Mañana rendirán tributo al destacado activista y profesor en la estación Normal del Metro
Deja más de 24 obras; sin embargo, su labor llegó a las calles y a las manifestaciones durante el movimiento estudiantil que cumple 50 años
El tomo Yo acuso reúne su obra
Sábado 9 de junio de 2018, p. 7
El poeta y activista Leopoldo Ayala Blanco falleció el jueves pasado a la edad de 79 años. Su obra no permaneció en los más de 20 libros que publicó y fue con él a las calles y a las manifestaciones para acompañar movimientos sociales, como el que vivió en el 68 cuando era profesor de la Vocacional 5. Es considerado el poeta del 68, movimiento del que este año se conmemora el 50 aniversario.
Este domingo, el Comité 68 Pro Libertades Democráticas, del que era integrante, le rendirá un homenaje a partir de las 11 horas afuera de la estación Normal del Metro.
Por más de cinco décadas, Ayala Blanco se desempeñó como profesor del Instituto Politécnico Nacional (IPN), tenía apenas dos años trabajando en la Voca 5 cuando se dio el movimiento de los estudiantes que culminó con la matanza de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas.
Participó en el grupo Arte Colectivo en Acción
En su poema Yo acuso escribió:
“Llevo conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de/ resucitar./ Mis muñecas se doblan murientes en la trinchera de sus gestos./ Llevo conmigo los cuerpos infantiles rotos contra las baldosas/ y que ha regresado el viento./ La sangre de sus cuerpos rotos contra las baldosas,/ que el que sabe del sabor del crimen/ no ha podido hundir en la porosidad del asfalto.
“Tlatelolco pisotea la frente y degüella la cabeza que estremecen/ los gritos.
“Y yo acuso.
“Yo acuso a los oídos de gruta resonante convertidos en puentes, hechos de un puf, sordos a la vida que lanzan los agonizantes. Yo acuso a las miras exactas, idiotas de nacimiento creyendo tomar el partido de perdonar a la naturaleza,/vomitando vivamente su profesión de antropofagia./
“Yo acuso a los muros que equivocaron el futuro/ y fueron la agonía,/ haciendo nupcias entre la luz pétrea del obús/ y las espadas rodeadas de carne adolescente./
Yo acuso al cemento donde se cumplieron las puertas de la/ muerte/ boca abajo,/ y a las azoteas panteones de enterrados vivos/.
Leopoldo Ayala Blanco nació el 14 de enero de 1939 en Ciudad de México. Estudió Ciencias Sociales en el Politécnico, Lengua y Literatura Españolas en la Escuela Normal Superior, y Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, fue profesor de Lengua y Comunicación Oral y Escrita en el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecyt) número 5 Benito Juárez, de la Ciudadela, antes conocido como Vocacional 5.
Algunos de sus libros son Cuentos malditos, editado por el IPN en 1995, la novela Vencer o morir, de 2008, o Y lo nuestro es la lucha, de 1986. Su obra está reunida en el tomo Yo acuso, publicado por el Politécnico en 2003.
Participó en el grupo Arte Colectivo en Acción, que reunió a poetas y cantantes para llevar el arte a los barrios y a las calles y obtuvo, entre otros reconocimientos, la medalla Raúl Gómez García de la República de Cuba, Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, en 1993, por su aporte a la Revolución y su vida entregada a la lucha cultural, artística y política latinoamericana; matrícula solidaria de la Universidad de El Salvador, y la medalla Ignacio Manuel Altamirano 2007, por 40 años ininterrumpidos como profesor en el área humanística del IPN.
Además de poemarios, es autor de manuales de lectura, redacción y ortografía, y colaborador de medios como El verdadero nieto del Ahuizote, Prensa Internacional, Revista Universidad de México, Siempre!, El Universal y Excélsior.
Reconocimiento en 2012
En 2012 se rindió a Leopoldo Ayala un gran homenaje en el que se reconoció su obra, en la cual dedicó varias páginas a lo que vivió en el 68, y su lucha social.
En su poema 10 de corpus, el autor vaticinó:
“Pero un día esos cadáveres agredirán/ desde el balcón de palacio/ los patios de las fábricas/ el barbecho/ las pantallas de cine y el televisor/ la voz mediatizante de intelectuales/ y cultos maestros/ y desde la imbecilidad de la oficina, agredirán./ La realidad asesinará al pasivo espectador.
“Cinco especies de dedos detienen/ todo lo que he escrito./ Un sudor endurecido forcejea con mi país.
¡Por nuestros compañeros caídos/ no un minuto de silencio/ sino toda una vida de lucha!