l uso de la violencia como mecanismo de lucha electoral registró ayer dos vergonzosos episodios con las agresiones de un grupo de golpeadores contra el primer y el tercer actos de precampaña de la abanderada del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) al gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo. Ambos ataques tuvieron lugar en la delegación Coyoacán; el primero, en la colonia Villa Quietud, dejó varios lesionados, mientras que la precandidata fue alcanzada por un proyectil sin sufrir heridas. El segundo incidente tuvo lugar tres horas después, en la colonia Ajusco, y provocó también la cancelación del mitin.
Los sucesos de ayer presentan además el agravante del ataque a la libertad de expresión en la forma de la persecución y golpiza sufridas por el reportero de esta casa editorial Ángel Bolaños, quien se encontraba cubriendo el acto: en ningún contexto puede tomarse a la ligera que se golpee a un periodista, pero resulta de particular preocupación que estos hechos se produzcan en un país donde sólo el año pasado fueron asesinados 12 comunicadores, entre ellos nuestros compañeros Miroslava Breach y Javier Valdez.
Es necesario considerar diversos elementos para poner en su justa dimensión los hechos. En primer lugar debe señalarse que tanto el gobierno delegacional como el de Ciudad de México fueron debidamente notificados de la realización del acto de precampaña, y la Secretaría de Seguridad Pública, encabezada por Hiram Almeida, recibió una solicitud de cobertura policiaca para la concentración que fue flagrantemente desatendida, como muestran los videos tomados durante la agresión. Segundo, que varios asistentes identificaron –y esto también se encuentra respaldado por grabaciones– entre los agresores a gente cercana al asambleísta y ex delegado de la demarcación Mauricio Toledo Gutiérrez, así como a funcionarios del actual gobierno delegacional. Un tercer antecedente lo constituye la circulación de volantes apócrifos que buscaban inhibir la asistencia al encuentro. Por si los elementos anteriores no bastaran para determinar la motivación política del ataque, cabe destacar la manifiesta diferencia entre provocaciones de este tipo y protestas ciudadanas contra políticos repudiados, como la que se realizó el martes en rechazo a la precandidatura de Francisco Chiguil Figueroa, ex delegado de Gustavo A. Madero, a una alcaldía por Morena.
Por último, resulta en todo punto injustificable que se produjera una segunda agresión a pesar de que las fuerzas de seguridad se encontraban al tanto de la presencia del grupo de provocadores, máxime cuando las pruebas documentales no permiten dudar que los ataques ocurridos al sur de la ciudad fueron bien organizados, en los cuales la violencia tuvo un carácter completamente unilateral, y que sólo fueron posibles debido a la irresponsable indolencia de las corporaciones encargadas de velar por la seguridad pública. Ante este cúmulo de hechos, queda claro que no tiene lugar la extrañeza expresada por las autoridades capitalinas y por la directiva local del Partido de la Revolución Democrática, sino que, por el contrario, ambas instancias deben probar que no están implicadas y rendir cuentas de su errática actuación.
Es imperativo que quienes dirigen a grupos de golpeadores como el que perpetró los cobardes ataques de ayer, asuman la inviabilidad de frenar el éxito de una propuesta electoral mediante prácticas ilegales, totalmente inadmisibles en una sociedad democrática. Por su parte, las autoridades deben tomar todas las medidas para poner fin al peligroso enrarecimiento del clima político generado en un contexto en que todos los ejercicios demoscópicos vaticinan una derrota del partido gobernante en la capital del país.