Opinión
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México SA

LEA, 12.50; EPN, 19 mil 500

Devaluación: 40 años

¿Volatilidad pasajera?

E

n la mente y el bolsillo de los mexicanos queda grabada la máxima del dúo dinámico Videgaray-Carstens: nuestra moneda es sólida, y pasajera la volatilidad cambiaria. Desde el arranque sexenal repitieron el adagio hasta el exceso, mientras el peso era paulatina, pero permanentemente masacrado por el billete verde: de 13 por uno el tipo de cambio se incrementó a 19.50 (ayer al mediodía, y contando), es decir, una pasajera devaluación de 50 por ciento entre declaración y declaración.

Cabezas visibles de la Comisión de Cambios, el ex ministro del (d) año y el gobernador del Banco de México no se cansaron de repetir frases como México está protegido contra la volatilidad; el aumento del tipo de cambio es pasajero; la volatilidad no afectará las finanzas públicas; descartamos riesgos en materia cambiaria; las variaciones son temporales; no se devalúa el peso; en realidad, se revalúa el dólar; a México no le había ido tan mal con la apreciación del dólar; el peso no se devalúa, flota, y muchísimas más por el estilo. Variaciones sobre el mismo tema, todas alejadas de la realidad.

Y si de esta última se trata, es necesario recordar que sin el truco de otro dúo dinámico (Carlos Salinas y Pedro Aspe, a quienes en 1993 se les ocurrió la brillante idea de borrar tres ceros al peso –que transformaron en nuevo–, y por ende al tipo de cambio, para demostrar la solidez de la economía nacional) la lectura correcta es que ayer el billete verde se vendió a 19 mil 500 micropesitos. Todo un récord Guinness.

Lo anterior trae a la memoria otra frase mágica: “la sólida posición de México nos permite hacer frente a los acontecimientos económicos mundiales… Así, podemos reiterar que el tipo de cambio del peso y su libre convertibilidad están asegurados. Sostendremos, sin modificación alguna, el tipo de cambio de 12.50 pesos por dólar y no estableceremos controles cambiarios a las transacciones de mercancías o de capitales. Esta política, invariablemente mantenida es, en las actuales circunstancias, factor básico de confianza para el ahorro del pueblo, la reinversión de los empresarios y pieza vital del manejo de nuestra política económica” (Luis Echeverría: tercer Informe de gobierno; 1º de septiembre de 1973, y reiterado en el quinto Informe, 1º de septiembre de 1975).

Un año después, la solidez y el factor básico se fueron al caño: Echeverría devaluó de forma por demás estruendosa, y de 12.50 pesos por dólar (que se mantuvo desde 1954) el tipo de cambio se disparó a cerca de 20 por uno. Mario Ramón Beteta era el secretario de Hacienda (José López Portillo, su antecesor en el puesto, ya era candidato formal del tricolor) y Ernesto Fernández Hurtado, el director general del Banco de México (y tío de Miguel de la Madrid, otro presidente devaluado).

De entonces a la fecha, sexenio tras sexenio y declaración tras declaración, el tipo de cambio del dólar se ha apreciado (Videgaray-Carstens dixit) la friolera de 156 mil por ciento, y en cada una de las etapas –léase sexenios– el inquilino en turno de Los Pinos, junto con su secretario de Hacienda y el gobernador (antes era director general) del Banco de México, nunca perdió oportunidad para congratularse por la solidez de nuestra moneda. Así es: de 12.50 a 19 mil 500 pesos por billete verde, y contando.

Y ya instalados en la nostalgia, retomo algo publicado en este espacio: más de dos siglos atrás, y a lo largo de 54 años (datos históricos de Inegi), el tipo de cambio peso-dólar favoreció al primero, es decir, se requerían más billetes verdes para comprar un peso mexicano. Aunque parezca mentira este acontecimiento se registró entre 1821 y 1875, cuando por cada dólar se pagaban entre 93 y 98 centavos de peso (y sin reformas estructurales). A partir de la última fecha referida, con Sebastián Lerdo de Tejada en la Presidencia, se empató el tipo de cambio (uno por uno) y de allí en adelante nunca más los mexicanos pudieron adquirir dólares en igualdad de circunstancias (tal vez a consecuencia de la volatilidad pasajera de la que tanto hablan en el gobierno).

La volatilidad pasajera trascendió a Echeverría, pues todos sus sucesores –uno en mayor medida que otros– devaluaron y se devaluaron. José López Portillo, con todo y perro; Miguel de la Madrid; Carlos Salinas (a pesar de su truco de los tres ceros); Ernesto Zedillo; Vicente Fox; Felipe Calderón y ahora Enrique Peña Nieto. Y cuando despertaron, la volatilidad pasajera todavía estaba allí.

A cada devaluación corresponde un toque de humor involuntario, sea éste del propio inquilino de Los Pinos, el secretario en turno de Hacienda y/o el gobernador del Banco de México. Allí está el recuerdo del perro de López Portillo, las medidas dolorosas pero necesarias de Miguel de la Madrid en adelante, y tantos otros chascarrillos temáticos. Y con Peña Nieto no tendría por qué ser distinto: un año atrás, cuando el dólar se vendía a 16.70 pesos en ventanilla bancaria, el susodicho consideró que los mexicanos a veces asocian mucho que el tipo de cambio se mueva con que estamos mal; la verdad, así como evidentemente esto genera cierto escozor entre la gente, también es positivo.

Pues bien, no sólo el peso se ha devaluado, sino el inquilino de Los Pinos, y del escozor de los mexicanos dan cuenta las múltiples encuestas que mantienen en el subsuelo la aceptación hacia el personaje que hoy debe sonreírle a un tipo de cambio de 19.50 por uno.

Es notorio que la Secretaría de Hacienda y el Banco de México hacen circo, maroma y teatro (con el creciente costo que ello implica) para evitar que se abracen Benito Juárez (billete de 20) y George Washington (de dólar), o lo que es lo mismo que el tipo de cambio alcance la cota de 20 por uno, mientras la volatilidad pasajera sigue muerta de la risa. Y los mexicanos también.

En alguna ocasión Luis Videgaray, en su condición de ministro del (d) año, declaró que a México no le ha ido tan mal por la apreciación del dólar (léase la devaluación del peso), porque la volatilidad pasajera destrozó las monedas de otros países. Así es: para él, 50 por ciento de devaluación prácticamente es una caricia.

Las rebanadas del pastel

¿Qué pasa con Facebook?, preguntan los usuarios de esa red social, pues resulta que censura sus críticas a Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos y los abundantes destrozos de la parejita de la concertacesión. ¿El Cisen llegó a un acuerdo con los representantes en México?

Twitter: @cafe-vega