Pilar Gadea creó la propuesta de enseñanza que rescata canciones infantiles de Iberoamérica
sin dolorpara tocar el instrumento
Fue concebido para niños de entre seis y 16 años
Evita lo aburrido y severo de los sistemas existentes
, afirmó la docente y violinista Noemí Brickman en la presentación del título
Domingo 28 de febrero de 2016, p. 3
Aprender música y a tocar un instrumento de cuerda de manera lúdica por medio del vasto repertorio de canciones infantiles que existe en Iberoamérica es el eje del método creado por Pilar Gadea Lacasa, cuyos volúmenes uno y dos, dedicados al violín, fueron presentados la noche del jueves en la sala Julián Carrillo de Radio UNAM.
Esta propuesta nació hace casi 20 años a partir de que la pianista y docente advirtió la inexistencia de un método de estudio musical en el país con canciones conocidas por la infancia local, lo cual, según la también compositora, dificulta su acercamiento a la música y que ejecuten algún instrumento
Los niños crecen cantando; tocar lo que se canta, entonces, es una manera natural de acercarse y comprender la música. Los instrumentos de cuerda, además, son muy complejos: el arco, los dedos, la afinación; físicamente es todo un esfuerzo que, cuando el oído está desarrollado, uno puede concentrarse en la flexibilidad, la afinación, en tantas cosas que requiere el instrumento, y disfrutar al tocarlo.
Concebido para edades de entre seis y 16 años de edad, se trata de un método de dificultad progresiva que comienza con la enseñanza del canto a los niños, pues de acuerdo con Pilar Gadea ésa es una manera de aprender a solfear.
Cantamos y solfeamos y, una vez que esto está listo, seguimos con el instrumento. Todo desde una perspectiva lúdica. Algo muy importante es que se enseña a los estudiantes a tocar juntos, lo cual es muy valioso, porque de esa manera, al convertirse en un lenguaje común, nunca dejarán la música, aunque no se dediquen de manera profesional a ella.
El violín de colores es el título de este libro editado por la Secretaría de Cultura del gobierno federal, por conducto del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). El primero de sus volúmenes está enfocado a trabajar la primera posición en ese instrumento mientras en el segundo se comienza a cambiar la mano en el diapasón.
En la presentación del volumen, durante la cual se mostraron ejemplos de los ejercicios del libro, el titular del Sistema Nacional de Fomento Musical, Eduardo García Barrios, anunció que este material será distribuido entre las orquestas comunitarias del país pertenecientes a ese organismo.
El propósito, aclaró, es facilitar el aprendizaje del violín. Lo mismo dijo que se hará con el dedicado al chelo, que lleva por título El violoncello de colores. Ambos títulos son utilizados en España, Venezuela y Estados Unidos.
Al rescate de la identidad
El también director de orquesta consideró estos libros herramienta indispensable
, cuyo valor principal es basarse en canciones sencillas y evocativas que son parte de la tradición y, como tales, tienen que ver con la identidad y el imaginario de los niños.
Uno de los ejes fundamentales es la identidad, así como el rescate de canciones tradicionales, porque, por desgracia, cada vez se cantan menos
, indicó y lamentó que en México no se utilice la música tradicional para la enseñanza de esa disciplina, como sí ocurre en naciones que destacan en la especialidad, como Rusia.
Por su parte, la violinista y docente Noemí Brickman resaltó que el método de Pilar Gadea reúne cualidades que faltan en la oferta de métodos para principiantes en el arte de tocar los instrumentos de cuerda.
“Es música amena, evocadora, alegre y divertida. Pilar creó melodías originales y adaptó canciones tradicionales, llevando al alumno a tocar de manera natural y fácil. Evita lo aburrido y severo de los métodos existentes y, en cambio, ofrece un sistema de avance rápido y sin ‘dolor’. Integra el encanto de la música con el desarrollo gradual de la técnica.”
En ese acto también participaron Julio Gullco, especialista en canción infantil, y el pianista y docente Pablo Chemor.