ace unos días, ante un auditorio numeroso en el museo Tamayo, fue presentado tras no pocos esfuerzos el libro sobre Armando Romero, quien es mayormente conocido entre el público por su obra (si es que uno la describe) que por su persona, debido a una serie de circunstancias en las que no abundaré.
El producto editorial, con la coordinación de Santiago Caleya, diseño interior de Daniela Rocha y diseño de cubiertas (muy pertinente y atractivo) de Carmen Arvizu, contiene textos de Raquel Tibol (+), reditado de un escrito anterior, con autorización de Nora y Simón, hijos de la crítica de arte; Victoria Miguel, investigadora escocesa recomendada a Turner; Luis Rius Caso y quien esto escribe, además de las autoras de la excelente biografía ilustrada y escalonada por años, armada por Patricia Amaya, hermana del pintor, y Cristina Gálvez, su asidua promotora.
En la presentación estuvimos acompañados por Carlos Santos, quien ha sido testigo del desarrollo artístico de Armando desde que fue su maestro en La Esmeralda.
Elegí como tema de este artículo un punto que no tratamos de manera suficiente y se refiere a las frecuentes hibridaciones de Armando, conocidas por amplios estratos del público.
Para su ensayo, Rius Caso eligió un fragmento de diálogo con el artista, aludiendo de entrada con elogio el escrito de Tibol en el que menciona a Nietzsche.
Un tema filosófico que sirvió a este autor para mencionar o recordarle al artista que tanto Giorgio de Chirico como su hermano Alberto Savinio hablaban y configuraban a través del concepto de la segunda apariencia
y que esta noción podía acercarnos más a la verdad de esos artistas
que la limitada primera apariencia
. Y sí: uno puede recordar a Ariadna en Naxos en Turín, captada por De Chirico o los piazzale de Florencia.
Rius Caso es experto en analizar la fortuna crítica de artistas y escritores y yo intuyo que quiere atraer al lector y también a los promotores hacia el ámbito conceptual en muchas de las obras de Armando Romero, a sabiendas de que esta opción forma una corriente con varios seguidores a lo largo de la historia del arte, sobre todo después de las sucesivas y ya casi inexistentes –por inoperantes– muertes de la pintura
que nos han acompañado por lustros. Podemos citar entre los glosadores fallecidos a Arnold Belkin, Alberto Gironella y Benjamín Domínguez.
En fin, Armando digamos que cachó
la intención e hizo saber lo siguiente que aquí transcribo recogido por mi colega Luis: “Mi trabajo lo pienso así. Desde que empiezo un cuadro lo que realmente me importa es la composición (y lo vemos claramente en sus series sobre Bodas de Caná, del veronese). Ya allí, en su elaboración, está la segunda apariencia. Es otro plano en el que aparecen los ‘personajes’ que son ya pretexto y que desde esta idea serían una primera apariencia.
“Desde el trazo inicial hasta el final de la elaboración, cuando lijo, raspo, quito o pongo más elementos (incluso los que aparecen como si fueran esgrafiados), tengo ese concepto (de la segunda apariencia) muy presente…”
¿Que podría decir yo, después de ver conjuntos amplios de láminas y de conocer (benditos sean los dioses) originales? Sea aquí en exposiciones que en otros sitios. Que algunas veces ese proceder queda claramente ejemplificado en el libro (gracias al inteligente diseño), por ejemplo, en la pintura de Armando denominada Las magas que se basa en Las regentes del hospicio de Santa Isabel en Harlem, de Fanz Hals.
Se publicaron las dos obras contrapuestas, lo que permite verificar lo transcrito con suma claridad, algo que no podría lograrse en una exposición, pues las regentas no viajan ni viajarán jamás. Puede mencionarse siquiera una contraposicición, pues ese método no siempre es seguido. Si examinamos a conciencia v.gr., El diluvio, una obra muy pictoricista que recurre a las aguas y a las narraciones sobre el diluvio más que a pinturas o grabados.
En ella el pintor dio rienda suelta a su afán de sumergir o incluso ahogar a sus propios personajes de tiras cómicas, igual que a fragmentos de humanos o de animales que ya sólo pueden asomar la cabeza, no se sabe si viva o muerta. Pero hay también allí quienes se debaten en las aguas practicando natación y quienes intentan escalar para encontrar acomodo en el arca. Todo podemos imaginar.
El libro contiene toda la información para que funcione como catálogo de una muestra. Si esto llegase a pasar, pues qué bien y si no es divertido, instructivo e irreverente recorrer sus páginas y darse cuenta de la segunda apariencia
, como del uso de carteles antiguos, tallas en madera, esculturas magnificadas.
Es un libro visual con textos que podríamos denominar incluso eruditos, aunque al mismo tiempo ligeros
y fáciles de leer. Así que felicidades a Armando Romero y a Santiago Caleya, representante de Turner Books en México por este logro.