esde la cima del Cerro de la Garza, a unos 3 mil 500 metros de altura sobre el nivel del mar, el mundo se mira de manera distinta. Las nubes que circundan este lugar sagrado de los ñuu savi, en el estado de Guerrero, quedan abajo y dan la sensación de estar flotando cerca del cielo. La última semana del año que finalizó se concentraron grupos de personas o familias enteras a dar las gracias a sus deidades por haber terminado el año con vida y pedir por que 2018 sea mejor. Los rezanderos están prestos para apoyar a quien quiera hace una petición, donde hay de todo; lo tradicional es que se pida por el bienestar de la gente y sus pueblos, pero con la inseguridad y la crisis de múltiples rostros que se vive las peticiones se ha diversificado. Los cantos y rezos van acompañados de sacrificios de chivos y gallinas con que se ofrenda a los dioses, generando un ambiente místico y, sin embargo, los temas que se comentan entre los presentes son bastante mundanos, muchos versan sobre las próximas elecciones y las consecuencias de sus resultados para los pueblos indígenas.
Sorprende que en plena montaña la gente tenga claro que el Partido Revolucionario Institucional y quienes apoyan a su precandidato ofrezcan menos de lo mismo que siempre han dado a los pueblos indígenas; aun así de diferencia del Partido Acciona Nacional, que hasta ahora no ha ofrecido nada, a pesar de estar aliado con el Partido de la Revolución Democrática, que en su plataforma política contempla los derechos indígenas y en algún tiempo postuló candidatos surgidos de los pueblos. Pero lo que más los asombra son las posturas del candidato del partido Morena y sus aliados, que haciendo una crítica a la desmantelada Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas sólo ofrece reconstruir el Instituto Nacional Indigenista, símbolo del indigenismo contra el que luchan los pueblos indígenas. No sólo eso, los desconcierta también que dentro de sus discursos únicamente prometa impulsar la economía doméstica como forma de superar el sometimiento económico de los pueblos.
Ni una palabra, así fuera sólo por generar simpatías, relacionada a la construcción de autonomías indígenas, delimitación de sus territorios, la defensa de los recursos naturales, o el fortalecimientos de sus gobiernos propios, que son algunos de los asuntos a los que los pueblos indígenas enfocan sus esfuerzos. Y sobre eso Andrés Manuel López Obrador anuncia que será el compañero Adelfo Regino Montes, ex asesor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ex secretario de Asuntos Indígenas del estado de Oaxaca y ahora asesor del gobierno panista de Javier Corral quien encabece el nuevo indigenismo, sin una mínima consulta a los pueblos que eventualmente atendería, un derecho que todos exigen se respete, incluida la persona propuesta para encargarse de ello.
¿Qué camino nos dejan?, se preguntaba hace años el compañero Adelfo Regino Montes ante la cerrazón de las instituciones estatales para reconocer los derechos de los pueblos indígenas. Eso mismo se siguen preguntando muchos pueblos frente a la actitud de los partidos políticos que los desprecian; como no encuentran respuestas voltean a ver a la vocera del Concejo Indígena de Gobierno del CNI-EZLN, encontrándose con que, en caso de que la compañera María de Jesús Patricio Martínez llegara a obtener el registro como candidata independiente, no aspira a ganar las elecciones sino a organizar la lucha por construir otro mundo. Muchos movimientos regionales comparten esta propuesta, sólo que para la construcción de un proyecto nacional se necesita incluir a todos los que luchan por lograrlo. Ahí se encuentran las fortalezas y los ejes de lucha muy claros: la construcción de autonomías, la defensa del territorio y los recursos naturales, el fortalecimiento de los gobiernos propios.
Además de eso, un movimiento indígena verdaderamente nacional tiene que tomar en cuenta asuntos de toda la nación. Pienso por ejemplo en el TLC que se discute ahora entre nuestro país y Canadá, donde uno de sus temas centrales versa sobre la propiedad de los conocimientos y saberes sobre recursos genéticos, o sobre la política internacional del país, que en materia de autodeterminación a los indígenas les importa directamente. Mientras los rezanderos elevaban sus plegarias a sus divinidades, quienes no participaban de ellas se ocupaban de estos temas mundanos. Y aquí también su mirada es particular, porque su cálculo no es electoral y no se termina el primero de julio próximo. Para los pueblos indígenas lo primero es no desaparecer ante tanta violencia en que viven y defender sus recursos naturales codiciados por las empresas trasnacionales, para asegurar su existencia. Saben que para eso no cuentan con los partidos políticos y que tienen que apelar a su propia capacidad y la que sus creencias y prácticas culturales les proporcionen.