Opinión
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Astillero

Primero el plan o el PAN

Disparate de Peña en el PRI

Falsos acuerdos con felimargarismo

Fidel y repunte de la ultraderecha

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COMPRA LIBRO DE ZAVALA... PARA REPROCHAR A CALDERÓN. Francisco Rubén Rodríguez Velasco, estudiante la Universidad de Guadalajara, pagó 140 pesos por el libro Mi historia, de Margarita Zavala, pero no para leer sus 180 páginas, sino para burlar el cerco panista en torno de la aspirante a candidata presidencial y, con el pretexto de un autógrafo, exhibir durante la firma un cartel que Zavala no vio y se tomó la foto con el joven, mientras custodios y panistas se acercaban, listos para cualquier eventualidad. Al final, Francisco Rubén explicó a Zavala que su padre, Francisco Rodríguez Rodríguez, fue asesinado hace casi 10 años en el contexto de la guerra contra el narcotráfico que emprendió Felipe Calderón como presidente de MéxicoFoto Juan Carlos G. Partida
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ajo presión por los tiempos sucesorios que se le adelantaron, y especialmente necesitado de disipar la insistente versión de que tiene un pacto secreto con el felimargarismo para una sucesión conyugal panista, Enrique Peña Nieto cometió un disparate al invocar la escandalosamente fallida táctica de Jesús Reyes Heroles (JRH), dirigente del PRI de 1972 a 1975, a quien el entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, dejó con un palmo de narices respecto de su plan de cierta contención del dedazo presidencial, mediante la tesis de Primero el programa, luego el hombre, que ayer asumió el actual ocupante de Los Pinos, en un intento artificioso de refrenar la calentura futurista de algunos personajes del PRI (dejemos para otros partidos las promociones anticipadas).

Lo que ayer reivindicó Peña Nieto ante los centenares de integrantes del Consejo Político Nacional del PRI (que, a la usanza típica, le aplaudieron con entusiasmo en varias ocasiones, incluso poniéndose de pie) fue justamente una de las más sonoras burlas a la pretensión de darle cierto toque participativo a la designación del candidato presidencial priísta: Reyes Heroles, el gran ideólogo del priísmo y del sistema, había convocado en 1975 a una Conferencia Nacional del Plan Básico de Gobierno, que durante dos meses elaboró lo que debería ser el programa al que se ajustara quien habría de ser candidato presidencial priísta en 1976 (https://goo.gl/lMpknR).

El punto cumbre de ese intento democrático fue el 25 de septiembre de 1975, cuando Reyes Heroles presidía la octava asamblea nacional ordinaria y quinta convención nacional del PRI, en la Ciudad de México. En plena conducción de esa reunión, un militar le informó al presidente del partido tricolor que Los Pinos requería que contestara de inmediato una llamada telefónica. JRH pidió que se entendiera que estaba presidiendo tan importante sesión y que se reportaría en cuanto le fuera posible. Insistió Los Pinos, JRH dejó la asamblea, llamó a la casa presidencial y Luis Echeverría sólo le recordó que tenían cita a las 13:30 horas de ese mismo día.

En su libro Orfandad: el padre y el político, Federico Reyes-Heroles González-Garza relata que Echeverría así demostró a la asamblea priísta que el mando estaba en Los Pinos. Luego, ya en la cita acordada, ese mismo día: ...sin más, (Echeverría) le dijo (a JRH), permíteme presentarte a nuestro candidato. Tomó la bocina y dijo: que entre, y apareció José López Portillo. En ese momento le pidió su renuncia al PRI (a JRH). Pónganse de acuerdo para el destape, y los dejo unos instantes solos. Reyes Heroles fue designado director del Seguro Social y, para convalidar el dedazo, Porfirio Muñoz Ledo fue colocado como presidente nacional del PRI. Cuando López Portillo tomó posesión de la Presidencia de la República, nombró secretario de Gobernación al antes humillado Reyes Heroles.

No hay comparación posible entre el actual dirigente del PRI, Enrique Ochoa Reza, y el difunto Jesús Reyes Heroles, ni la hay entre el control político que mantuvo Luis Echeverría, hasta el final de su sexenio, con la precaria situación de Peña Nieto. Pero el orgullo de Atlacomulco quiso jugar el dedo en la boca a los priístas proponiéndoles la vieja treta de primero el plan, luego el hombre, con tan mala dicción que, en la segunda referencia que al tema hizo, la pronunciación pareció hablar de primero el PAN, luego el hombre (escuchando con detalle, no fue así), como si hubiera una reiteración prosódica del presunto pacto de bipartidismo inducido y relección calderonista por la vía conyugal, que Peña quiso negar ayer.

Las arengas del mexiquense, además de pedir a sus correligionarios que no se dejen confundir ni engañar, que no escuchen a los derrotistas ni crean en falsos acuerdos electorales, se centraron en tratar de motivar a una defensa enjundiosa de lo logrado, de las reformas que han cambiado a México. En una parte de su discurso dijo: no se trata de ganar una elección, ganar por ganar; está en juego no la Presidencia, sino el futuro de México. Ah, también discurseó Peña contra la corrupción: sus compañeros, que quebrantaron la ley, traicionaron a los electores y a los priístas, así que, oh, no debemos ser omisos frente a esos casos que indignan.

La faena de sosegamiento del priísmo, mientras avanzan las precandidaturas de Andrés Manuel López Obrador y de Margarita Zavala, la esposa de Felipe Calderón, exhibe un vacío político en Los Pinos que no tiene antecedente. Ningún ocupante de la silla presidencial anduvo en estos trotes cuando apenas iba a cumplir cuatro años en el poder. En fechas similares, Carlos Salinas de Gortari (28 de noviembre de 1992) se enteraba de la respuesta del papa Juan Pablo II al primer embajador mexicano ante el Vaticano, para visitar luego México, en agosto de 1993 (https://goo.gl/MHM5Ac); Ernesto Zedillo y Vicente Fox igualmente se entrete-nían en asuntos menores al llegar a su cuarto año, y Felipe Calderón, en noviembre de 2010, celebraba haber llegado a 300 mil seguidores en Twitter, aunque con un error ortográfico en su mensaje (“Agradezco ha todos su atención e interés…”: https://goo.gl/kA1V9x). Pero a Peña Nieto lo están rebasando los acontecimientos.

La lamentable muerte de Fidel Castro (rebelde, gobernante, estratega internacional, con claroscuros pero con indiscutible grandeza histórica) propiciará en Cuba reacomodos de los cuales México, antes tan asociado al destino de esa nación, ahora sólo es testigo distante, sin presencia real; errores derivados de los manejos Fox-Castañeda, de los berrinches calderonistas y del gris diplomático del peñismo. Además, la ausencia de Fidel fortalecerá las ya de por sí muy desatadas tendencias ultraderechistas del trumpismo, no solo respecto a la isla. ¡Hasta mañana!

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