l jefe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, almirante Michael Rogers, se quejó ayer por la negativa de Twitter a prestar a su dependencia el servicio de análisis de datos Dataminr que ofrece, en cambio, a otros clientes.
La razón de la empresa que opera la red social para fundamentar su negativa es que tal servicio está a disposición de compañías y oficinas de gobierno, siempre y cuando no sea con propósitos de vigilancia. Twitter argumenta que sus usuarios y clientes podrían percibir una afectación de su privacidad si permitiera el uso de Dataminr a instituciones dedicadas al espionaje, como es el caso de la NSA, que concentra la inteligencia militar de la superpotencia.
A las críticas contra Twitter se sumó John McCain, quien preside el comité del Senado para las fuerzas armadas. El legislador republicano alegó que los datos de Dataminr, una herramienta para detectar determinadas pautas en los tuits, podrían ser útiles para prevenir ataques terroristas y le reprochó a la red social su disposición a otorgar esa información a otros para hacer negocios, para vender, para obtener ganancias
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Los reclamos contra la empresa internética parecen paradójicos, habida cuenta de que la NSA es mundialmente conocida, a raíz de las revelaciones de Edward Snowden, por su capacidad de obtener datos de prácticamente todos los instrumentos de comunicación digital de cualquier persona, institución, organización o empresa en el mundo, e incluso de realizar espionaje cibernético sobre grandes masas de población.
Como lo reveló el ex analista de la inteligencia estadunidense –hoy refugiado en Rusia–, la central de inteligencia militar de Washington posee tecnología lo suficientemente masiva y avanzada para interceptar de manera encubierta e ilegal mensajes telefónicos y de texto y de hurgar en cuentas de correo electrónico, redes sociales y computadoras de ministros y jefes de Estado, grandes corporaciones, organismos internacionales y también, por descontado, de ciudadanos comunes, y aplica esa tecnología en forma rutinaria. Es evidente, pues, que la NSA puede recopilar por sus propios medios la información que le aportaría el uso de Dataminr, y resulta en principio inexplicable el prurito legalista de contratar ese servicio.
La única explicación a la vista es que el empeño de la agencia de espionaje por recurrir a instrumentos de análisis de tendencias que están disponibles casi para todo el mundo constituye una simulación de legalidad y una búsqueda de coartadas para explicar públicamente eventuales hallazgos
sin poner en evidencia sus métodos impresentables.
Cierto es que las actividades de la NSA siguen siendo un grave riesgo para el mundo, tan grave o más que el uso comercial de la información puesta o transmitida por decenas de millones de usuarios en redes sociales orientadas por el afán de las ganancias monetarias.