universos culturales, sumando nociones de verdadera integralidad; y se ha de orientar alrededor de un catálogo de programas y proyectos estratégicos de política pública que funcionen como acciones ancla de amplia visibilidad social, con objetivos e indicadores medibles y con resultados auditables.
La participación de la cultura en la generación de la riqueza del país es cada vez mayor. Los contenidos culturales deben estar orientados al desarrollo social. Como política pública de importancia estratégica, la política cultural es el núcleo para enfrentar retos y consolidar el futuro de grandeza, que es la verdadera vocación de nuestra nación.
Con la Secretaría de Cultura estamos ante la posibilidad de crear un México renovado. Está en nuestras manos escribir la nueva historia de nuestro país, una historia que permita establecer objetivos claros que trasciendan generaciones. En el siglo XXI la cultura representa una oportunidad para convertirla en eje de políticas transversales en materia de educación, turismo y desarrollo social. Porque cultura y desarrollo social son dos caras de la misma moneda.
La variedad y riqueza del patrimonio cultural de México debe ser una auténtica palanca de desarrollo. Invertir en el patrimonio es invertir en el desarrollo de los mexicanos. No perdamos el sentido de urgencia. Tenemos una realidad que atender. Es el momento para establecer en todo el país acciones y proyectos integrales que permitan, a los niveles de gobierno y al sector social, articular cadenas de proyectos, gestionar servicios y fomentar inversión en los que, con las políticas públicas de cultura, estén involucradas políticas fiscales, de turismo, de medio ambiente y sustentabilidad, de infraestructura y obra pública, políticas educativas, de atención a jóvenes, de prevención, en una palabra, de desarrollo social.
En México estamos ante la oportunidad para que la política cultural que motiva la Secretaría de Cultura sea el ámbito donde se fomente la comprensión, la transparencia, el compromiso crítico y el diálogo con los otros y con la realidad para transformarla. Es una oportunidad para convertirla en un instrumento poderoso para restablecer el tejido social. Es un ámbito privilegiado de pluralidad, de inclusión y formación de valores. Es clave para la cohesión social y la construcción de una ciudadanía responsable, solidaria y participativa.
Se trata de un espacio para crear con todos los mexicanos una sociedad cada vez más abierta y apta, creativa e innovadora, con voluntad de cambio y sentido emprendedor de su misión, con capacitación en ámbitos de libertad y de razón para combatir la arbitrariedad, la injusticia y el rezago, y para aportar soluciones a problemas de la sociedad. Así, la creación de la Secretaría de Cultura ha de ser una invitación permanente a impulsar una labor desde abajo, desde la base social, para recuperar a la política cultural como un espacio de todos los ciudadanos. Se trata de una oportunidad para que, desde la política cultural, se consolide la libertad.
Sí, la Secretaría de Cultura es una oportunidad que nos debería llevar a impulsar una política cultural que se articule a lo cotidiano: a la vida de las comunidades, a su capital social y a sus procesos de participación. Es una oportunidad para que así, juntos, con la fuerza de la sociedad, se tenga que concebir que en la creación de la política cultural de Estado, el yo se convierta en nosotros.
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