l presidente estadunidense, Donald Trump, calificó ayer de ridículo, delirante y ruinoso
el acuerdo nuclear de 2015 entre Irán y el grupo de Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia, China y Estados Unidos, por el cual el gobierno de la República Islámica se compromete a una moratoria de 10 años del programa iraní de desarrollo de esas tecnologías a cambio del cese de las sanciones económicas que habían sido impuestas a ese país. Significativamente, el magnate republicano formuló tales expresiones en momentos en que recibía al presidente francés, Emmanuel Macron, quien representa el apoyo de Europa occidental a ese convenio.
En 2015, cuando fue firmado, el pacto que asegura que el programa nuclear iraní se limita a usos pacíficos, generó un significativo alivio de las tensiones internacionales que se acumulaban por la determinación de Teherán de purificar uranio para obtener un isótopo capaz de ser empleado en armas nucleares y fue saludado, por ello, como un logro de gran trascendencia de la diplomacia internacional. El acuerdo resultó particularmente reconfortante para los países de la Unión Europea, los cuales percibían el programa iraní como una potencial amenaza directa a sus territorios.
Desde su campaña presidencial, Trump expresó en muchas ocasiones su rechazo al convenio y, una vez instalado en la Casa Blanca, se ha empecinado en introducir en él, de manera unilateral y arbitraria, nuevas restricciones al programa atómico iraní, lo que significaría, en los hechos, la destrucción del pacto. Asimismo, el presidente estadunidense fijó una fecha límite para incorporar los términos que pretende imponer, el 12 de mayo, con la amenaza de que si no le dan gusto volverá a aplicar sanciones contra Teherán.
El jefe de Estado de Irán, Hasan Rohani, respondió a las amenazas de Trump, al afirmar que su país podría retirarse del Tratado de no Proliferación, lo que le daría vía libre para el desarrollo de armamento atómico. Los gobiernos ruso y chino, en tanto, han advertido que impedirán que Estados Unidos destruya el acuerdo. En medio de los bandos encontrados quedan la canciller alemana, Angela Merkel, y Macron, quienes buscan persuadir al estadunidense para que deponga su peligrosa actitud.
Los hechos parecen indicar que se trata de una nueva bravuconada del magnate neoyorquino, en cuya mira no estaría tanto el objetivo de someter y humillar a las autoridades iraníes –las cuales, por lo demás, parecen muy poco dispuestas a aceptar– sino el de colocar a los gobernantes europeos en una situación precaria y delicada. Como beneficios adicionales, es claro que Trump espera exacerbar de nueva cuenta los sentimientos xenofóbicos y patrioteros de los segmentos electorales que lo llevaron a la Casa Blanca, los cuales recibieron su dosis más reciente de gratificación con el bombardeo estadunidense sobre la capital siria, acción que tuvo más significado propagandístico que militar. Asimismo, alimentar las tensiones en Medio Oriente le permite desviar la atención de las investigaciones de que es objeto en Washington por un sinnúmero de comportamientos inapropiados y posiblemente delictuosos.
No puede desconocerse, sin embargo, el gravísimo peligro que entrañan los juegos de Trump. Aunque éste ha logrado hasta ahora tensar diversas cuerdas geopolíticas sin provocar rupturas desestabilizadoras para la paz mundial, cualquier malentendido, cualquier gesto excesivo, podría llevar a una brusca ruptura de los equilibrios mundiales, lo que traería consecuencias obligadamente nefastas para la comunidad internacional en general y también, por supuesto, para la sociedad estadunidense.