Recuerdos Empresarios LIX
onmoción total…
La muerte del hispano Eduardo Margelli conmocionó a todos los mexicanos, sin distingos de nivel socioeconómico, profesional, educativo, aficionados a la fiesta y no aficionados y en casi todo el mundo; lo que sí se supo es que Antonio Popoca Medina fue detenido y, a poco, salió libre una vez que las autoridades dictaminaron que él nunca accionó el arma y que al luchar por ella, buscando defender su vida, se disparó y no hubo ya más.
¿Verdad o mentira?
Imposible saberlo, ya que el gobierno del entonces presidente de la República, Lázaro Cárdenas, guardó absoluto silencio.
¿Razones?
Posiblemente haya influido –y en mucho– el hecho de que en los inicios de 1936, la torería hispana declarara un boicot contra los toreros mexicanos, esgrimiendo quien sabe qué tantas tonterías, cuando la verdad, monda y lironda, es que al finalizar la temporada del año anterior (1935), Fermín Espinosa, el gran Armillita chico, había firmado ya 85 festejos y, eso sí, los de allá no lo pudieron digerir
.
Yo, en lo personal, considero que la indignación que esto desató en la mayor parte de los mexicanos los llevó a pensar que la plaza más importante del país no podía estar en manos de un hispano, así que cuando ocurrió su deceso, lo mejor fue echarle tierra al asuntito
.
Ahora bien, una que otra denuncia en su contra por los cobros adelantados a soñadores de gloria
por torear pudieron haber influido
… si es que los hubo.
Y nada más.
Lo que sí fue un hecho es que, a las primeras de cambio
, Popoca salió de México para radicarse en Venezuela y, según el matador mexicano Carmelo Torres, quien lograría fama y fortuna en tierras de Bolívar, pero no toreando, sino con un negocio de persianas y más tarde dedicado a la filmación de eventos taurinos, deportivos y sociales, Popoca falleció en 1947, sin que se sepa si alguna vez vistió de luces por aquellos rumbos.
* * *
Un general, el ganón
.
A lo que se conoce, fueron muchos los pretendientes a la mano de doña Leonor
(El Toreo de La Condesa), pero, a la postre, el ganador fue el general Maximino Ávila Camacho quien, de inmediato, dejó sentir su pesada mano en torno a la fiesta en la capital –y también en algunos cosos de provincia– y, pa’pronto, se mencionaron como posibles para ocupar la gerencia a don Antonio Algara y a don Joaquín Guerra.
Pero…
Cuando nadie se lo esperaba, el hermano del presidente designó al doctor (optometrista) Alfonso Gaona de Lara para manejar el coso de La Condesa y su primera contratación fue la alternativa de Carlos Arruza, el primero de diciembre de 1940, quien, por cierto, resultó cornado por el toro Oncito, de la ganadería de Piedras Negras.
Si se pensó que los matadores españoles harían chuza de contrataciones en su patria, toda vez que ya no tendrían que vérselas con los nuestros, se quedaron con las ganas, ya que la guerra fratricida sumió a su país en un caos total: en una terrible situación económica y social, en una escasez de alimentos que obligó a que se sacrificaran cientos de reses de lidia para calmar la hambruna y mil y una atrocidades más.
Total, que se quedaron como el perro de las dos tortas: ni la de aquí, ni la de allá.
De pronto, el general que conocía a fondo el mundo de Tauro, dispuso que don Antonio Algara se fuera a la península con instrucciones de reanudar las relaciones taurinas, con el fin de conseguir la presentación en México de Manuel Rodríguez Manolete, lo que logró, tras de mil y una gestiones, haciendo a un lado al apoderado del malogrado cordobés, quien se presentó en la llamada Ciudad de los Palacios (hoy día ciudad de los balazos), el 9 de diciembre de 1945, escribiendo una imborrable historia de la fiesta entre nosotros.
Y, aunque el amable lector crea que exagero, el general no pudo gozar de la confirmación de la alternativa de Manolete, ya que falleció el 17 de febrero de 1945, a los 53 años de edad.
Bien jovenazo
.
* * *
Vaya preguntita…
Una amable lectora, que me dijo llamarse María de la Paz (sin mayores apellidos), me contactó telefónicamente y me hizo varias preguntas sobre la fiesta brava, pero una de ellas mereció mi atención, así que...
(Continuaré)
(AAB)