ace más de tres décadas que el entonces representante permanente de la Unión Soviética ante Naciones Unidas me aconsejó que nuestro país dejara de tratar a Estados Unidos como amigo, ya que –me insistió– Washington los considera un enemigo
. Hemos visto cómo sucesivos presidentes mexicanos han intentado al inicio de su mandato llevarla bien con el inquilino de la Casa Blanca. Invariablemente, aprenden que no lo lograrán.
En 15 días Donald Trump tomará posesión como presidente de Estados Unidos. Si los líos constitucionales y de política exterior en que se ha metido siendo presidente electo son un indicio de su forma de gobernar, quizá no dure muchos años en el cargo, pero lo más probable es que cumpla dos mandatos de cuatro años. Así, será el interlocutor del presidente Enrique Peña Nieto en los próximos dos años y durante todo el sexenio de su sucesor. Como dicen los papás a sus hijos al abordar un automóvil: ¡abróchense los cinturones!
Durante las primarias y luego en la campaña presidencial, Trump insultó a medio mundo y puso a temblar a los miembros más ortodoxos del Partido Republicano. Ya como presidente electo ha incomodado a los aliados de la OTAN, causado turbulencia con China, seguido enviando señales positivas a Rusia y ha hecho declaraciones descabelladas acerca de los armamentos nucleares. También se ha inmiscuido en la política del aún presidente Barack Obama hacia Israel. Más que nada, Trump ha prometido desmantelar muchos de los logros de Obama, empezando por la ley de cuidado de la salud.
Por su parte, el presidente saliente ha tomado algunas medidas que son típicas de un fin de mandato. Éstas incluyen la concesión de indultos. Hay quienes piden que Obama perdone a Edward Snowden.
A la luz de las derrotas electores del Partido Demócrata en noviembre, Obama ha recurrido más y más a decretos presidenciales (órdenes del Ejecutivo o proclamaciones), que no requieren de la aprobación del Congreso pero que pueden ser anulados por su sucesor. Lo ha hecho en materia de medio ambiente, tierras y parques federales, derechos laborales e inmigración. También ha tratado de atar las manos de algunas instituciones federales, para evitar que su sucesor modifique las políticas que ha instaurado. Pero el peor enemigo del legado de Obama (y el país en general) será el magistrado que nombre Trump para llenar la vacante en la Suprema Corte de Justicia.
El presidente electo también se ha mostrado muy activo. Su actitud hacia Rusia preocupa a muchos políticos republicanos y a las agencias de inteligencia, que han concluido que Moscú es el autor del espionaje cibernético durante la campaña presidencial. Muchos aliados tradicionales de Washington no saben lo que hará Trump en materia militar o en el campo económico. Y a casi todos les sorprende su forma de comunicarse. Lo consideran imprevisible y no dudan de que se trata de un líder sin precedente.
Donald Trump se ha distinguido por su forma poco ortodoxa de comunicar sus opiniones. Evita a la prensa organizada y hace pronunciamientos vía Twitter. A sus seguidores les encanta que haga a un lado los medios de comunicación tradicionales y que menosprecie a los principales periódicos y canales de televisión. No sabemos si lee periódicos, pero se la pasa viendo muchos programas de televisión. Así lo confirman sus llamadas telefónicas espontáneas a programas en vivo.
¿Cómo lidiará con Trump el resto del mundo? Algunos dirigentes ya han intentado acercarse al futuro presidente. La británica Theresa May es un ejemplo. También lo son Benjamin Netanyahu y Vladimir Putin. En Europa se avecinan elecciones y estarán muy pendientes de los resultados, especialmente en Francia y Alemania. ¿Brexit será un modelo a seguir?
Uno de los países que quizá se vean más afectados por la llegada de Trump es México. Nos tiene en la mira desde el día que anunció su candidatura, en junio de 2015. Según Trump, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es el peor en la historia. Ha permitido que le quitemos fábricas y empleos a Estados Unidos. La migración de mexicanos hacia ese país es un peligro y el traspaso de drogas es una amenaza directa al bienestar y seguridad de ese país. De ahí la propuesta de construir un muro a lo largo de la frontera con México.
En México las cosas no andan bien. Estamos en una fuerte crisis en el terreno económico, social y político. ¿Estamos preparados para luchar contra lo que se viene? ¿Cuándo y cómo lanzará Trump su ofensiva para remediar los problemas que, insiste, le ha causado México a Estados Unidos? ¿Cómo reaccionará nuestro país?
Es obvio que el muro propuesto por Trump no se construirá. Se harán algunos ajustes en la frontera y se intensificará la vigilancia. Quizá se construyan algunos trechos de un muro. Trump tampoco deportará a los más de 11 millones de extranjeros indocumentados. El costo (cientos de miles de millones de dólares) sería prohibitivo. Se calcula que la salida de todos esos trabajadores crearía un hueco económico enorme. Además, si un deportado no tiene papeles es difícil asignarle una nacionalidad.
Dejemos de lado el debate acerca del impacto del TLCAN en las economías de Canadá, Estados Unidos y México. Si uno de los socios considera que debería ser objeto de mejoras existe un mecanismo para discutirlas. Un socio también tiene derecho de denunciar el tratado y salirse del mismo. Pero el acuerdo seguirá en vigor para los otros dos socios.
Trump ha dicho que iniciará de inmediato su campaña contra el TLCAN. No sabemos lo que propondrá después del 20 de este mes, pero hay que tener paciencia. Es muy probable que se enfrasque en una pelea por confirmar a su gabinete de militares, millonarios y multimillonarios. Ese proceso podría llevar unos meses. Luego será necesario que su equipo económico se ponga de acuerdo y logre convencer a los republicanos en el Congreso. Ello también llevará tiempo.
Lo más probable es que Trump se enrede con su propio partido al tratar de llevar a cabo su ambiciosa agenda.