Los movimientos involuntarios sí pueden controlarse, afirma
Lunes 24 de octubre de 2016, p. 37
Parpadear continuamente o de repente sufrir una parálisis
en la cara, que la boca se vaya de lado o la cabeza se gire sin que la persona lo pueda controlar pueden ser manifestaciones de una distonía, movimientos involuntarios que se originan por fallas en diferentes zonas del cerebro.
El trastorno se presenta a cualquier edad, aunque si se trata de niños menores de 15 años, generalmente está asociado con alguna alteración genética. Son los menos, pero existen. La mayoría de las distonías afectan a las personas en la edad adulta y su origen es desconocido, afirmó Salvador Santamaría Molina, médico neurólogo encargado de la Clínica de Movimientos Involuntarios del Centro Médico Nacional (CMN) La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Generalmente las personas les llaman tics nerviosos
y suelen relacionarlos con estrés, cansancio, falta de sueño o depresión que pudieran tener los afectados. La realidad es que esas condiciones no desencadenan el movimiento involuntario, pero sí lo pueden empeorar.
Las distonías forman parte de los trastornos en el sistema nervioso central que provocan contracciones musculares y éstas a su vez, movimientos involuntarios, a causa de las cuales la persona que en un principio parpadeaba con frecuencia evoluciona hasta no poder abrir los ojos a voluntad (blefaroespasmo).
En otro caso, el paciente sufre una contractura que lo obliga a mantener la cabeza de lado o girada como si quisiera ver hacia atrás (espasmo cervical o tortícolis). Las más comunes son las que afectan a la mitad de la cara, la cual se contrae (espasmo hemifacial) y provoca que el ojo se cierre y la boca se vaya de lado.
El experto señaló que no existe una estadística sobre la prevalencia de este mal y un problema es la falta de información. La población e incluso los médicos generales desconocen que es una enfermedad neurológica. Los afectados no buscan ayuda y si lo hacen, los doctores no los envían a servicios de especialidad.
A la Clínica de Movimientos Involuntarios de La Raza, los pacientes llegan en promedio cuatro años después de vivir con algún movimiento que no controlan y, en su mayoría, ya en una condición de discapacidad, explicó Santamaría Molina.
Algunos de los pacientes de la clínica se han tardado hasta siete años en llegar ahí. Otros, con mejor suerte, se tardaron seis meses.
Toxina botulínica A, el remedio
Los movimientos involuntarios no se curan, pero sí se pueden controlar y revertir prácticamente en su totalidad. Sólo existe un producto eficaz para ello: la toxina botulínica A. Es un biológico, extracto de una sustancia producida por la bacteria clostridium botulinum, causante del botulismo.
Esta enfermedad se identificó hace más de 200 años y aún se presenta por consumo de alimentos contaminados con el patógeno. Una vez que entra al organismo bloquea la transmisión de las terminales nerviosas en la parte donde se conectan con los músculos y provoca debilidad. Con base en ese conocimiento, en los años 70 el oftalmólogo estadunidense Alan Scott utilizó la toxina para tratar a personas con estrabismo y, ante el éxito obtenido, inició la comercialización del producto.
La toxina botulínica A se aprobó para el tratamiento de los movimientos involuntarios en 1989 y luego se ha extendido su uso para el manejo de diversas enfermedades, hasta con fines cosméticos, como eliminar arrugas. De hecho, recordó Santamaría Molina, alcanzó la fama bajo el nombre comercial de Botox.
En La Raza, la toxina botulínica A se ha utilizado en los pasados 15 años en los derechohabientes con movimientos involuntarios para disminuirlos o desaparecerlos. Si bien la sustancia carece de efectos colaterales, el éxito depende de que sea aplicada por un especialista, porque se deben elegir los músculos dañados y determinar la dosis exacta de la sustancia para que tenga el efecto relajante deseado, indicó.