Recuerdos Empresarios (LXXII)
continuar tocan…
Por las consabidas exigencias de espacio, tuve que interrumpir mi anterior colaboración, comentando que, para mí, el segundo mejor empresario taurino fue un verdadero salvador de la fiesta en México.
En mayo de 1946 llegaron a Veracruz, importados de Brasil, 327 cebús, y seis meses más tarde se supo que animales que aún se encontraban en la zona de desembarco estaban infectados de fiebre aftosa. A poco, Estados Unidos cerró sus fronteras a la importación de ganado mexicano y aquí se impuso una cuarentena y, además, una emergencia nacional.
La aftosa, también conocida como glosopeda, es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta a los animales de pezuña hundida o doble: bovinos, caprinos, porcinos y ovinos y afecta la producción de carne y leche.
En 1947 se estableció una comisión mixta México-Estados Unidos, cuyas primeras funciones fueron inspección, cuarentena y sacrificio de animales enfermos, lo que fue conocido como rifle sanitario
.
Cuando se informó que se estaban sacrificando un promedio de 2 mil cabezas mensuales entre ganado vacuno y porcino y que a los ganaderos se les indemnizaba debidamente, las ventas se fueron al suelo.
Fue aquello un verdadero caos, máxime cuando se publicó que la enfermedad seguía extendiéndose y que muchos ganaderos escondían sus ejemplares para evitar la matazón. Por otro lado, las fuerzas del orden
eran ya de horca y cuchillo
; no hubo más remedio que recurrir a la vacunación con productos importados de Europa,
Don Tomás Valles Vivar
Imagine el amable lector la amenaza que se había cernido sobre la fiesta en toda la República. Los ganaderos de bravo temían lo peor, y de algunos casos se supo que tuvieron que caerse con la pachocha
para evitar el rifle sanitario
.
Don Tomás era ya el empresario de la plaza México y se dio cuenta de que la fiesta estaba amenazada de muerte, y como hombre curtido en diversas facetas de su vida, se apersonó con las autoridades que combatían la aftosa y les hizo ver la terrible posibilidad de perderse gran cantidad de fuentes de trabajo. Ofreció acondicionar enormes potreros para dividirlos y acomodar a bureles de diversas ganaderías en calidad de cuarentena
, y así los inspectores podrían darse cuenta de si estaban o no infectados.
Supongo que hubo consultas a muy alto nivel y, pasado un buen tiempo, se le dio el visto bueno.
Ya comenté la plática tan aleccionadora que tuve con él, muchos años después, y cómo esos inmensos terrenos que hoy son las avenidas División del Norte, Cuauhtémoc y Universidad, al fraccionarlos lo convirtieron de hombre por demás rico en auténtico súper millonario.
A los corrales aquellos llegaron corridas y novilladas de muy diversas ganaderías que fueron declaradas sanas. Así pudo seguir funcionando la plaza México y nunca supe si su ejemplo fue seguido en otras latitudes del país, pero –vuelvo a insistir– el título de salvador taurino
y mejor empresario, segundo lugar, se lo supo ganar por inteligente, trabajador, emprendedor, conocedor de la fiesta y, sobre todo, por visionario.
Todo un señor.
Y cabe preguntar: la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia de México, ¿de alguna manera reconoció tan formidable labor en pro de la supervivencia del ganado bravo?
No lo creo.
Carlos González Alba
Antes de entrar en materia
, debo referirme a uno de mis últimos comentarios acerca de la nueva empresa que maneja la plaza México.
Más tardaron los taurinos en conocer que el licenciado Alberto Bailleres González y el arquitecto Javier Sordo Bringas serían los nuevos jefazos
que, tras de dos o tres festejos iniciales, comenzaron las críticas, lo cual me pareció prematuro y que lo indicado sería atenerse al beneficio de la duda.
Pero, a poco, vi desvanecerse tanto el beneficio como la duda.
Aficionados y asistentes no merecen burlas ni tomaduras de pelo.
Y no sólo la empresa. Ahí está el caso de un matador que después de no dar una, se encaró con el respetable exigiendo aplausos, y en su siguiente chance
no tuvo ni pitos ni palmas.
Lo ignoraron.
(Continuará)
(AAB)