Procesado por múltiples casos de corrupción por el Supremo Tribunal Federal, el diputado Eduardo Cunha renunció este mes a la presidencia de la Cámara baja reivindicando su condición de paladín de la caída de Rousseff.

Estaba en lo cierto. Fue Cunha, socio carnal del presidente en ejercicio Michel Temer, quien orquestó y condujo a unas dos centenas de congresistas para que votaran por la apertura del impea-chment contra Dilma.

En Brasilia se rumora que buena parte de los diputados incondicionales del poderoso Cunha había puesto a la venta sus votos, repitiendo una costumbre antigua en el Legislativo brasileño.

Recientemente, el diputado Paulo Pimenta, del PT, sostuvo que tarde o temprano se romperá la omertá mafiosa entre los conjurados y se sabrá cómo fue “comprado el juri” que marcó el comienzo del proceso fraudulento contra Rousseff.

–¿Presidenta, resulta descabe- llado que el impeachment fuera comprado?

–No creo que sea alocada esa hipótesis (. . .) es lógico que yo tenga sospechas (...) tampoco quiero acusar a nadie porque cuando uno acusa tiene que tener pruebas.

“Lo que yo digo es que el 17 de abril pasado vimos indicios fortísimos de que hubo argumentos poco republicanos para votar el impeachment.

“Y esto empieza a insinuarse en algunos procesos judiciales donde algunos delatores que acusan a Eduardo Cunha aseguran que él compraba diputados.

“Además, hay periodistas que no simpatizan conmigo o con mi partido, que dicen que Cunha compraba diputados.

“Reitero que aquella votación del 17 de abril en que diputados aprobaron el inicio del impeachment fue muy poco republicana, incluso en lo formal. Nadie expicó porque estaba a favor de que yo sea procesada, fue un show. Había legisladores que dedicaban el voto a sus padres, a sus hijos y hasta un ex militar lo dedicó a la tortura. Todo ese espectáculo mostraban que esa gente no actuaba movida por fundamentos republicanos”.