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Fidel y la libertad
F

idel y la libertad; y la igualdad y la fraternidad. Esa tríada que surge del pensamiento del Siglo de las Luces, pero que le lleva varias décadas en afincarse, con la Segunda República Francesa en 1848.

Hace unas semanas usé esa tríada para escribir un artículo sobre el feminismo, y ahora la retomo para algo decir sobre Fidel. Escribí: me parece que el consenso que soporta a la Segunda República Francesa, condensado en la tríada citada, es un programa para el desarrollo humano de no sé cuántos siglos.

Es claro que la Ilustración no parió tal programa en conciencia de que sería para la historia. Hoy puede proponerse, desde el flanco izquierdo, que eso es lo que puede leerse en tal divisa. En su nacimiento era entendida la divisa de diversos modos, todos sumamente restringidos: libertad significaba la desaparición de la opresión social; significaba no querer subyugar ni ser subyugado, e implicaba el fin de un estado de servidumbre. Así lo sentía la burguesía naciente, frente al dominio de siglos de la aristocracia. De ahí la demanda de igualdad que se creyó era alcanzada por los derechos proclamados por la Constitución política. Es abolida la esclavitud, y se institucionaliza el sufragio masculino; de la coalición gobernante, se excluye a los socialistas (Louis Blanc, Albert). Esa es la igualdad y la libertad de entonces, y así, significaba un enorme salto hacia adelante respecto del ancien régime.

En 1848 asume la presidencia Napoleón El Pequeño. En ese mismo año, Marx publica sus Manuscritos económicos y filosóficos, en que empieza a sentar las bases de su obra Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859, que dará paso al tomo I de su obra fundamental, El Capital, publicado en 1867. En su obra más temprana – Los manuscritos…– escribe: La existencia del obrero está reducida, pues, a la condición de existencia de cualquier otra mercancía. El obrero se ha convertido en una mercancía y para él es una suerte poder llegar hasta el comprador. Ha comenzado una crítica profunda y radical de las ideas de libertad y de igualdad que nacieron de la Ilustración, y cobrarán ahora otro sentido. La obra de Marx habría de formular las ideas básicas (básicas) sobre la organización social que haría posible la libertad real, la igualdad real posible (hay diferencias provenientes de la naturaleza), la fraternidad entre los hombres.

Bajo el capitalismo, la libertad, la igualdad y la fraternidad son imposibles. Y la superación del muro de la imposibilidad es mil veces más ardua, en los países subdesarrollados. El primer gran intento de esa superación es el modelo asalto al palacio de invierno. Nace la URSS; su disolución inevitablemente llegó y culminó con la independencia de las 15 repúblicas de la Unión Soviética entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991. Viendo hacia atrás y en profundidad la historia de la URSS, se advierte que lo fundamental fue la creación de un formidable atajo hacia el desarrollo capitalista, en un santiamén, desde el oscuro atraso de la Rusia zarista. Por otros caminos lo mismo ocurrió en China con la construcción de su poderoso capitalismo de Estado.

La teoría del foco, inspirada por el Che, y desarrollada por Régis Debray, fue exitosa para el asalto al palacio de Batista, pero ese éxito sería incomprensible sin el aporte decisivo del sindicato de trabajadores agrícolas e industriales de los ingenios azucareros que estaban en gran parte del territorio cubano. Fidel diría después de la toma del poder y de su posterior decisión de crear una economía socialista: es ahora que empiezan las dificultades. Así fue: el gobierno cubano nunca entendió cómo tendría que desarrollarse en dirección socialista una economía terriblemente atrasada. Sólo hay que revisar El gran debate sobre la economía en Cuba, 1963-1964, en el que participaron, además del Che, Marcelo Fernández Font, Alberto Mora, Luis Álvarez Rom, Joaquín Infante Ugarte, Alexis Codina, Mario Rodríguez Escalona, Miguel Cossío, Ernest Mandel y Charles Bettelheim. Especialmente Bettelheim hizo esfuerzos enormes para explicar que la búsqueda práctica del cálculo económico en una economía planificada en atraso profundo, estaba muy lejos de las abstracciones de la teoría marxista del valor en la que insistía con ahínco el Che.

No ha habido socialismo en ninguna parte. Fidel ha sido un gran libertador: Fidel brindó un apoyo decisivo para la consolidación de la revolución en Argelia, derrotando al colonialismo francés en su último bastión; Fidel estuvo junto a Vietnam desde el primer momento, y su cooperación resultó de ser de enorme valor para ese pueblo sometido al genocidio estadunidense; Fidel estuvo siempre junto a los palestinos y jamás dudó acerca de cuál era el lado correcto en el conflicto árabe-israelí; Fidel fue decisivo, según Nelson Mandela, para redefinir el mapa sociopolítico del sur del continente africano y acabar con el apartheid, y es preciso sumar el apoyo que dio a numerosos grupos latinoamericanos que buscaban de veras la libertad inspirados por la teoría del foco. Fidel fue también un estratega sin par en política internacional: a 120 kilómetros del imperio, Cuba permanece.

Pero Fidel fue también un caudillo que todo lo decidía. Y ahí donde un caudillo manda, la justicia social entra en conflicto insuperable con la libertad: con la revolución todo, contra la revolución, nada. La divisa nacida en el seno de la Ilustración sigue siendo el faro para la creación de humanidad.