La posibilidad de un verdadero cambio para México está en volver la mirada a su herencia antigua, a la nación que era antes de la llegada de los españoles, en la cual los valores eran la comunidad, el grupo, la amistad.

Así lo considera el ensayista e historiador estadunidense Morris Berman (Nueva York, 1944), quien tiene la esperanza en que los jóvenes reflexionen acerca de esas ideas, las cuales explica a detalle en su libro Belleza neurótica: un extranjero observa Japón, publicado por la editorial Sexto Piso.

Con traducción al español de Pablo Duarte, en ese trabajo analiza la cultura de un país que si bien en muchos aspectos es diferente a México, comparte un pilar que puede sostener a ambas naciones ante el fracaso del capitalismo: sus sólidas tradiciones ancestrales.

Buscar el beneficio del pueblo o privilegiar intereses privados

Berman convierte ese minucioso estudio de la cultura de Japón en un espejo propio, pero también para otras sociedades que ven reflejados desde sus miedos hasta sus obsesiones, añade.

En entrevista con La Jornada, Morris Berman explica que su país natal, Estados Unidos, “no tiene una historia ancestral. Nació del oportunismo, de la ganancia, es su idea. Japón es muy diferente, tiene una tradición antigua, donde lo que importaba, en un principio, no era el crecimiento económico, sino la familia, la amistad, el arte, la comunidad.

Si el capitalismo fuera un fracaso en Japón, ese país tiene un pasado al cual regresar para sostenerse en la historia. Estados Unidos, no; el fracaso es el fracaso, el fin. México es diferente de los dos, pero también tiene un periodo antiguo tradicional antes de Hernán Cortés.

Con la llegada de los españoles, continúa el también novelista y poeta, “hubo un fuerte contraste entre dos modos de vida, porque la española era agresiva, arrogante, sólo les importaba el oro. El país tradicional mexicano era la comunidad, el grupo, la amistad, la artesanía. Claro, sé todo sobre los cuchillos de ónix, pero aparte de eso, su estilo de vida no era el capitalismo.

“Mi esperanza ahora –prosigue Morris Berman– es que los jóvenes de México lean mi libro y piensen sobre las posibilidades que tiene este país, porque ese contraste de 500 años existe aún: la tensión entre buscar el beneficio del pueblo o el beneficio de intereses privados.”

La tensión que vive el país entre los dos valores que describe, considera el autor, es la causa de la diferencia entre las formas de vida en Monterrey o en estados como Chiapas y Oaxaca, donde existe “una resistencia desde los años 90 cuando sucedió el levantamiento zapatista, cuando conocimos al subcomandante Marcos; allá tienen otro modo de ver las cosas.

“Recuerdo un grafiti de hace años que decía: ‘nuestros sueños no se acaban en tus urnas’. Es decir, la solución para México no es el próximo presidente, eso no importa, ellos siempre van a estar del lado de los ricos y no van a cambiar. Necesitamos una economía local para que la distribución de la riqueza sea más justa, necesitamos una resistencia ante la globalización y ante la idea de que Estados Unidos tiene la solución.”

Oaxaca y Chiapas deben servir de modelo, no Monterrey

Hace algunos años, rememora Berman, “escribió el libro Cuestión de valores, en el que preguntaba qué es lo que quiere hoy el ser humano, ¿sólo ganar dinero?, ¿esa es su vida?, ¿de verdad?

“Mi esperanza es que la cultura poco a poco se transforme, pero el cambio no viene de arriba. En Chiapas y Oaxaca hay comunidades cuya forma de gobierno se da por medio de concejos de igualdad, no hay una alcaldía o un gerente principal; hacen una votación para crear consensos. No es una anarquía, son decisiones de grupo, las toman juntos.

Pero el precio de eso es la pobreza, porque la tendencia dominante es seguir el modelo de Estados Unidos. Por eso, el cambio requiere mucho tiempo, no será una revolución de una noche. Aquí no. Un proyecto para México, un poco optimista y especialmente para que se rompa la burbuja en la que viven muchos jóvenes, debería tomar como modelo a Chiapas y Oaxaca, no a Monterrey. Por eso escribo estos libros, para romper burbujas, porque no me gusta el golf, concluye con ironía.