Sábado 15 de septiembre de 2018, p. a16
Pablo Espinosa
En los estantes de novedades discográficas esplende la magia de Islandia.
Jóhann Jóhannsson / Englabörn & Variations, álbum doble de la disquera alemana Deutsche Grammophon, es homenaje a uno de esos genios poco conocidos y muerto prematuramente, lo cual ahonda su leyenda.
Este 19 de septiembre cumpliría 49 años de edad. Falleció el 9 de febrero de este año debido a un accidente, la combinación letal de cocaína y un medicamento prescrito.
Estaba lleno de proyectos, todos imbuidos de magia y el poder de la palabra pues en ella depositó toda su confianza, ilusión, talento y energía.
La palabra, decía el joven Jóhann Jóhannsson, es sonido. ‘‘Mi música –explicaba– recurre a la poesía, a textos clásicos y a vocablos de mi invención para nunca fijar el significado unívocamente. La palabra es poder. En música, la palabra es un géiser de sonido y así se vuelve más poderosa aún”.
Comparto el link para una de sus obras emblemáticas:
De la escucha de esta pieza resultan evidentes valores varios: es una música espiritual de inspiración y efecto sublime; remite de inmediato al tesoro polifónico y giran en torno varios autores: Palestrina, Guillaume de Machaut, Heinrich Schutz y, mención aparte por su aporte de contemporaneidad: Arvo Pärt.
Su capacidad de crear belleza tiene geografía: la magia de Islandia.
El Disquero dio a conocer en México la música de Ólafur Arnarlds, quien en álbum doble también pone en sonidos Islandia, sin tarjeta postal de por medio y en su lugar pura poesía. He aquí el link hacia aquel texto:
Y de aquella entrega rescatemos uno de los momentos más bellos que pudo registrar el Disquero, la pieza Particles, de Arnalds:
Si en aquel disco de Arnalds, Island Songs, percibimos una suave línea blanca en el horizonte que se pierde en una sólida traza nívea y somos parte de ella, se convierte en nuestra piel, en nuestra entraña, algo semejante sucede al escuchar el álbum doble de su amigo Jóhann Jóhannsson: piezas que conducen al ensueño en una sucesión de imágenes, paisaje sonoro, el poder del sonido evocador, transparente y transportador.
La celebridad, aún poca, de Jóhann Jóhannsson, obedece a la nueva tradición del género ‘‘soundtrack”, tan proclive a famas efímeras o engañosas. Por el contrario, la música, mucha, que escribió para películas este compositor islandés tiene una calidad tan elevada que rebasa parámetros conocidos; como ejemplo valga la obra del polaco Zbigniew Preisner, autor de la música de los filmes de Kieslowski, y alcanza Jóhannsson las dimensiones colosales de, el ejemplo es inmejorable, György Ligeti, compositor que no escribió para cine pero del que Stanley Kubrick, ese genio, convirtió algunas partituras en parte sustancial de Eyes Wide Shut y 2001: A Space Odyssey.
Y es que muchos pasajes de partituras de Jóhann Jóhannson remiten, por su poder de estremecimiento, a la magia de las partituras de György Ligeti.
Muchos de esos pasajes son planicies, pero todos esos paisajes crecen, se ondulan, modulan, desvanecen y ganan la calidad de ensueño.
Las herramientas de Jóhannsson: piano, utilizado de manera poética; órgano, puesto en vida de manera celestial; orquesta de cámara, animada por hadas, duendes y sirenas; sintetizadores... y este es un capítulo aparte, pues hasta el momento no hay compositor que haya utilizado esos dispositivos electrónicos de manera tan verdaderamente poética, sin incurrir en ‘‘efectos especiales”, ruiditos, graznidos, chirridos ululantes o tantos valores desgastados en ese territorio.
Era anhelo de Jóhannssohn ‘‘‘hacer cantar” a los sintetizadores, de la misma manera que cumplió su anhelo Monsieur de Saint-Colombe con su viola de gamba, según cuenta Pascal Quignard.
Entre los intérpretes de la música de Jóhannsson en el álbum doble que hoy recomendamos, destacan los cantantes congregados con el nombre Theater of Voices y como no hay casualidades, son los mismos intérpretes de la música sublime de Pärt, poderoso sistema de vasos comunicantes. La voz humana como el instrumento más antiguo, noble, el más cercano al corazón y a la poesía.
Entre los otros intérpretes en este disco destacan Ryuichi Sakamoto y una pléyade de músicos islandeses, encabezada por Ólafur Arnalds y por otro conocido del Disquero: Víkingur Ólafsson, valorado como ‘‘el Glenn Gould de Islandia”, la violonchelista islandesa Hildur Guonadóttir y el extraordinario dúo de música ambient y nombre poético: A Winged Victory for the Sullen.
La música de Jóhann Jóhannsson estructura una poética. La elegancia de sus líneas melódicas, las trazas de blanco sobre blanco, los efluvios de magia, su gloriosa epifanía, conforman el andamiaje con el cual construyó, con su colega Ólafur Arnalds, la versión en sonido del paisaje de Islandia. La poesía.
Al morir, preparaba la edición del disco que hoy es novedad; este álbum doble se convierte en homenaje póstumo de manera irónica, pues se trata de la redición de su debut: Englabörn, grabado en 2002 y ahora remasterizado; el segundo tomo (Variations) está integrado por versiones de colegas a las piezas que forman ese disco original.
De su disco póstumo, Orphée, a partir del amor entre Orfeo y Eurídice, escuchemos su pasaje más sublime:
Nuevamente la evocación al universo tintinábuli de Arvo Pärt es automático, al mismo tiempo que nos recorre en la piel, el corazón y la entraña entera la noción de lo sublime, lo noble, lo verdadero: el paraíso. La magia estremecedora del amor, ese paisaje inagotable y poderoso.
El amor salva.
Eso suena cuando suena la música de Jóhann Jóhannsson.