a semana pasada, se filtró a la prensa un informe sobre cambio climático que está preparando el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Se trata de un informe sobre los impactos del calentamiento global a 1.5o C sobre los niveles preindustriales. Según los datos obtenidos por Reuters, si se sigue en el ritmo actual de emisiones, se sobrepasará este límite en 2040 (tinyurl.com/yaehlbzc), lo cual conllevará impactos graves sobre muchos países, principalmente estados islas y con costas bajas, daños probablemente irreversibles a arrecifes de coral (que son el primer eslabón de la cadena alimentaria marina) y derretimiento del hielo en Groenlandia y Antártida occidental.
Aunque el informe es un borrador y el IPCC declaró que puede cambiar luego de las revisiones a que es sometido, no van a cambiar los datos de la ciencia, lo que podría –y debería– cambiar son las propuestas que hace el IPCC frente a esta realidad.
El Acuerdo de París sobre cambio climático que firmaron 197 gobiernos en 2015, estableció la meta de que el aumento del calentamiento global sea muy por debajo de 2o C
hasta 2100. Con los datos revelados, hay un riesgo muy alto de que se sobrepase esa meta mucho antes de esa fecha. La única manera de evitarlo sería que inmediatamente se pusieran en marcha reducciones drásticas de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a escala global.
El IPCC había afirmado desde antes la necesidad de estas reducciones, pero este informe plantea, además, que habrá que remover el excedente de dióxido de carbono de la atmósfera por otros medios, como tecnologías de geoingeniería.
El clima planetario ya se ha calentado un grado centígrado en promedio desde sus niveles preindustriales, pero en realidad, más de las tres cuartas partes ocurrieron en los pasados 50 años, debido al aumento vertiginoso de emisiones de GEI.
Esas emisiones son provocadas en su mayoría por las economías industriales basadas en combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Las principales actividades emisoras son la industria de extracción y producción de energía, el sistema alimentario agroindustrial y el crecimiento urbano descontrolado, incluyendo los transportes que todas esos rubros implican.
El IPCC no está mirando ahora qué actividades causan las emisiones. Se supone que esto ya lo hicieron en los informes de evaluación globales que elaboran periódicamente. El más reciente es su Quinto Informe, que se publicó en 2014. El próximo será en 2021.
Un aspecto de enorme relevancia que el IPCC no considera es la desigualdad enorme que existe sobre quiénes causan las emisiones GEI. El 10 por ciento de la población más rica del planeta es responsable de la mitad de todas las emisiones globales. En el otro extremo, 50 por ciento de la población mundial, empezando desde los más pobres, no causa ni 10 por ciento de las emisiones totales. El nivel medio de emisiones generadas por una persona que forme parte de 10 por ciento más pobre de la población mundial es 60 veces inferior al de alguien que pertenezca al 10 por ciento más rico. (Oxfam, 2015, tinyurl.com/gnvz99r) Según Kevin Anderson, del Centro Tyndall de investigación sobre cambio climático, si la población más rica del planeta redujera su nivel de vida al promedio europeo, se reducirían 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
No obstante, estos datos no son considerados por el IPCC. En general, en las negociaciones de cambio climático –y también en el panel, que finalmente es una instancia no sólo técnica sino también política– hay un pacto de los gobiernos en las regiones que más emisiones causan, para no interferir en las ganancias de los más ricos, incluidas las trasnacionales petroleras y otras que lucran con las actividades que generan el caos climático.
En lugar de ello, que sería lo necesario, el IPCC propone técnicas de geoingeniería, como grandes plantaciones para bioenergía con sistemas de captura y almacenamiento de carbono en fondos geológicos (BECCS, por sus siglas en inglés). Ya en el Quinto Informe global del IPCC, incorporaron esta técnica, como una de las posibles soluciones
para aminorar el calentamiento global, lo cual motivó muchas críticas, tanto de organizaciones de la sociedad civil, como de científicos, porque el requerimiento de tierra, agua y nutrientes de las megaplantaciones para bioenergía
para afectar realmente al cambio climático, sería mayor que toda la tierra usada actualmente en agricultura. Competiría por tanto en forma devastadora con la producción de alimentos, desplazaría campesinos e indígenas, con fuerte impacto en la biodiversidad.
BECCS, al igual que todas las propuestas de geoingeniería, no va nunca a las causas del cambio climático –propone remover carbono cuando ya fue emitido– por lo que éste seguiría en curso, generando así un negocio cautivo para quienes vendan las tecnologías para absorber y almacenar carbono. Que casualmente a menudo son las mismas empresas petroleras (Exxon, Shell y otras). Empresas que cómo explicamos en un artículo anterior, tienen incluso a dos de sus empleados, que el IPCC aceptó, como autores de este reporte (https://tinyurl.com/y9k3xe4l).
*investigadora del Grupo ETC