antiago, Mario y Juana Ramírez, el padre y dos hijos miembros de la olvidada, agredida y pobre tribu rarámuri triunfaron hace unos días en el Maratón del Oso Polar, en Manitoba, Cánada. ¿Cuánto invirtió el Estado mexicano para obtener esas tres valiosas medallas deportivas en comparación con lo que invierte en una densa burocracia deportiva y en el acondicionamiento para ofrecer espectáculos deportivos, más que para estimular el deporte de la población? Esos espectáculos son negocios para unos pocos y posibilidad para los políticos demagogos de hallar en ellos instrumentos útiles para legitimarse o bien para trepar en la pirámide del poder.
Los gobiernos más sangrientos y contrarios a la convivencia humana se han apoyado en el futbol, espectáculo deportivo que facilita –quizá más que ningún otro– la práctica de gruesos negocios, escandalosas corruptelas (de la FIFA para abajo), de manipulaciones, en sustitución de información y conocimientos, para que la sociedad no piense en sus problemas y en aquellos que se los causan. El próximo año se cumplirán cuatro décadas de que el militar golpista, Jorge Rafael Videla, apareció en facha de dictador en el palco oficial del estadio de River Plate durante el Mundial de Futbol que tuvo lugar en la Argentina. Ese episodio debemos recordarlo ante la aprobación de la dictatorial ley de seguridad interior por la mayoría en ambas cámaras, y la postura reverencial ante ella, salvo alguna excepción, de los opositores. Son tiempos electorales, y todos los contendientes quieren quedar bien con todos, salvo con la superación del yugo que padecemos.
Tigres/Rayados. El clásico de este encuentro se preveía como un evento atronador y violento. Los medios, las autoridades, organizaciones civiles y polivoces muy diversas instaron, exhortaron, encarecieron y hasta imploraron a los fanáticos de cada equipo a mantener la civilidad, a entender que se trataba de un partido deportivo, a ser ejemplo de afición para todo el país. En todas esas voces no hubo una sola que señalara la limitación del consumo de cerveza. Pues de eso más bien se trata. Los estadios de futbol son de hecho enormes cantinas donde la cerveza corre a ríos. Así se explica que se haya construido, contra la opinión de vecinos, ecologistas y ciudadanos que desean contar con una ciudad libre de congestionamiento vial y contaminación ambiental, el estadio de los Rayados. Por lo mismo, apenas ganaron en días pasados los Tigres, y ya estaba lista la maqueta del nuevo estadio para este equipo. Negocios a costa del deporte genuino –practicado individual y colectivamente, y no sólo de manera visual– y de otros bienes reales.
Entre esos bienes está el conocimiento, la ciencia, el arte y la cultura en general. Esto lo han olvidado en buena medida las universidades. Mucho de lo que muestran como sello de orgullo es su capacidad deportiva. A riesgo de ser linchado, diré que el deporte no es una de las funciones de la universidad. Y esto lo pienso, sobre todo, cuando veo al estadio de la universidad pública tapizado con publicidad de la cerveza con nombres prehispánicos que ahora llevan el apellido de la trasnacional Heineken. Lo malo es que nadie opina sobre el tema. Tiempo e inercia matan reflexión.
Con unas pocas instalaciones y dispositivos y unos cuantos entrenadores sería suficiente para dar la posibilidad a los universitarios de ponerse físicamente en forma. Y con unas pocas directrices deportivas y algún espacio para ejercitarse, el personal que labora en sus oficinas –al fin universitarios– también podría ejercitar su cuerpo (y su mente). Así, la universidad conseguiría varios importantes objetivos: mejorar las condiciones de salud de todos los que laboran en su seno, elevar su productividad, ahorrar dinero en atención médica y hacer un aporte al combate a la obesidad que, como otros indicadores de país presa de malos hábitos, nos coloca en uno de los peores lugares a escala mundial. No dejo de sorprenderme y apenarme cuando escucho a un hombre en traza fodonga, después de un partido ganado por los Tigres: ¡Ganamos, maestro!
Alguien más que se ejercita jugando vicariamente y metiendo goles visuales.
Más me sorprende aún, leer a algún intelectual de la localidad escribir que no existe ninguna superioridad entre algún conocimiento y hacer una buena chilena. Técnicamente, una buena chilena pudiera ser superior a un conocimiento común, pero no a un conocimiento nuevo. Y de conocimientos nuevos es de lo que México carece. No sólo: también de cultura política y pensamiento crítico. Son estos dos rasgos los cuales yo veo como imprescindibles, sobre todo en las universidades. Por lo que decía el Nobel de Literatura portugués, José Saramago: la universidad no es sólo un espacio de capacitación laboral: “es el último tramo formativo en el que el estudiante se puede convertir, con plena conciencia, en ciudadano…” Saramago asumía a la universidad como lugar de debate y, por definición, fuente del espíritu crítico.
Una y otra vez, siempre, es preciso traer a la memoria la reflexión de la niña que era entonces Carolina Andrade. A las personas de hoy casi no les interesa la ciencia; les interesa más el futbol. Los periódicos pocas veces tienen notas de ciencia y la radio y la televisión casi nunca
, dijo hace 10 años en el Congreso Mexicano de Pediatría. Y también: Me da pena que nuestro gobierno y nuestros empresarios inviertan tanto en futbol y seamos tan malos. Me da pena que inviertan tan poco en ciencia y seamos tan buenos.