l rector de la Universidad Nacional Autónoma de México llegó al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de Azcapotzalco sorpresivamente, aceptó las demandas de los estudiantes y cumplió su deber de universitario mayor. Don Enrique Graue se comprometió ‘‘a asignar profesores acorde con el número de grupos y salones de ambos turnos, solucionar los problemas de acoso e inseguridad que sufren los integrantes de la comunidad de los CCH y preparatorias, tomar las acciones necesarias para desmantelar a los grupos porriles y garantizar que no habrá ninguna represalia contra los participantes del movimiento estudiantil”.
Nuestra Universidad, principalmente en los jóvenes, es presa de los grupos porriles. Los hechos poseen una realidad que turba cuando no irrita. Irritación que es defensa a una rabia contenida a punto de estallar. La Universidad espejo del país envuelto en un resplandor de crueldad que se difracta entre una pequeña luz esperanzadora y sombras, muchas sombras entre la vida y la muerte. Entre los gritos de los que viven a diario la crueldad, especialmente los CCH, se siente revivir con un dejo de sarcasmo y de decepción, el fluido de una paz perdida, en medio de una ola infernal que recorre nuestros centros de estudios. Drama cotidiano de miles de estudiantes de una contienda insoluble que nos mantienen en la penumbra.
Se pretende explicar lo inexplicable, tragar un anzuelo sin nada que masticar. Locución gruesa, blasfemia a su modo despegada del menester tradicional. ¿Dónde está el enemigo y a quién limitar? ¿Quién es ese fantasma que lastima estudiantes, los asusta, apanica, en medio de un sufrimiento que se subestima, sin pizca de piedad? ¿Quién dirige a los porros?
Pánico en la crueldad que danza seductora fuera de lo racional en un mundo atemporal. Crueldad en que hacemos como si nos pusiéramos de acuerdo sobre lo que el concepto quiere decir. Sin embargo, valdría la pena, asignar a la palabra crueldad su ascendencia latina, ‘‘crimen de sangre”, de los lazos de sangre.
A pesar de no poder detener la crueldad sanguinaria en el país, la crueldad síquica que es la cotidiana en los CCH supliría los métodos sangrientos y continuaría inventando nuevos lances, habría que volver a las fuentes originales y repensarlas para entrar en un tema que atañe directamente por lo pronto a los universitarios hoy.