Política
Ver día anteriorDomingo 28 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Logró una de las mayores obras literarias de la humanidad, decía Carlos Fuentes

Fernando Cardenal, el jesuita que armó ejércitos de alfabetización en Nicaragua
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de febrero de 2016, p. 10

Es el inicio de 1980. En la película documental desfilan miles de jóvenes y adolescentes con mochilas, vistiendo camisas azul cielo –cotonas, les dicen en Nicaragua– y resplandeciendo de ganas y alegría. Trepan con energía a los enormes camiones de redilas que los llevarán a todos los rincones del pequeño país, todavía en ruinas después de una larga guerra contra la dictadura. Van a alfabetizar. Van cantando.

Son imágenes de la cinta La insurrección contra la ignorancia, del argentino Jorge Denti, una película hecha con el discurso y las herramientas ideológicas de los militantes de aquellos tiempos. Denti ahora se vuelve a sentar frente al televisor y mira el viejo filme; no puede evitar emocionarse hasta las lágrimas. Así han estado durante estos días muchos creadores e internacionalistas cercanos a la revolución sandinista, conmovidos con la noticia de la muerte de una de las figuras más queridas de aquella gesta revolucionaria, Fernando Cardenal, el jesuita, fallecido en Managua el pasado 20 de febrero a los 82 años.

A lomo de mulas o caballos, a bordo de canoas, jeeps o camiones, la mayoría de las veces a pie, los adolescentes y jóvenes que respondieron al llamado de Cardenal –el hermano menor de Ernesto, el poeta– cubrieron toda la escarpada geografía de Nicaragua, que en aquella década todavía tenía muchos rincones recónditos e inalcanzables para la civilización y la cultura.

Fueron tres oleadas de brigadistas alfabetizadores –muchos de ellos internacionalistas– que invadieron con cuadernos y pizarrones el olvidado mundo rural de ese país. Solamente con el llamado de Cardenal se movilizaron 150 mil jóvenes. Al cabo de dos años, el creador de este enorme proyecto educativo pudo anunciar ante una Plaza de la Revolución –hoy apenas un recuerdo del pasado– el resultado de esta aventura épica.

Brigadistas contra la ignorancia

En un país al que la dictadura somocista le dejó, entre otras herencias nefastas, más de la mitad de la población adulta sin saber leer y escribir, el analbabetismo se abatió de manera espectacular. De 50 por ciento condenado a la ignorancia, en tres años sólo restaba 13 por ciento de adultos nicaragüenses para acceder a los dones de la lectura y la escritura. La Unesco reconoció ese modelo de alfabetización como uno de los más exitosos del mundo.

Fernando Cardenal se proponía continuar el proyecto. Pero el gobierno de Ronald Reagan en Washington había decidido acabar con el gobierno sandinista y armó un ejército irregular con los remanentes del somocismo. Se formó la contrarrevolución, fuertemente armada, y empezó la segunda guerra que se libraba en el pequeño país en poco menos de una década.

Esa segunda guerra se tragó los ideales revolucionarios. Si durante la insurrección contra Somoza murieron 50 mil civiles, durante la confrontación con la contra murieron otros 50 mil. Varios de los caídos eran aquellos brigadistas del ejército contra la ignorancia.

En esa década efervescente, el escritor mexicano Carlos Fuentes, después de un recorrido por Nicaragua junto con el novelista William Styron, comentó a esta reportera, impresionado por ese logro, que una hazaña alfabetizadora de esa magnitud era, en los hechos, una de las mayores obras literarias de la humanidad.

Denti documentó la primera etapa de esa aventura prodigiosa, contratado por el Instituto Nicaragüense de Cine, con la colaboración de otros cineastas: Miguel Ehrenberg, mexicano; Nerio Barberi, argentino, y Frank Pineda, de Nicaragua.

La cámara de los documentalistas acompaña a Cardenal mientras se traslada en un jeep. Por radio se comunica una mujer desde los campamentos de las brigadas en el norte del país, en las Segovias. Le anuncia que un alfabetizador, Georgino Andrade, había muerto en una emboscada de la contra. Tenía 18 años.

Acto seguido, la cinta registra la reacción popular. Apenas se regó la noticia, Managua se movilizó en multitudinarias marchas espontáneas. Fue el primero, pero no el único brigadista asesinado. Le siguieron varios más. Pero nunca se dejó de salir a enseñar a leer y escribir a los obreros y campesinos, rememora Denti.

De las metas de la revolución, señala, algunas se cumplieron, otras fueron traicionadas. La más importante, la más sentida por el pueblo, fue la que hizo realidad Fernando. Por eso sigue siendo, de todas las figuras del sandinismo de aquellos años, la única que sigue viva en el corazón de la gente.

En la medida en que escaló la intervención estadunidense desde sus bases militares en Honduras, los muchachos sandinistas empezaron a caer por centenares, miles. Los fusiles sustituyeron a los lápices. Muchos de los líderes del sandinismo, como el mismo Daniel Ortega, fueron tomando distancia de los ideales iniciales.

En 1980 el papa Juan Pablo II viajó a Centroamérica. Antes de pisar Nicaragua exigió que los clérigos que integraban el gobierno revolucionario renunciaran a sus cargos o abandonaran el sacerdocio. Eran Cardenal, jesuita; su hermano Ernesto, el poeta, entonces ministro de Cultura, monje trapense, y Miguel Escotto, de la orden Maryknoll. Los tres desafiaron al Vaticano.

Por su congruencia, Fernando Cardenal fue el primero en ser sancionado por la Compañía de Jesús, que lo expulsó en 1984. Firme creyente, el teólogo de la liberación se mantuvo fiel a la comunidad que lo marginó, y cuando tenía 70 años, en 1997, ocurrió un hecho sin precedente. Cardenal se volvió a ordenar sacerdote y fue readmitido en la congregación jesuita.

Como buena parte de la dirigencia del FSLN, Cardenal se distanció del clan de Daniel Ortega y Rosario Murillo y ya para los años noventa era un opositor y crítico del régimen.