Inédito indulto a un astado de Reyes Huerta por rejones
Lunes 12 de febrero de 2018, p. a38
Comentó un aficionado en Twi-tter: “Por una parte me da gusto que hoy termine la temporada de la Plaza México… se acaban los domingos de ser la burla de la tauromaquia y de darle argumentos a los antis”. Pues sí, con todo y empresarios postrados, analistas positivos y publicronistas mexhincados.
Con oootra muy pobre entrada –hace un cuarto de siglo a los promotores en turno les tiene sin cuidado la asistencia y resistencia del público–, se llevó cabo la decimoquinta y última corrida de la temporada como grande 2017-18 en la Plaza México.
Agotada la imaginación de la nueva
empresa con los manos a mano juleros, teniendo como base de cartel al ventajista pero premiado Julián López El Juli, en ambas tardes ante fieras de Teófilo Gómez, no se le ocurrió mejor combinación para atraer al público que oootro cartel cuadrado, con dos toreros que merecían ir con los que figuran y un rejoneador de alternante, no como inicio de la función, costumbre violentada por la hermositis aguda de los años recientes y de la que pronto se lamentarán.
Hicieron el paseíllo los matadores hidrocálidos de a pie Arturo Macías (35 años de edad, 12 de matador, 34 tardes el año pasado y una éste) y Leo Valadez (22 años, sólo cuatro meses de alternativa tras brillante temporada novilleril en España, ocho corridas en 17 y tres este año), así como el rejoneador alicantino Andy Cartagena (37 años, 20 de alternativa y 49 corridas en los recientes 13 meses).
El caballero enfrentó dos bravos y nobles toros de Reyes Huerta, recibiendo el primero arrastre lento, y el segundo, de excepcional, alegre, constante, noble y emotiva embestida, el honor del indulto, algo sin precedente en la historia del maltratado coso. ¿Por qué la empresa no trajo en la temporada una corrida de este hierro? Es que sus altezas Ponce y El Juli prefieren teofilitos. En estos y otros casos, al igual que su antecesora la nueva
empresa paga pero no manda.
Gracias a su capacidad de evolucionar, a su carácter, a desoír cobas y asesores y a su vocación inquebrantable, Arturo Macías consiguió su novena salida en volandas del hoy semivacío coso.
Fue una auténtica revelación este renovado, castigado y hasta hace poco mal administrado diestro. La comprobación de esa insospechada estatura torera comenzó con su primero, un castaño largo, hondo y muy bien armado, un toro mexicano pues, no su aproximación, con las exigencias que plantea la edad y que tomó una vara. Incierto, sin humillar y con media embestida llegó el toro a la muleta de Macías, quien a fuerza de colocación, distancia, quietud y mando logró transformar el dudoso estilo de la res en emotivo colaborador de una inteligente y estructurada faena derechista siempre bien rematada. Por derecho dejó una estocada entera en lo alto y coronó así una de las mejores faenas de la temporada, paseando la oreja.
Pero Macías quería más y con su segundo demostró que con él no procede este ninguneo a los buenos toreros mexicanos. Imaginativo y variado con el capote, fue trompicado sin consecuencias en una gaonera por un astado que recargó en el puyazo. Fijó la embestida con suaves doblones y, maduro y seguro, supo estructurar frente a otro toro exigente, no un chivo bobalicón, una bella e inteligente faena, en la que destacaron tandas de naturales que parecían imposibles
. Recreándose en la suerte dejó una estocada algo trasera, descabelló al primer golpe y se llevó otra oreja de primer mundo, no de apoteosis mitotera. Lo demás fue lo de menos.